Arroz en familia

Los fines de semana Mateto se engalana y abre amplios comedores y, especialmente, su patio-terraza para acoger a las familias que lo visitan para tomar su arroz y sus postres artesanos.

Hoy nos situamos en el comedor “de diario”, y nos atienden con delantal, pan de bollo y regañás. Las sólidas vigas de madera y los guiños a antiguo lagar nos refrescan la historia de este establecimiento.

Nos sugieren unas coquinas en la que quizás su cocción quede por delante del tamaño de las mismas. Cae el primer bollo “haciendo barcos”.

A continuación tomamos un revuelto de gambas y jamón más parecido a los huevos revueltos de desayuno de hotel que a lo casero y jugoso que esperas encontrar, y que, además, cae en la dictadura de la gamba insípida.

A partir de ahí viene la cuesta arriba. Soberbio el bacalo al pil-pil riquísimo y suave como pocas veces, un verdadero hallazgo porque es un plato complicado con el que pocos se atreven. Y un solomillo de ternera magnífico, y que pedido que lo hagan “a algo menos que el punto” nos lo traen justo así. Carne de calidad y con su cámara justa, hacen el resto.

De los arroces caldosos que ofrecen, siempre nos decantamos aquí por el sobresaliente de mariscos porque el “mítico” de bogavante pocas veces nos ha compensado pagarlo ni aquí ni en ningún sitio.

Unos deliciosos canutillos fritos rellenos con crema pastelera ponen punto y seguido a esta visita. Punto y seguido porque hemos descubierto que tienen una larga y valiente lista de tapas con un toque creativo que nos anima a volver y contarles.