Esta 'postrería' de Alcalá está dentro de una cueva y tiene torrija casera recién hecha
La Cueva de la Zarzamora es un restaurante especializado en postres ubicado en Alcalá de Guadaíra que se ha viralizado por sus recetas caseras y su singular espacio
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En plena calle Blanca de los Ríos, a dos pasos del centro de Alcalá de Guadaíra, se esconde uno de los lugares más sorprendentes (y dulces) de la provincia: La Cueva de la Zarzamora, una postrería de estética andaluza con alma de cuento. Y no es un decir: el local ocupa una antigua finca del siglo XIX que conserva sus caballerizas originales, un patio con pozo y una cueva excavada en la roca que hoy acoge mesas de madera, luces tenues y sillas de nea. Un escenario de lo más instagrameable donde cada merienda es una experiencia para repetir.
Fundada en 2020 por Sandra Martín y Moisés Romero, el espacio se define como la primera postrería de Andalucía, y no hay título que le quede mejor. Mientras Moisés gestiona y mima los detalles del servicio, es Sandra quien se encarga de dar forma (y sabor) a una carta de postres tan creativa como tradicional.
Torrja casera y otros dulces con nombre propio
El postre más famoso de la casa es su torrija de pan brioche recién hecha, servida sobre crema inglesa, con helado de praliné y un baño generoso de dulce de leche. Pero no es la única joya de esta cueva. También sirven leche frita, poleás al estilo alcalareño, tarta de zanahoria, gofres y creaciones con nombre propio como 'Mala suerte', un cucurucho de crema Kinder y helado de chocolate sobre tierra de galleta y merengue crujiente.
Los cafés, preparados con mimo en una máquina especial, y los cócteles dulces de autor completan una carta pensada para quedarse a vivir la sobremesa. Y si lo tuyo es el maridaje, tienen también vinos de Jerez que combinan con lo dulce como anillo al dedo.
Un iaje al pasado… con merienda incluida
La decoración es otro de los puntos fuertes. Aquí no hay nada estándar: cada rincón es diferente y tiene su propia historia. Desde los salones con retratos antiguos y muebles de madera hasta el altillo con vistas al patio. Y por supuesto, la cueva: el espacio más buscado por quienes vienen a disfrutar del encanto subterráneo.
El equipo de sala remata la experiencia con uniformes inspirados en los años 50, detalle que convierte cada visita en un viaje en el tiempo con final feliz y sabor a postre recién hecho.
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