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De compras en la cuna del hachís

España figura como el centro mundial de incautaciones de hachís. El corresponsal de ABC en Marruecos ha comprobado al atravesar la cordillera del Rif la buena salud de este negocio. Sólo en 2003, la producción en esa zona superó las 3.000 toneladas. Casi todas con destino a Europa.

Plantas de cannabis secándose en el tejado de una vivienda del norte de Marruecos

 Cuatro portugueses llegan a las dos de la madrugada a Chauen y son recibidos en una vivienda de la medina. Durante la noche dan buena cuenta del cargamento de güisqui que traen consigo y se cogen una buena borrachera como antesala de la misión que les espera. Apenas han sobrepasado los veinte años y su aspecto «surfero» no desentona con el de los cientos de turistas que acuden a esta localidad situada en las faldas del Rif. Pero los jóvenes no han venido a comprar faroles, ni mantas, ni mesas con teselas de colores...

En el salón de la casa, según van despertando, van dando buena cuenta de una bandeja de madera repleta de bolitas que un marroquí se afana en preparar con maña de profesional. No se trata de los deliciosos y apreciados dulces marroquíes. Bolita tras bolita -unas 280 por barba- cada uno se va a meter en el cuerpo un kilo de hachís.

Con el cargamento en el estómago

Acabado el banquete, con el cargamento cubierto con plástico de envolver alimentos en el estómago y con la necesaria dosis de antidiarreico, comienza la aventura de regresar. El mayor peligro vendrá al superar la frontera Schengen y entrar en España. A priori no tendrán ni que pasar por el escáner, pero si despiertan las sospechas de los agentes no tendrán escapatoria. Claro, que pensando en lo peor para los cuatro portugueses, mejor será que acaben en una cárcel de España que en una de Marruecos.

Para intentar superar la imagen que tiene de país despreocupado por la producción y el tráfico de esta droga, el Reino alauí, en colaboración con la Organización de Naciones Unidas, presentó a finales de 2003 un estudio sobre el cultivo del cannabis, planta de la que se extrae la resina de hachís, cuya producción nacional ascendió el año pasado a 3.080 toneladas. En las cifras del informe España aparece, en datos de 2001, como el país del mundo en el que más hachís se decomisa, con el 57 por ciento del total mundial y el 75 por ciento europeo.

Dos tercios de las explotaciones agrícolas de esa zona del norte de Marruecos producen cannabis, lo que, según el estudio, reporta 214 millones de dólares a los cultivadores, lejos de los 12.000 millones a los que ascienden las ganancias de los traficantes que lo llevan al mercado ya listo para el consumo. Pero, durante su viaje a lo largo de la cordillera del Rif, este corresponsal ha podido comprobar cómo no siempre es posible romper la cadena de cultivador, transformador del producto, vendedor y traficante.

Ketama es una pequeña localidad cuyo aspecto desolador puede hacer derrumbar su mito ante los ojos del viajero en apenas unos segundos. Allí, el reportero y su intérprete se hicieron pasar por los enlaces de un comprador español que quería adquirir un cargamento y transportarlo a España.

Cinco categorías de hachís

Husein nos abre las puertas de su casa, ladera del monte arriba. Le decimos que aún no sabemos cuántos kilos encargaremos ni de qué clase de hachís. «Tenemos cinco distintas, la mejor oscila entre 7 y 10 dirhams el gramo (entre setenta céntimos y un euro), la más corriente, entre uno y dos dirhams el gramo», explica el hombre mientras muestra algunas tabletas de cien gramos ya preparadas que pronto saldrán con destino a Holanda e Italia. «Para España suelen llevarse de ésta», dice refiriéndose a la más económica mientras la corta para que la probemos.

La anciana madre de Husein sigue trabajando como si nada en la cocina de la casa mientras el hijo pequeño, de tres o cuatro años, deambula por el salón mientras se celebra el encuentro. ¿No pasa nada por que esté el niño aquí? «Nada en absoluto» contesta con una sonrisa.

«Yo estoy más a cargo de los cultivos. Es mi padre el que se encarga de la otra parte del negocio. Con él tendrás que cerrar el trato. Es un profesional que nunca ha pisado la cárcel. Nunca. Tenemos varias casas bien situadas allí arriba en el monte. Disponemos de todas las máquinas necesarias para preparar el hachís y de aparatos para detectar la presencia de los policías», explica Husein, de unos 40 años.

«Te la escondemos en tu coche»

«Si lo que prefieres es ser tú mismo el que te lleves la mercancía en tu coche también te lo arreglamos. Tenemos un contacto que echa un vistazo al vehículo y te dice cuántos kilos puedes llevar sin peligro». ¿Y eso es seguro? «Él esconderá la droga y si tú logras encontrarla te ahorras los 500 euros que cobra normalmente por su trabajo. ¿vale?».

Deshacemos el camino andado por estas montañas salpicadas de plantaciones de cannabis con la incógnita de saber qué habrá sido de los cuatro «surferos» portugueses. Puede que ya estén expulsando su carga a buen recaudo en tierras lusitanas. O puede que estén esperando a que se les pase el efecto del antidiarreico sobre la palangana de cualquier cuartelillo de la Guardia Civil.

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