Alonso de la Torre: «Franco consiguió el avance militar más rápido hasta la Segunda Guerra Mundial»
El escritor y columnista narra en su novela «Nunca te fíes de un militar gallego» (La Moderna) el ascenso al poder de Franco en la Guerra Civil y los cruciales 39 días en los que Cáceres fue una de las capitales de Europa
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Iniciar sesiónLa Guerra Civil entró en Cáceres como un elefante en una cacharrería. Aunque, más que con sonidos de cacharros cayendo o de bombas explotando, lo hizo al acorde de la música alegre de sus plazas, de camareros con esmoquin y de una hostelería que se ... haría de oro con la nube de soldados, mercaderes y emisarios que seguían a aquel ejército. Durante 39 días, la ciudad extremeña se convirtió en el lugar donde se determinó, espías y militares mediante, el futuro de España y de Europa. El lugar donde Francisco Franco , un general africanista que había hecho bandera de no meterse en política, logró ser nombrado generalísimo y jefe del Estado de los militares sublevados.
Tras recabar una cantidad apabullante de documentación y atesorar conversaciones durante décadas, el columnista y escritor extremeño José Ramón Alonso de la Torre (Cáceres, 1957) acaba de publicar su novela «Nunca te fíes de un militar gallego» (Editorial La Moderna), la primera parte de una ambiciosa trilogía que lleva por nombre «El Peluquero de Franco» y bucea en episodios inéditos y cotidianos sobre el ascenso al poder de Franco a través de un hilo conductor muy particular, el hombre que cada mañana colocaba una navaja en su cuello: su peluquero. «Hablaba mucho y en palacio le pidieron que fuera silencioso. El peluquero obedeció y se limitó a escuchar», explica el autor de la novela sobre un personaje que realmente existió.
Otra guerra
La acción empieza el martes 25 de agosto de 1936 a las siete de la tarde, cuando tres militares llaman a la puerta del palacio de Los Golfines de Arriba , un edificio muy popular de la ciudad que pertenecía a un noble partidario de Alfonso XIII . Eran la avanzadilla del general Franco. La Guerra Civil sorprendió a la ciudad entretenida en cuestiones locales y viviendo una etapa de mieles para la restauración y la hostelería. «Cáceres estaba hirviendo de intensidad y aprovechó las oportunidades económicas de la intendencia militar. Vivió la guerra de una manera distinta», afirma Alonso de la Torre .
Lo que estaba por llegar en los siguientes años iba a ser mucho más crudo, con fusilamientos y bombas muy cerca, pero, al final de aquel primer verano de la guerra, Cáceres se limitó a bailar al son de la música. Alonso de la Torre recupera sus notas, sus olores y sus estampas en una novela repleta de ironía, humor, tensión y un rigor histórico que roza, por momentos, la crónica.
–¿De dónde procede la documentación de la novela?
–Hay de todo. En Cáceres siempre se dijo que Franco había sido aquí nombrado generalísimo y que residió durante un mes. Los guías turísticos lo tienen muy presente y la historia del palacio de Los Golfines de Arriba es muy conocida en la ciudad, pero parece que nunca nadie se habían atrevido a profundizar sobre el tema. He tenido que excavar mucho entre memorias, libros particulares y testimonios deslavazados para saber cómo era la vida en el palacio. La tradición oral ha sido fundamental, pues todo el mundo sabe que un peluquero muy popular aquí, Juanito Barra, estuvo yendo a cortarle el pelo y a afeitar a Franco en el palacio cada mañana a las 7. Escuchaba en silencio lo que se decía en reuniones con Millán Astray, Kindelán y otros generales de su confianza.
–¿Usted llegó a hablar con el peluquero?
–En la novela le he puesto otro nombre porque yo no sé exactamente cómo actuó ese señor. Cortaba el pelo a mi padre y he tratado con muchos de sus clientes. Su aprendiz sí que era mi peluquero y me habló de Juanito. Era conocido por ser el primero en ir a los entierros y dar la cabezada, además de por su peculiar personalidad. Por desgracia, falleció hace pocos años y no pude conversar sobre el tema. Mi novela está protagonizada por personajes reales como él y por otros ficticios, pero situados en un contexto verosímil muy fijado a la realidad. Hay mucha documentación detrás de cada detalle.
–¿Por qué fue tan importante la ciudad en esos días?
–Se estaba aquí jugando la historia del mundo, era una de las capitales de Europa. Franco llegó siendo un general y se marchó como jefe militar y político de su bando. Sus soldados vinieron a formarse para usar algunas de las armas traídas por los alemanes y el aeródromo local, que hoy en día se usa para parking en los conciertos y eventos culturales, guardaba los aviones con los que se empezó a bombardear Madrid . En muy pocos metros convivieron gente de gran importancia para el futuro del continente. Como alguien nacido en Cáceres, todos estos temas me parecen muy interesantes.
–¿Franco se da cuenta una vez que pisa Cáceres de que puede ser jefe del Estado?
–Sí, se suceden una serie de catastrófica desdichas en el bando sublevado, como es la muerte de Sanjurjo, el encarcelamiento de Primo de Rivera o la ejecución de generales tan destacados como Manuel Goded, que despejan el camino al poder para Franco. El gallego no llegó a Cáceres con esta idea, pero aquí tiene a su hermano Nicolás y a Millán Astray empujándole para que se postule como generalísimo. Franco era muy prudente, «muy cuquito», como decía Sanjurjo, en un sentido gallego. Yo he vivido 20 años en Galicia y sé que, por personalidad, no hay que fiarse de un militar gallego... [ríe]. Ese mundo gallego traspasado a Extremadura da mucho juego y aporta un poco de humor irónico.
–¿Cuál fue la clave para el ascenso al poder de Franco?
–En la campaña para lograr la jefatura entre la junta de militares tuvieron gran protagonismo los italianos y los alemanes, que tenían emisarios destacados en Cáceres. En las entrevistas que tuvieron aquí con Franco le trasladaron su apoyo y le afirmaron que el armamento que estaba llegando a la ciudad era para su uso y administración directa. Le dejaron claro que ese armamento viene para él, no para Mola o para otros generales. Sus argumentos militares le respaldaban en ese momento como el candidato más fiable. Franco consiguió el que fue, hasta la Segunda Guerra Mundial , el avance más rápido de la historia: recorrió con su ejército 500 kilómetros en 15 días, hasta situarse a las puertas de Talavera, mientras el ejército de Mola seguía anclado en prácticamente su lugar de partida, aparte de que su movimiento no estaba triunfando en las ciudades por las que pasaba. Mola estaba desacreditada, mientras el liderazgo de Franco, con el ejército más poderoso bajo su mando, no paraba de crecer. La prudencia de Franco se fue derritiendo frente a lo evidente.
«Líderes locales de Falange se acercaron a Franco para avisarle de que eso de restaurar la monarquía no era buena idea, si se había hecho la guerra era para otra cosa»
–Aparte de movimientos diplomáticos y militares, el equipo de Franco ya estaba en ese momento creando un aparato propagandístico muy poderoso.
–Eso se vió en Cáceres, cuando gente de su equipo movilizó a las fuerzas vivas de la ciudad para ensalzar su imagen con manifestaciones y cartelería. Los gritos de «Franco, Franco, Franco» se escucharon por primera vez en el balcón del palacio extremeño. En ese palacio pronunció, además, importantes discursos políticos, entre ellos uno donde sería censurado (las palabras no aparecieron ni en el ABC de Sevilla ni el Extremadura de Cáceres) prometiendo que la monarquía volvería con él. Líderes locales de Falange se acercaron a avisarle de que eso de restaurar la monarquía no era buena idea, si se había hecho la guerra era para otra cosa, por lo que sus palabras no aparecieron en prensa al día siguiente.
–¿Franco se valió de la ambigüedad para recabar apoyos monárquicos?
–Para empezar, su equipo sacó punta a la sospechas de republicanismo de Queipo de Llano, uno de sus rivales por la jefatura. Queipo de Llano dio originalmente el golpe en nombre de la república y era consuegro de Alcalá Zamora, lo cual fue aprovechado por los partidarios de Franco para desprestigiarle. Franco engañó a los militares monárquicos con una ambigüedad propia de los gallegos. De hecho, no se metió en el golpe de Estado hasta el final, cuando estaba todo preparado. Disimuló con éxito entre los monárquicos afines a Alfonso XIII, como ese noble que le alojó en Cáceres.
–¿Cómo has caracterizado a Franco en la intimidad?
–Leí mucho para representarlo en las distancias cortas. En África había sido un tipo divertido, expansivo, que le gustaba tener cierta vida social, pero la guerra le fue cambiando. Todo estaba en el aire y Franco permanece taciturno, más reservado que nunca, dejando que sean otros los que hablen. Muchos silencios y pocas palabras , pero siempre importantes. Es algo que les suele pasar a los gallegos, son tan prudentes y reservados que una palabra suya te sorprende. Te desarma. En Cáceres se fue dando cuenta al fin de lo que le había caído encima, aunque ya aparece un Franco duro, represor, cuya máxima es que no hay que dejar republicanos detrás.
En la novela usó la parte gastronómica para humanizarlo y mostrar su carácter, su falta de ironía. Presento a una cocinera local que quiere que pruebe los platos locales, gazpacho, tencas, chanfaina, cochifrito, comidas muy extremeñas, pero él quiere siempre comer más frugal y, si es por cosas contundentes, prefiere platos del norte.
–¿Cómo es ese Cáceres en el que irrumpe la Guerra Civil?
–Cuando se dio el golpe se estaba celebrando un referéndum para decidir si se pedía un crédito para traer agua. La guerra pilló por sorpresa a la mayoría y muchos pensaron que, como tantos golpes en España, ese sería uno más. Cáceres vivía una gran explosión de la hostelería, con cafés señoriales, tertulias, camareros con esmoquin, puertas giratorias y otras cosas modernas que no se habían visto. La ciudad estaba ajena a la zona más cruda de la guerra, con los bares llenos y con fusilamientos, sí, pero selectivos, todavía no tan masivos como llegarían a serlo meses después.
–¿Por qué decidió usted contar esta historia?
–No soy historiador, pero me parecía muy importante contar todo lo que ocurrió en la ciudad donde nací y donde trabajo. Contar los 39 días en los que se decidió todo, por eso pensé en una novela. La empecé a escribir en 2015 y mi hermano me sugirió que hiciera una trilogía, pues estaba manejando una extensión de 1.800 páginas en total. Es mi gran legado a la ciudad. La respuesta del público lector está siendo buena, y sé de gente que está haciendo rutas espontáneas en busca de los lugares que aparecen en mi novela. He procurado que la historia atrape y el lector quiera leer más y más.
«Hay mucha polarización y dan miedo algunos discursos políticos en la actualidad, pero lo que pasa en las redes sociales no representa la realidad»
–¿Se ha encontrado aún hoy en día a gente reacia a hablar de temas de esa época?
–No hay miedo, pero sí una prudencia atávica que impide hablar de ciertos temas incluso a nivel familiar. Mi padre me contó el otro día, por primera vez, cosas de la guerra y me reveló que tenía un zulo en su huerta en Asturias. Me contó cosas únicas. Es un silencio aún difícil de romper y que explica, en parte, por qué en Cáceres siempre se ha hablado de la estancia de Franco por encima, sin entrar en detalle. La gente tiene todavía reparos y prefiere callarse para «no meterse en líos». Como suelo decir, que no se note, que no se mueva, que no traspase… No escarbar demasiado. Por eso he preferido poner nombres ficticios a muchos personajes, por prudencia.
–¿Ve usted similitudes entre esa sociedad tan polarizada de la Guerra Civil y la actual?
–Lo ideologizada que estaba la sociedad en ese momento es tremendo. Tanto en un bando por la religión o el concepto de España como en el otro pensando que solo la república podía salvar el mundo y la cultura... Eran causas por las que mataban y se dejaban matar. En mi novela uso a personajes como Rafael, un periodista que representa esa famosa tercera España, o Teresa, una bailarina metida a espía , para mostrar cómo pensaba esa sociedad a la que le cayó la guerra encima.
–Navegando por las redes sociales cualquiera puede pensar que esa ideologización también está vigente hoy...
–Hay mucha polarización y dan miedo algunos discursos políticos, pero lo que pasa en las redes sociales no representa la realidad. En el interior de los ciudadanos no hay esa efervescencia ni ese odio, que sí existía en la Segunda República. Los políticos pueden llamarse de todo en el Congreso, pero luego fuera de plano incluso tienen buena relación. La cuestión de fondo es que hoy, por mucha pandemia o paro que haya, se vive muy bien. Antes la vida era muy dura y la gente se agitaba con facilidad. En la mayoría de los pueblos de Extremadura se vivía del jornal y no había el nivel cultural actual. Era fácil lanzar a la batalla a la gente mediante engaños.
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