La Parada, otra joya en Caleta de Vélez

Hace ya cuatro décadas que La Parada abrió sus puertas en plena Carretera de Almería como un humilde bar de pescadores . Y todavía hoy se mantiene, en la zona de la barra, ese aire de taberna en la que los locales se reúnen a tomar el aperitiv. De hecho, esa barra es el mejor lugar para comenzar a tomarle el pulso al restaurante . Una cerveza fría y una tapa de “hormigón”, esa ensaladilla caletera de patata machacada, alioli y gambas . Y unos boquerones en vinagre o una pipirrana de pulpo . Incluso un vermú bien preparado con unas tirillas de pintarroja seca o una tapa de asadura ya difícil de encontrar en otros lugares.

Pero la mesa nos llama y es hora de pasar al comedor, no sin antes detenernos ante la atractiva vitrina que muestra la selecta oferta del día. En mi última visita, cigalas, gambas blancas y rojas y quisquillas se codeaban con culones – calamares terciados – de La Caleta, calamares y salmonetes, alas de raya, pijotas, San Pedros, gallinetas y rodaballos . Y hasta una docena más de animales marinos. Un escaparate de cuya disposición se ocupa David Díaz, responsable de la sala y la bodega . En la cocina , su mujer Patricia se ocupa de dar cariño a tan excelso producto, logrando una notable precisión en los puntos de cocción y un dominio remarcable de las técnicas de fritura, cocción y plancha .

Así que, sentados a la mesa, es hora de dar comienzo al desfile. Como en casi todos los lugares consagrados al pescado y el marisco, existe una carta fija pero resulta mucho más conveniente estar atento a las recomendaciones del día . Una práctica un tanto peligrosa en tantos lugares pero que aquí les recomiendo vivamente tanto por la honestidad de la oferta diario como por la sensatez de los precios. Obviamente también hay que saber a qué se viene a un lugar como este y lo que valen ciertas piezas.

Habrá que estar, por tanto, a lo que marquen el mar y sus estaciones, pero una comanda ideal debería comenzar con ese triunvirato de moluscos malagueños – concha fina, bolo y búsano – que aquí nunca falla. Y debería continuar por unas coquinas , pequeñas pero repletas de sabor y sin un atisbo de arena.

Necesariamente habrá que continuar con la sección de crustáceos . Quisquillas fantásticas , de la lonja local o del cercano puerto de Motril, siempre excelsas aquí. Gambas blancas y rojas que se ejecutan con tino, respetando su delicadeza y jugosidad. Y, si da la casualidad que pasan ustedes por la zona a principios de verano, no dejen de preguntar por los langostinos locales, de la zona de Lagos . Un escasísimo y sorprendente langostino que se captura a cuentagotas pero que merece la pena probar. De un tamaño considerable, más dulce y menos salino que sus primos atlánticos y que en esta casa se cuecen hasta la perfección, en ese punto “casi crujiente” que marca el límite preciso entre lo crudo y lo cocinado.

Las frituras han experimentado una notable mejora visita tras visita. Más allá de los habituales boquerones, calamaritos y salmonetes me permito sugerirles algunos platos que en esta casa se bordan y que no suelen encontrarse en otros lugares de la provincia. En primer lugar, los maravillosos culones de La Caleta, esos calamares de tamaño medio, dulces y tiernos, y el pez araña , un pescado poco apreciado en otros puertos, que es una auténtica delicia frito. Para continuar, la raya , ya sean sus alas o sus cachetes, que son dos de los platos más emblemáticos de la casa. Y, para terminar, el chopo – una especie de jibia más pequeña – que se fríe entero y se trocea para servir.

Y esto acaba aquí. La versatilidad de la cocina de La Parada pasa por la plancha chopitos, rodajas de atún y pescados de mayor tamaño , elabora un guiso glorioso de pulpo con tomate con unas patatas fritas caseras escandalosas o clava el caldo de pintarroja en los meses más fríos.

El servicio es desenfadado, amacble y diligente aunque se torna algo apresurado cuando la sala se llena. Algo que, por otro lado, es bastante habitual. De él se ocupa, como decía, David Díaz que ha ido incorporando elementos desde mi primera visita que han ido subiendo el listón de su categoría . Ahora cuenta con una bodega muy decente que, si bien no es extensa, contiene referencias bien escogidas y permite beber más que razonablemente bien a cualquier cliente, independientemente de sus gustos y de su bolsillo. Es también un entusiasta de la coctelería y un consumado especialista en destilados por lo que no sorprende encontrar etiquetas de gran calidad que son raras de ver hasta en restaurantes con muchas más pretensiones . La sobremesa aquí, más que recomendable, es casi obligatoria.

Brilla cada vez más La Parada. Crece en cada visita en la selección de materias primas, en la regularidad y en las ejecuciones en cocina, en una carta de vinos cada vez más interesantes y en su notable colección de alcoholes. Y todo ello con un loable ejercicio de contención de los precios . Ya, por derecho propio, en esa lista de restaurantes que hemos dado en llamar “de producto” de la provincia .