La primera batalla española del siglo XXI: cuando los blindados salieron con vida de un infierno en Irak
En la base Al Andalus había en ese momento un centenar de soldados españoles entre especialistas en asuntos civiles, técnicos, médicos, policías militares, miembros del Puesto de Mando Alternativo de la Brigada y la Sección de Reserva
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Iniciar sesiónEl domingo 4 de abril de 2004, un grupo de milicianos al servicio del imam chií radical Muqtada al Sadr se infiltró en una manifestación en la Ciudad iraquí de Nayaf pidiendo la liberación de otro líder local de este movimiento, Mustafa Al-Yaqubi, que ... había sido capturado horas antes por las fuerzas especiales de EE.UU . De repente, a media mañana, el acuartelamiento español Al Andalus, que ni siquiera estaba informado de la operación estadounidense, empezó a recibir disparos desde distintos lugares.
Nayaf no era un enclave cualquiera. La ciudad donde se encuentra la tumba de Alí Ibn Abi Talib , primo de Mahoma, era un centro de peregrinación fundamental para los chiíes y un foco de influencia religiosa en medio del caos que sufría el país. Un más que probable avispero que gracias a los métodos poco expeditivos y muy dialogantes de los españoles, que siempre mostraron gran respeto por mantener el ecosistema político y religioso de las zonas donde estuvieron, no había dado hasta ese momento lugar a grandes sustos. Lejos de las posiciones más expuestas, la base de Al Andalus incluso tenía fama entre los españoles de «balneario», un lugar de descanso entre misiones.
Nadie esperaba una acometida así, a excepción de los estadounidenses, que llevaban una temporada agitando el avispero. «El levantamiento chiita comenzó con protestas debido al cierre de Al-Hawza, un periódico de Sadr, la semana anterior, y se agravó por el arresto de Mustafá al Yacoubi, acabando con un ataque chiita a gran escala contra las tropas de la coalición», resume Luis Alberto Villamarín Pulido, en el libro ‘18 años de la guerra contra el terror (2001-2019)’.
Los blindados, al rescate
En la base Al Andalus había en ese momento un centenar de soldados españoles entre especialistas en asuntos civiles, técnicos, médicos, policías militares, miembros del Puesto de Mando Alternativo de la Brigada y la Sección de Reserva, mientras que en el perímetro de la coalición merodeaba una decena de guardaespaldas pertenecientes a la organización de mercenarios Blackwater y una treintena de miembros del Batallón Cuscatlán de El Salvador ocupados en tareas de adiestramiento de la policía local.
Aunque las fuerzas españolas estaban bien armadas, su misión se supeditaba de forma estricta a la Resolución 1483 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para dar apoyo a la reconstrucción del país, no para entrar en combates contra civiles. Además, la batalla cayó en pleno cambio del Gobierno de Aznar al de Zapatero, por lo que cualquier movimiento que implicara pasar a la ofensiva debía ser antes aprobado escrupulosamente en Madrid. España estaba a punto de retirarse de Irak y no quería más problemas.
Los mercenarios de la compañía Blackwater mostraron menos reparos a la hora de agarrar sus fusiles y responder sin ton ni son al fuego enemigo. Un francotirador, situado en la azotea de un hospital aledaño, hirió de gravedad a dos de estos estadounidenses y le atravesó la cara a un salvadoreño. Más tarde los mercenarios, que gastaron toda su munición y también la del polvorín de la coalición, enviarían mensajes ponzoñosos a Bagdad acusando a los españoles de haber permanecido sin mover un dedo mientras soldados estadounidenses morían ante sus propios ojos.
Los mercenarios, que gastaron toda su munición y también la del polvorín de la coalición, enviarían mensajes ponzoñosos a Bagdad acusando a los españoles de haber permanecido sin mover un dedo
Los españoles fueron quienes atendieron a estos heridos y coordinaron su evacuación en helicóptero bajo el fuego de las ametralladoras y los morteros milicianos. El coronel Alberto Asarta (se retiró en 2013 como general de división), al mando de la base, desplegó rápidamente cuatro BMR (Blindado Medio sobre Ruedas) del 'Saboya' y dos VEC (Vehículo de Exploración de Caballería) del 'Farnesio' en la avenida principal para hacer frente al tiroteo.
Los blindados españoles defendieron el perímetro de la base para que nadie entrara, al tiempo que un equipo de francotiradores del Mando de Operaciones Especiales (MOE) del Ejército de Tierra se posicionó en la azotea del edificio de los representantes civiles de la coalición para hacer fuego de cobertura. No obstante, las ametralladoras de los BMR mostraron problemas de fiabilidad y obligaron a los españoles a disparar con sus propias armas desde las escotillas. Los VEC , blindados ligeros, se centraron en reforzar la entrada principal con sus cañones de 25 milímetros .
«Piezas de acero de un único engranaje»
Los militares españoles recibirían en total seis Cruces al Mérito Militar con Distintivo Rojo por su actuación ese día. El alférez Jacinto Guisado , jefe de la Sección de Reserva , sería uno de los condecorados por su comportamiento no solo defendiendo el campamento español, sino al desplazarse al puesto cercano, contiguo a la cárcel, donde los salvadoreños estaban instruyendo al cuerpo de defensa iraquí.
Debido a que no podían salir los blindados por la puerta principal, los españoles tuvieron que rodear toda la ciudad hasta llegar a la posición salvadoreña. «Se movían como piezas de acero de un único engranaje, repeliendo el fuego con el fuego y valor con más valor. Con no poco esfuerzo y batiendo todas las zonas posibles consiguieron cruzar la ciudad», explica el Ejército de Tierra en un resumen de los hechos publicados en su web institucional.
Dentro del edificio donde estaban los salvadoreños, la situación era grave y los heridos requerían una evacuación urgente . Los blindados recorrieron el camino de vuelta, disparando sobre todas las bocas de fuego que les atacaban, y, una vez habían trasladado a los heridos, regresaron otra vez al puesto salvadoreño, cada vez más cercado. En la cárcel y en el campamento de adiestramiento quedaban aún un centenar de personas expuestas al fuego de los milicianos.
El alférez se acercó a los miembros de su unidad y les dijo: «Tenemos que volver a salir». A lo que los hombres y mujeres de su unidad, respondieron: «A la orden». De nuevo, volvieron a cruzar la ciudad y a romper el cerco. Sacaron a todo el personal del edificio y fueron protegiendo la retirada de la infantería salvadoreña, que se iba subiendo en marcha a las rampas de los BMR . La aparición de dos helicópteros Apache facilitó bastante el camino de vuelta repleto de emboscadas y de hombres armados con cohetes RPG en las azoteas. Descartada la opción de bombardear con cazas F-16 norteamericanos el hospital donde se habían apostado francotiradores insurgentes , finalmente se opta por un asalto a pie.
Tras cerca de diez horas de tiroteo , doce soldados salvadoreños y dos estadounidenses resultaron heridos. Un salvadoreño, un iraquí y un estadounidense fallecieron. Los españoles no registraron bajas. A partir de este episodio y hasta la retirada completa, el 21 de mayo de 2004, el ejército español tuvo que hacer frente a una situación de guerra real con constantes ataques a sus posiciones y patrullas. Si hasta ese momento se había podido trabajar en la seguridad y la reconstrucción, el resto de días simplemente los españoles se limitaron a defenderse.
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