CURIOSIDADES
Sevilla esconde un bar dentro de una tienda de ultramarinos: así es la 'abacería-bar'
¿Una tienda de ultramarinos que esconde un bar en pleno centro de Sevilla? Existe, y lleva sirviendo montaditos legendarios desde 1945
Emilio Vara (Casa Moreno): «La gente se transforma el viernes y eso da pena. ¿Por qué no ser feliz un lunes?»
Cristina Torres
Sevilla
Si vas despistado por la calle Gamazo, 7, puede que pienses que te has colado en una tienda de conservas de otro siglo. Pero tras el mostrador repleto de chacinas, botes de legumbres, encurtidos y quesos, se esconde algo más. Casa Moreno es ... un bar disfrazado de ultramarinos o, mejor dicho, un ultramarinos que nunca dejó de ser bar.
Abierto en 1945, este local es una rareza encantadora: conserva su esencia de colmado de barrio —de esos donde huele a pringá y a papel de estraza—, pero esconde en su interior una barra estrecha donde se sirve uno de los tapeos más míticos de Sevilla.
Un desayuno de los de antes (y de los que aún existen)
Casa Moreno arranca cada mañana con café, tostadas y media sonrisa de Emilio Vara, que lleva más de 30 años tras la barra. Entre sus opciones: salchichón ibérico, chorizo picante, carne mechada, cabrales o chicharrón de Cádiz con pringá. Todo servido en rebanadas contundentes a precios casi de otra época: desde un euro las medias hasta los 2,80 las más potentes.
Montaditos, tortilla y gildas: aquí se viene a tapear
Aunque los desayunos tienen su público fiel, el mediodía y la tarde son territorio de los montaditos. El de chorizo picante con cabrales es pura devoción, pero también hay tostas de melva, tortilla, alcauciles, gildas o chacinas. Todo servido en un espacio que parece un altar a la Sevilla castiza: fotos de toreros, vírgenes, carteles antiguos y más anécdotas que metros cuadrados.
Importante saber que en Casa Moreno no se reserva mesa. Se guarda el sitio con una tostada, una Cruzcampo y una conversación cruzada de barra a barra.
Emilio Vara, el poeta de la barra
Gran parte de la magia de Casa Moreno se debe a Emilio Vara, el hombre tras la barra desde hace más de 30 años. A primera vista parece un tabernero de los de siempre, pero basta con mirar un poco más arriba de la cafetera o acercarse a la pared del fondo para descubrir su otro oficio: el de poeta.
Emilio escribe frases. En pósits, en cartulinas, en servilletas si hace falta. Las coloca estratégicamente por el bar, como quien deja miguitas para que el que entre salga distinto. Lo hace por ternura, por ganas de compartir y porque —como él dice— “la belleza salvará el mundo y la prisa destruirá la ternura”. Y ahí queda eso.
Tiene versos para la crisis, para la infancia, para el amor o para lo cotidiano. Como ese que dice: “El día que me muera registrar en mis bolsillos y si encontráis una moneda, regalársela a un niño para que compre una cometa”. O este otro, que ya es parte del alma de Casa Moreno: “No tenemos WiFi, por favor, hablen entre ustedes”.
Sus frases son un café para el alma, un pellizco suave antes del montadito de cabrales con chorizo picante. Algunas se las ha inventado, otras las ha recogido de celebridades olvidadas, pero todas tienen algo que ver con su manera de ver la vida: con humor, con ternura y con el convencimiento de que una sonrisa a tiempo puede arreglar el día.
Así es Emilio Vara. Un filósofo de barra, un literato disfrazado de camarero, y una razón más —quizá la más bonita— para perderse en esa abacería escondida en el corazón de Sevilla.
Un legado que no se toca
Casa Moreno es historia viva de la hostelería sevillana. Fundado en tiempos en que las mujeres apenas entraban en las tascas, aquí se creó un espacio para que ellas pudieran disfrutar de un vermut mientras hacían la compra. Hoy, el alma de aquel gesto sigue intacta.
Y sí, han pasado famosos, turistas y foodies por sus mesas. Pero Casa Moreno no ha cambiado ni una tilde. Ni falta que le hace.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete