Restaurante Tutto Bene en Fuengirola: «Tradición rima con diversión»

A su manera desenfadada y hasta gamberra, y con un marketing genial en redes. Pero que nadie se confunda. Es solo un aderezo, no un sustitutivo de lo importante: comer bien. El show y el paladar se sacian por igual en esta trattoria que ya podemos considerar ítalomalagueña.

Su fórmula heterodoxa pasa por combinar sesiones de DJ con el fanatismo a la hora de preservar el recetario tradicional. Hijo de varias generaciones de cocineros y pizzeros, su ego no es solo el autorretrato gigante que preside el restaurante, también le asiste para ser celoso guardián de una carta que satisface al que viene aquí a probar auténtica comida italiana.

Y por más show de sus hijos, con Nicolò y Mattia simulando las intrigas más propias de hermanos Targaryen al servicio de los clientes, o los ratos en que el patriarca se quita el delantal para conversar con las mesas, el mundo se detiene cuando sus famosos y gigantes quesos desfilan entre los asistentes para empapar el plato estrella: La Pasta en el Queso.

Va oscilando en función del lácteo importado: parmigiano reggiano, los Bella Lodi o alguno verde, pero entendemos que alcanza sus máximos niveles cuando va acompañada de pesto de pistacho y tomate seco. En cualquier caso, el comensal ya lo disfruta desde el momento en que ve cómo se le sirve en mesa pasado por el delicioso queso de turno. Y, claro, también con las degustaciones que llevan a casa mesa cada vez que llega la esperada ingeniería de abrir uno.

Tutto bene resulta una experiencia muy saciante y recomendable de afrontar con varios acompañantes para probar lo máximo posible su carta, que desde hace un tiempo añade el plus de su versión sin gluten. Las pinsas, con una oferta muy extensa, son otra parada obligatoria. Más allá de clásicos, opciones no faltan: sobrasada de cerdo picante, berenjenas, stracciatella, pimientos asados...

Y también de higos, otro de los productos con los que Federico disfruta creando. Tanto, que sus escarceos con este fruto le llevaron a fijar en su carta otro de sus imprescindibles: el rissoto dela nonna marinella, receta de legado familiar que fusiona el higo fresco con gorgonzola.

Aquí los amantes de la carbonara no solo pueden paladear la sobriedad de su versión clásica; igualmente la hay trufada (cabrotrufa), con sobrasada (carbonduja) o de nuevo haciendo gala de higos en la carbofichi.

Estos platos más demandados ocultan alguna otra joya, como sus raviolis y gnocchis, y hacen complicado llegar al postre. Pero conviene activar el estómago de reserva para dar cuenta de la Italia más castiza, con el tiramisú, la panacotta y los cannoli, o la más vanguardista de la mano del pistacho: su brioche maritozzo y su helado genuino de unidades diarias limitadas.

El descarado carácter de Nicolò Ramazzoto le confiere igualmente mucho desparpajo por la carta de vinos. Formado en Francia y amante de lo patrio, la bodega profundiza mucho más allá de las referencias tradicionales de Italia y deja algún leve toque internacional para ofrecer, por ejemplo, lambruscos y proseccos más inaccesibles.

Todo ello ocurre en una sala reducida, con mesas más próximas, pero aquí la cercanía es pretendida y parte de la singular experiencia que se puede disfrutar sin, insistimos, comer a la italiana de manera muy solvente.