El vino en un barco

Manolo ha despejado todas las dudas de la caterva tasquera de la zona cuando acometió el traspaso y reforma de la centenaria cantina de La Campana. Cateca ha sabido mantener el aire de La Goleta de siempre quitando los escaramujos de roña de sus paredes y descubriendo una hermosa viguería oculta bajo un falso techo para que -tras jalarle nuevas jarcias de pintura y suelo hidráulico- la moyatosa nave de antaño vuelva a surcar por un mar de vino con su fiel pasaje de absentistas laborales acodado en el mostrador.

La Goleta era, y es, un escondrijo de gentes de la zona que paran allí a aplicarse algún aguardiente seco, como La Hormiga o a echar cerveza helada en vaso de sidra mediado escoltada de aceitunas, “arvellanas” o chochitos para abrir boca… Tiene un mosto del carajo de la vela de su goleta, pero sobre todo una colección de jereces que vale mucho la pena.

Con un amontillado Botaina sobre la caoba de su barra pueden ustedes apretarse un guiso del día de gran categoría que diría Pepe Monforte -almirante de la zona barítima del Estrecho- como su atún con tomate . Fino Inocente, Palo Cortao de Lustau, Manzanilla Viruta, la Ina, Pavón o Tío Diego; perfectos para unos originales chicharrones de formato gaditano y aliño hispalense, o unos huevos a la flamenca .

Se hace el silencio y pasa un trabajador del obrador de La Campana con una bandeja de palos de nata… y es que la Goleta está en un cruce de caminos y los cruces de caminos dan muchas historias que contar.