Montevideo: el angus de Rubén Bevilaqcua

En un retranqueo de la avenida, no fácil de encontrar, pasado el cruce que lleva a Fátima , está nuestro restaurante. El exterior comparte el aspecto desvaído de la zona; pero no se dé la vuelta, porque nada más entrar le recibirán con actitudes amables y caras risueñas.

La decoración del comedor está llena de guiños a los orígenes uruguayos de su chef, Daniel Martínez . Unos sencillos estores en las ventanas proporcionan un ambiente cálido a la vez que la necesaria intimidad de los clientes con el exterior. Todo con una comedida informalidad que permite aunar el tapeo con comidas de más hechura . El servicio está cargo de Juan Jiménez , un profesional de suma amabilidad que con rapidez inusitada atiende todas las mesas, respondiendo, sin tener que recurrir a la cocina, de cuantas preguntas se le hagan sobre la comanda. Su trato sagaz y hábil, no exento de picardía , suele arrancar la sonrisa de sus comensales.

La carta es muy extensa, quizá demasiado, para el número de mesas de la casa. Pero es verdad que debe aunar una clientela más familiar y popular, sobre todo los fines de semana, con otra, más formal, de comidas de trabajo entre semana. Las empanadillas criollas de diversos rellenos (carne, moruna de pollo, cuatro quesos, champiñones) son ricas y crujientes. El paté de perdiz que es delicado y está bien compactado, se acompaña de dos mermeladas, tomate e higos, francamente memorables.

Pero en esta casa sobresalen, por encima de todo, las carnes y embutidos hechos a la brasa . La oferta es muy variada pero destacan los diversos cortes de importación uruguayos: plumita, colita de cuadril, picanha y, sobre todo, el lomo alto de la raza Angus uruguaya , manjar exquisito para satisfacción estruendosa de sus comensales. Y al final, para los golosos, un resultón panqueque de dulce de leche.