Un poco más allá del mercado de Triana

Alboroque tiene, como ahora es habitual, dos zonas diferenciadas: una de decoración moderna y tapeo fino y asequible y otra de decoración recargada (y hasta trampantojos) de comida a la carta, pero también asequible.

Comenzamos fuerte, con unos formidables huevos rotos con sal de jamón (10,00 euros) que nos predisponen para lo que venga. Y lo que sigue son unas albóndigas de langostinos con salsa de carabinero (10.00) de sabor agradable pero de textura complicada…y unos chipirones encebollados (7,00) que nos dejaron un poco fríos por la sensación de que las patatas, los chipirones y la cebolla glaseada venían cada una por un lado.

Donde dan el do de pecho es en un magret de pato (12.00) jugosísimo, creemos que braseado y en el que una redonda salsa de frambuesa no anula el sabor sino que lo realza. Y un invento a copiar, un flamenquín de pez espada (6,00),con un relleno de espinacas, delicioso (sólo nos atrevemos a sugerir que no “dibujen” todo el plato con la mayonesa de mostaza, porque no es necesaria)

Quizás el equilibrio es lo que más defina este espacio: equilibrio entre cocina tradicional y creativa, equilibrio en su relación precio-calidad y equilibrio en el servicio, porque la amabilidad y la atención no tienen por qué significan estar encima ni ser estirado. Quizás sea uno de esos pocos sitios donde apostarías por reservar con los amigos, compañeros o familia en las fechas del “todo vale” que se avecinan.