Fogones con acento
Gustavo Rodríguez de Casa Cuba: «La ropa vieja es el plato estrella»
Veterano de la hostelería, donde ha tenido numerosos negocios de todo tipo y casetas de feria, ha conseguido establecerse en la calle Alfaros con una propuesta sencilla de gastronomía cubana
Antonio Jiménez: El guardián de la tradición en Taberna La Montillana
Gustavo Rodríguez de Casa Cuba
Las peripecias vitales de Gustavo Rodríguez podrían reflejarse en un libro. Esta entrevista es apenas una ínfima parte seleccionada para la ocasión de una trayectoria que le ha llevado a trabajar en sectores variopintos, a viajar por el mundo e incluso a presentarse a unas ... elecciones locales mostrando su torso de pelo en pecho en el cartel. Veterano de la hostelería, donde ha tenido numerosos negocios de todo tipo y casetas de feria, ha conseguido establecerse en la calle Alfaros con una propuesta sencilla de gastronomía cubana y coctelería mientras está enfrascado en otros proyectos incipientes.
Muy cerca del Ayuntamiento de Córdoba, la Casa Cuba ocupa, valga la redundancia, una antigua casa cordobesa de la zona. Decorada con motivos típicamente cubanos, cuenta con una carta cuya estrella es la ropa vieja , seguida del cerdo asado o dos platos venezolanos, como las arepas o los tostones. Todo está regado por una amplia carta de cócteles donde no falta el mojito, daikiri, piña colada o caipiriña. Este establecimiento es uno de los numerosos que salpican la carrera empresarial de Gustavo Rodríguez, quien fuera dueño de la conocida Sala Cuba, Dos Gardenias o el Chuletero de Alcolea . Desde finales de los 90, cuando se estableció en la ciudad, ha intentado conseguir la fórmula perfecta que sostuviera su cubanía en el mundo hostelero.
Usted es oriundo de Cuba, ¿cómo llegó a Córdoba?
Soy ingeniero y vine por un convenio de trabajo con el Ayuntamiento de Córdoba. Yo era en Cuba también militar, me desmovilicé y me convertí en lo que se conoce como dirigente. Era director de transportes del Municipio Playa, en La Habana. Cuando volví tras mi año de trabajo en Córdoba habían ocupado mi cargo, y me ofrecieron ser director de transportes de la Imefa, que reúne a las empresas que producen medicamentos en Cuba. Pero cambiaron al ministro de salud pública, el ministro cambió al viceministro… lo que sucede en Cuba. Y me cesaron. Conocí a la madre de mi hijo, que es cordobesa, y con tantos disgustos laborales pensé en volver a Córdoba.
¿Tuvo algún problema para venir?
Alguno para salir, porque había sido dirigente. Pero como los matrimonios se respetaban un poco, me dieron permiso de residencia en el exterior..
¿Por qué se enfocó a la hostelería en Córdoba procediendo de un sector tan distinto?
Porque yo era ingeniero, pero dirigente, nunca ejercí de ingeniero concretamente. Aquí la ingeniería mecánica es montar un taller con la tecnología que existe, por ejemplo en los coches. Pero en Cuba todos los coches son antiguos, es fácil ser ingeniero [ríe]. En España existe una tecnología más avanzada. Y a mí siempre me había gustado la fiesta, mi cubanía no la he perdido [ríe]. Yo ya había estudiado todo esto en el primer año que vine a Córdoba, el 95, y cuando volví en el 97 ya tenía la idea más clara. Así que monté un restaurante en Ciudad Jardín, en la calle Julio Pellicer, sin saber ni lo que era una Coca-Cola [ríe]. No tenía ni idea de nada. Se llamaba Amigos de Cuba. La experiencia fue regular. Un día me puse a asar un lechón con carbón dentro de la cocina, aquello cogió candela y casi me ahogo. Menos mal que lo pude apagar. Entonces Alberto Fernández, que había puesto en el centro, en Cruz Conde, la sala Cuba, me ofreció poner en ella una barra para mojitos en la parte alta. Se llamaba sala Cuba no porque tuviese nada que ver con Cuba, sino porque la discoteca tenía forma de cuba.
Vaya casualidad
Sí, luego pasé a gerente. Y más tarde a propietario. También desde los noventa puse caseta en la feria, la sala Cuba. Y durante parte de la época de la Sala Cuba tuve un pub, Sandunga, detrás de El Corte Inglés. También donde estuvo Moncloa puse Sala Cuba II y estuve llevando La Torre como gerente. En los negocios no siempre se gana, hay numerosos desequilibrios, y era la Sala Cuba la que equilibraba todo. Pero entonces nos convencieron desde el Ayuntamiento de irnos al Arenal. Traspasé la sala y montamos allí la Sala Cuba en torno al 2005 ó 2006. Había hecho un proyecto, todo en tiempo y forma, y después de seis meses allí nos dicen que debemos desmontar toda la infraestructura. Estábamos donde ponen la caseta de la Diputación y nos dijeron que querían aquello diáfano. Yo había montado un local digno que podía haber usado la Diputación. Metieron en unas naves del Ayuntamiento todo lo que yo tenía, y lo tuve que vender como chatarra. La alcaldesa entonces, Rosa Aguilar, nunca me concedió una entrevista. Aquello supuso mi ruina. Del enfado, y como no tenía nada que perder, llegué a disputarle la alcaldía en 2007 [ríe].
¿Cómo?
Sí, me presenté a la alcaldía con mi partido, Olivo Independiente. Mi lema era de pelo en pecho. Mira [nota de la redacción: Gustavo enseña un cartel electoral donde sale con el torso desnudo, con una imagen del Guadalquivir detrás, esto sucedía un año después del popular desnudo de Albert Rivera con su primer cartel de Ciudadanos]. Si te contara mi vida no te la creerías [ríe].
¿Cómo salió de la situación?
Me metí en la construcción, para hacer obras, luego me fui a Madrid y estuve llevando un complejo de habitaciones. Madrid no me gustó, volví a Córdoba y me quedé con el Chuletero de Alcolea. Ese fue mi renacer. Pusimos una cama elástica para saltar, a los niños les encantaba porque era espectacular. Así conseguí salir de la crisis. A su vez me metí en una marca de ropa de hilo, Sergio Rosso, que fabricaba en la India, pero diseñando aquí. Estuve unos tres años vendiendo en Cuba, Costa Rica, Miami o Dominicana. Yo estaba ya más allí que aquí, donde mi mujer se quedaba en el Chuletero. Más tarde, junto a mi mujer, incluso creamos nuestra propia marca de ropa artesanal, que se llamaba Rodríguez. Luego vimos una oportunidad en un local que el Sojo tenía en el Vial Norte, cuando la zona, que estuvo muy de moda, se estaba vaciando. Y pusimos en él Dos Gardenias. También, posteriormente, nos quedamos con El Pepito en la misma zona, que pasó a llamarse Machín. El Chuletero ya lo habíamos dejado. Luego, en un solo día, traspasé Dos Gardenias y Machín, para poner en la esquina de donde ahora está Hangar un local llamado La Pequeña Habana. Ofrecíamos música y clases de baile. Pero en torno al 2012 lo traspasé.
¿Y cómo siguió su trayectoria?
Me fui para Cuba con cuestiones de comercio exterior.
Veo que nunca se aburre.
No [ríe]. Pero la cuestión es que Cuba no ofrece seguridad, por lo que el comercio es muy complicado. Fui a Inglaterra y aquello no me gustó. Y me vine a Córdoba, monté La Guarida, en la Avda. de los Molinos. Tuve problemas con los vecinos, volví a Cuba, de nuevo a Córdoba, y monté El Mojito, en Rodríguez Marín, frente al jazz café. Aquí fue la única vez que he trabajado de camarero. Con el dinero que ahorramos en El Mojito montamos este restaurante, Casa Cuba, que lleva ya unos tres años en la calle Alfaros.
¿Qué ofrecen?
Cocina cubana casi en exclusiva, salvo dos platos venezolanos, las arepas y los tostones rellenos, que también existen en Cuba, pero son más bien venezolanos.
¿Qué platos de Cuba destacaría dentro de la carta?
La ropa vieja es el plato estrella, carne de ternera desmenuzada con un sofrito. Se acompaña de plátano frito, frijoles y arroz. También los tostones o las arepas las rellenamos con este tipo de carne. También destacaría el cerdo asado. También tenemos coctelería con mojitos, daikiris, piña colada, caipiriña etc. Ahora queremos montar otra sala arriba.
¿En qué va a consistir?
En una sala para eventos de comida. Sobre todo enfocada a grupos que hay en Córdoba de gente muy diversa que se agrupan para reunirse y quedar.
También acaba de abrir otro negocio. ¿Qué nos puede contar de él?
Está en la zona de la plaza de los Carrillos, justo en frente del restaurante Mar y Tierra. Se llama La Pequeña Habana, como el que tuvimos en el Vial. Está organizado para fiestas y bailes. Se abre jueves, viernes y sábado. Además, me he enamorado de un local en Ciudad Jardín. Está al lado de La Santiaguera, y podría contar allí con otro proyecto si todo sale bien.
Ver comentarios