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Cuando un catalán diseñó la bota de vino reglamentaria del Ejército español

En 1897, y por Real Orden, se estableció que los soldados de nuestro país ubicados en Cuba recibirían uno de estos odres como parte de su equipo. Lo ingenió Juan Naranjo

Cuando un catalán diseñó la bota de vino reglamentaria del Ejército español Centro de Historia y Cultura militar de Melilla

Manuel P. Villatoro

Fusil, munición, chaqueta, pantalones, botas y, sobre todo, valor. A priori, puede parecer que un soldado del siglo XIX no necesitaba más que estos elementos para entrar en combate y acabar, a base de balas, con sus enemigos. Sin embargo, la realidad era bien distinta en lugares como España, donde, en 1897, se estableció que todos los militares destinados en Cuba recibirían como parte del equipo básico un enser tan curioso como la tradicional bota de vino.

No corrían por entonces buenos tiempos para una España venida a menos a nivel internacional. Y es que, además de contar con escasas posesiones de ultramar, los hispanos se enfrentaban desde 1895 a una guerra a sangre y fusil contra Cuba. Su objetivo: mantener la supremacía en un territorio que, ansioso como estaba de independencia, se había levantado en armas contra la metrópoli. De hecho, tan cruento fue el enfrentamiento que se desató que, en los meses posteriores, partieron desde la Península miles y miles de nuevos reclutas dispuestos a derramar sangre por su bandera.

Cedida por la Asociación de Amigos de la Historia y Cultura Militar

Sin embargo, el éxodo de estos militares también trajo consigo el aumento de la producción de muchos artesanos españoles, los cuales fueron contratados para confeccionar desde los uniformes, hasta los diferentes pertrechos que debían portar los soldados de ultramar. Esto es lo que le sucedió a Juan Naranjo, un catalán que, en 1897, logró que las castizas botas de vino que fabricaba fueran adoptadas como parte del equipo reglamentario del ejército español destinado en Cuba. Así pues, este tradicional elemento usado por ricos y pobres para guardar el licor atravesó aquel año el Atlántico y llegó hasta aquella isla sublevada.

Así lo estipulaba, concretamente, la Real Orden del 17 de noviembre de 1897 (cedida a ABC por el Centro de Historia y Cultura militar de Melilla a través de la Asociación de Amigos de la Historia y Cultura Militar ): «Ensayada con buen resultado en el ejército de la isla de Cuba la bota para vino presentada por Don Juan Naranjo, y teniendo en consideración lo informado por el Capitán general de dicha isla, respecto al particular, en escrito de 2º de agosto último, el Rey (q.D.g.), y en su nombre la Reina Regente del Reino, ha tenido a bien declarar reglamentaria para las tropas de aquel ejército la mencionada bota (…) siendo su valor 45 centavos de peso, ó sea, 2,25 pesetas en la plaza de Barcelona, y pudiendo entenderse directamente para sus pedidos los jefes principales de los cuerpos con el inventor, que reside en la expresada ciudad, paseo de San Juan núm. 200, piso segundo».

Características

A su vez, en este documento oficial se detallaban las características del propio odre, entre las cuales destacaban sus dimensiones, capacidad y piezas: «De piel de cabra, con cabida de un litro, cosida exteriormente, adosándole una badana negra que forma ribete y componiéndose el brocal de tres piezas. (…). La (primera) pieza sirve para fijar sólidamente la piel de la bota al brocal y forma la base de éste. La (segunda) pieza tiene en la parte superior un pequeño orificio que sirve para respiradero y beber a chorro. La (tercera) pieza sirve para cerrar herméticamente la bota, atornillando su base interior con la superior de la (segunda), y va sujeta, con un cordón encarnada, a la base del brocal».

Documento del Centro de Historia y Cultura militar de Melilla

Finalmente, la bota de vino contaba con una cincha mediante la que se ajustaba al cinturón del soldado, algo que también estipulaba la Real Orden: «Por último, (cuenta) con una correa negra con hebilla, que se coserá a una badana del mismo color, que rodea en forma circular la base del brocal, y sirve para colgar la bota del cinturón. Madrid. 17 de noviembre de 1897». Fuera como fuese, y a pesar de que seguramente estos odres dieron muchas alegrías a los militares españoles, una vez que el ejército de ultramar regresó derrotado de Cuba su uso fue abandonado.

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