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OPINIÓN

Restaurante Montevideo: Bevilacqua se ha cambiado de traje

Montevideo se compone de varios salones y de un patio muy agradable Foto: Cortesía

Vicente Sánchez

Cuando se va a un restaurante, elegido con mimo, y casi siempre con confianza, es recomendable hacerse con su entorno y darse un pequeño paseo por los alrededores, antes de llegar. El contexto da sentido a las personas y dota de más significado a los restaurantes porque, en no pocas ocasiones, nos hace entender su historia, su vida, su cocina en definitiva. Debemos tener en cuenta que el conocimiento revaloriza nuestros sentidos y da más solidez y placer a nuestras comidas.

Partimos del monumento a los enamorados, en homenaje a dos amantes, Ibn Zaydum y Wallada de los últimos años del califato andalusí. Se trata de un templete que resguarda unas manos entrelazadas, junto a los Baños Califales. En los años setenta fue punto de reunión y jolgorio de los primeros jóvenes contraculturales de esta ciudad. En frente, las privilegiadas calles de la Judería que milagrosamente llevan varios siglos de vida intensa, sin que el volumen de su pasado las haya envejecido; son viejas y no lo parecen; sin que se les haya olvidado nada, siguen vibrando con inquietud a todas horas; cada cierto tiempo se renuevan, como ha ocurrido ahora con el nuevo restaurante Montevideo.

El restaurante se ubica en una casa antigua rehabilitada con gusto Foto: Cortesía

Entramos por la calle del alcalde y empresario cordobés del siglo XIX, Tomás Conde, que termina en la plaza las Bulas. En su lado izquierdo se ubica la interesante Casa las Pavas, en la actualidad convertida en hotel de cinco estrellas. Unos metros más arriba se encuentra la casa de los marqueses de Vega Armijo, un edificio del XVII con una portada barroca de ligera y singular curvatura. En este punto, en nuestras cabezas, empiezan a resonar sugestivos olores a carne asada, y es que si nos damos la vuelta tendremos enfrente el asador elegido para la ocasión, situado en una casa antigua, rehabilitada con gusto y dedicación.

Se compone de diversos salones y de un patio climatizado, pequeño, pero muy agradable. El comedor principal, en la primera planta, es una sala espaciosa con magníficos ventanales a la calle. La carta de esta casa, muy sugerente y con un amplio abanico para componer la comanda, tiene como referencia las brasas de carbón vegetal. El chorizo criollo que podemos pedir de aperitivo está bien tratado, jugoso y con un aliño muy estimulante. No hay que dejar de pedir el aguacate a la brasa con pico de gallo (una especie de pipirrana muy fina con cilantro y picante) y chips de yuca y boniato.

Por supuesto aquí se viene a comer carne a la brasa, esencialmente vacuno, que procede de diferentes razas y orígenes, en su mayoría animales jóvenes, con maduraciones que nunca sobrepasan los 40 días. Resulta impresionante el lomo alto de Angus uruguayo donde se esmera su parrillero Daniel Jiménez. La carnes llegan a la mesa con el punto preciso solicitado por el comensal; se sirven con dos salsas para aderezarlas al gusto: picante y chimichurri. Y a disfrutar que son dos días.

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