Baltazares: «Las diferentes formas de entender la moda»

Además, la zona que tienen para eventos con escenario incluido y sus botellas repartidas por todas las paredes no ayuda a que esas dudas se disipen.

Sentados en la mesa y con la carta en la mano, la propuesta es ecléctica, sin una línea fija , combina referencias más usuales en abacerías clásicas y otras con nulo arraigo, pero ya es común encontrar esta confluencia y de hecho creo que en cierta medida es hasta casi un sello de identidad de nuestros gastrobares.

Lo que sí incordia es que te presenten en la carta el formato tapas y no las puedes pedir en el restaurante, sobre todo viendo que la separación con el bar es de simplemente un biomb o , deberían al menos poner minutas diferentes en ambos espacios.

Empezamos la comida con un «nigiri de mojama» , u n crujiente de arroz, con guacamole, mojama y mahonesa japonesa , un buen bocado, aunque aparecen en boca demasiadas cosas.

Seguimos con el gazpachuelo cítrico de jalapeños y atún ahumado, bastante rica esta sopa fría.

Más descafeinado el brioche de matrimonio que nos ofrecieron como alternativa al de confit de pato, el brioche se lo come todo y está descompensado. Para desquitarnos pedimos el canelón de rillete de pato y salsa de foi e , bien ejecutado, pero quizás algo pesado.

El final de la parte salada llega con un corte de wagyu Kobe que hacen a la brasa , una especialidad de la casa, un buen plato pero no sé si suficiente para el alto precio que se paga por este corte de la famosa vaca japonesa.

El final dulce y entrando ya en época de Cuaresma lo firma una gran torrija de pan brioche y helado de caramelo.

Comida peculiar en un restaurante bastante singular en nuestra provincia, y es que con todas sus particularidades se puede comer bien , aunque hay cosas a mejorar como por ejemplo una bodega excesivamente comercial o un servicio más flexible.