El Traga: «La moda que nunca pasa»

En la calle Águilas elijo El Traga, el restaurante que los hermanos Rosendo abrieron en homenaje a su padre y la taberna que regentaba, aunque el concepto en sí es totalmente diferente.

Este establecimiento dispone de una carta que ha ido cambiando y evolucionando estos años, aunque ahora la veo más centrada en el producto con ese toque de cocina de autor que caracteriza a este tipo de locales.

La bodega vista desde la calle es notable, y aunque sigue pecando de ser excesivamente comercial, es justo mencionar que tienen una amplia variedad, incluso por copas.

La comida comienza con su ensaladilla de gamba blanca , una elaboración clásica sin estridencias y que cuenta con una buena ejecución. La gilda sí sufre una revisión: la preparan en una tosta que resulta ser excesivamente ancha y que hace que el bocado sea menos atractivo que en la versión original.

La tosta de atún rojo, trufa negra y tomate seco me resultó magnífica, pues es normal que esta combinación de sabores sea tan popular en las cocinas de autor. Curioso el p lato de gambón al ajillo, gazpachuelo y brioche tostado , muy suculento, pero sabores muy potentes se llevan por delante al producto, además de ser un bocado que encontré excesivamente graso.

La pluma ibérica la asan en adobo y viene con un puré de ras el-hanout, una mezcla de especias de origen magrebí que da un pequeño y original giro a la clásica. El postre fue su tarta de queso deconstruida, irregular.

Agradable comida en este clásico entre los gastrobares, que ha sabido ir evolucionando y que no ha anclado su carta a determinados platos. Y aunque a veces tienen fallos de forma, siguen siendo muy redondos.