La Casa del Tigre: «¿Quién le pone el cascabel al tigre?»

El nombre de La Casa del Tigre hace referencia a un antiguo inquilino del edificio , José María Lassaleta, quien fuera director del zoo jerezano y que tenía entre sus mascotas un tigre. El local ha buscado una decoración que integre el restaurante en el edificio, restaurando piezas que ya pertenecían a la casa.

En la cocina y como socio, cuentan con Luis Plaza , un joven chef que ha pasado, entre otras cocinas ilustres, por El Celler de Can Roca, el restaurante español abierto más laureado de la historia. Su propuesta gastronómica en carta poco difiere de otros establecimientos de la zona, pero juega con platos populares a los que da un toque personal que los diferencia por completo.

Empieza la comida con la ensaladilla , en este caso se sale de la clásica gamba o atún para hacerla con merluza, a la que añade piparra y alcaparra. Notable, aunque yo no soy un adepto a ese toque ácido que aportan los encurtidos. Las patatas bravas , en cambio, son de mis favoritas de la ciudad, pequeños cubos de patata hojaldrada que corona con dos salsas caseras, excelentes, siempre parecen pocas.

Siguen los minis brioches , rellenos con una emulsión de manteca colorá y coronados con una lámina de panceta ahumada, un bocado explosivo y brillante. Entrando ya en productos más nobles, las cocochas de merluza acompañadas de su pilpil y huevo frito, pero se me pierde un poco el sabor de la cococha en la fritura del huevo.

Como plato cárnico acabamos con sus mollejas de ternera terminadas en la brasa , con puré de apionabo y una fina demiglace de Pedro Ximénez, excelente manera de hacer elegante un plato en el que el fuerte sabor de las mollejas es complicado de dominar.

La parte dulce no baja el nivel y terminamos con dos postres notables como son su tiramisú y su fina tarta de manzana.

Salgo encantado de esta comida. La Casa del Tigre con su oferta aparentemente sencilla crea una agradable sorpresa en el comensal haciéndolo una propuesta muy notable. Quizás echo en falta que la carta esté más viva, aunque lo compensan con fueras de carta muy apetecibles.