Psicólogos de barra
Fran García (Casa Consuelo): «Prefiero ser prudente al típico camarero gracioso»
El establecimiento acaba de cumplir una década y en este tiempo se ha consolidado como una auténtica casa de comidas en Nervión
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Sevilla
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Iniciar sesiónDiez años lleva Casa Consuelo ofreciendo buena cocina en el corazón de Nervión, una zona que después de un largo paréntesis por las dilatadas obras del Metrocentro ahora luce su mejor versión. Consuelo Fernández, además de dar nombre al establecimiento, es la responsable ... de sus sabores, ya que conduce con maestría unos fogones que han sabido renovarse y que combina el cuchareo de siempre con la calidad de los productos bien elegidos.
Pero hoy no nos centramos en ella, sino en su hijo y mano derecha en el negocio: Fran García. Look tipo «hípster», sonrisa sincera y profesionalidad en el trato son su mejor carta de presentación, con la que ha sabido meterse a la clientela en el bolsillo y demostrar que lo suyo con la hostelería no era ni mucho menos un capricho.
¿Qué balance hace de esta década en Casa Consuelo?
Ha habido unos años duros, porque después de la pandemia llegaron las obras del Metrocentro y muchos negocios nos vimos afectados, pero conseguimos aguantar y ahora estamos en un momento muy bueno. Tengo que darle gracias a la clientela fiel porque sin ella no somos nadie.
¿Cómo es su público?
La mayoría es gente de la zona que viene desde el principio. También llega lógicamente público de oficinas o de paso porque es una zona con mucho ajetreo.
¿Lo suyo con la hostelería es vocacional?
Estudié trabajos forestales en Cazalla y trabajé en logística de Renfe, pero poco a poco me fui metiendo a ayudar a mi madre. Estoy con ella a tiempo completo desde que abrió este negocio, justamente hace diez años. Siempre he estado centrado en la barra porque en cocina no soy tan manitas como mi madre (risas).
¿Cómo es el trato que tiene con el público?
Yo tengo un defecto, cuando no conozco al cliente prefiero mantener las distancias. Puedo dar la impresión de que soy una persona seria y en cuanto me conocen saben que no soy así, pero en un principio prefiero ser respetuoso. No me gusta ser el típico camarero gracioso y mantengo esa distancia por prudencia, porque no sé a quien le puede sentar bien o no si me muestro cercano desde el primer momento. Con los que ya tengo más confianza si mantengo una relación más estrecha, muchos pasan y me dicen: «¡Adiós sevillista!», o me dan caña con temas de fútbol.
¿Es bueno dejar las cartas sobre la mesa en materia futbolera cuando uno está detrás de la barra?
Mi madre tiene un dicho: «Aquí se viene a comer, así que la política y el fútbol aparte». Y así lo hacemos, sobre todo hay que saber diferenciar con quién puedes tratar ciertos temas y con quién no. Como decía antes, siempre con prudencia.
¿Qué más ha aprendido trabajando junto a su madre?
Antes de dedicarme a hostelería he tenido otros trabajos que no eran de cara al público, por eso me costó tanto ponerme detrás de la barra. Era una persona cerrada y mi madre siempre me decía que con respeto y tranquilidad no había nada que temer. Poco a poco me he ido abriendo, aunque aún me queda porque cada día es un libro por escribir.
¿Le sigue costando cuando entra por la puerta un grupo de clientes a los que no conoce de nada?
Después de tantos años ya sé anticipar cómo hay que ser con cada cliente; si se puede ser cercano o mejor dejarle su espacio.
¿Vienen parroquianos que buscan un poco de vidilla?
Claro, hay de todo. Eso ocurre especialmente con las personas mayores, que buscan más atención, principalmente por las mañanas.
Los bares de barrio son también un espacio social para las personas mayores que se sienten allí como en casa, ¿no cree?
Así es. Aquí tenemos un grupito por las mañanas que ya por desgracia cada vez es más reducido. Son personas que buscan sus ratitos de conversación, quieren un café y charlas con sus amigos. Con ellos tenemos confianza porque nos conocemos de hace muchos años. Les gusta que nos preocupemos por ellos, que preguntemos si han estado días sin venir, ellos lo agradecen mucho. La mayoría viene al bar para tener un ratito de desconexión.
¿Se siente psicólogo de barra?
Sí, muchas veces lo decimos entre nosotros: hoy nos ha tocado sesión de psicología, pero es parte de nuestro trabajo y lo que queremos es que el cliente se sienta bien cuando viene aquí.
¿Qué cualidades hacen falta para trabajar detrás de una barra?
Hay que actuar como un cura en confesión, veas lo que veas y oigas lo que oigas hay que saber callar. Es como una peluquería, pero hay que saber ser discreto.
¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
Que no hay un día igual al otro. Entramos por la puerta y decimos: a ver qué nos depara el día. También es cierto que es un trabajo que implica sacrificio y requiere mucha vocación para sobrellevarlo. Gracias a Dios yo la tengo, éste es mi sitio y así lo siento.
¿Cómo es trabajar codo con codo con su madre?
Son muchas horas y aunque nos llevamos muy bien, no siempre coincidimos. Ella es la que manda aunque en la barra me deja hacer las cosas a mi manera. Yo le sigo diciendo mamá incluso en el trabajo porque madre no hay más que una y si trabajo con ella no tengo por qué llamarla de otro modo.
¿Qué tienen de especial los bares de barrio como Casa Consuelo?
La cocina tradicional, que es la que echas de menos siempre. Poder comer de cuchareo como en tu casa, al final es lo que la gente más valora y no hay tantos sitios donde encontrarlo.
¿Cuáles son las recetas de su madre que recuerda de su infancia y que ella sigue ofreciendo en Casa Consuelo?
El atún en escabeche, los rollitos mozárabes y un flan de almendra súper rico. Esa cocina de mi niñez es la que ha triunfado en Casa Consuelo. En hostelería hay muchas tendencias pero la cocina tradicional nunca pasa de moda porque cuando la gente la come vuelve a su infancia y a sus recuerdos.
Aquí tenemos nuestros fijos, que son recetas tradicionales, pero después ponemos fuera de carta carnes, pescados, arroces… con los que ponemos innovar.
Quién es
Padre de dos niños, dedica su tiempo libre a la familia y a la moto. Tiene un tatuaje de la Harley Davidson en la pierna que acredita esa afición y cuando en sus descansos coge la carretera y para en algún pueblo a comer no lo duda: pregunta siempre a los lugareños cuáles son las mejores recomendaciones.
Encontró junto a su madre su auténtica vocación y entre ambos han dado vida a una auténtica casa de comidas donde el buen comer y el buen servir van de la mano con tanta naturalidad como profesionalidad.
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