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Crítica

Asador Central: cuando las brasas se sientan a su mesa

La cocina se encuentra a la vista de los comensales y está presidida por dos majestuosos hornos de leña zamoranos

El restaurante Asador Central, situado en la calle Doce de Octubre Valerio Merino

Vicente Sánchez

Las guías gastronómicas al uso acostumbran a ir repletas de restaurantes de moderna exquisitez y por ende de precios elevados. No siempre son capaces de satisfacer las legítimas expectativas e ilusiones de sus clientes. La gente busca un espacio en el que estar en agradable compañía, disfrutar de esos momentos y estar respaldados por una buena relación calidad/precio.

Los menús únicos, largos y estrechos, que más que vanguardistas, a estas alturas están llegando a ser cavernarios, nos impiden elegir la cantidad y la cualidad de nuestros platos; y poder organizar nuestra comida según los propios gustos y no al albur del laureado chef de turno. No se puede avasallar al cliente regulando su comida por turnos y marcándole la hora de entrada y salida; acaso quieren acabar con la sobremesa, el colofón fundamental de todo buen condumio.

El comensal debe ostentar la posibilidad de elegir lo que le apetezca , sin conatos de imposición más propios de otros tiempos ya caducos. Esto no le va a ocurrir en Asador Central.

Al abrir su puerta principal nos encontramos enseguida con una barra pequeña pero suficiente, por si fuera necesario alguna espera. Detrás nos recibe una sonrisa, tranquila y sosegada, dispuesta a atendernos con suma amabilidad: ya empieza bien el asunto. Pasamos a la sala principal por un angosto pasillo que hace las veces de leñera.

Cuando nos acomodamos, una mirada circular al comedor nos descubre una estancia bien proporcionada con diseño armonioso, sin estridencias. La luz es suave, la temperatura ideal, el asiento confortable, las mesas montadas con manteles y servilletas de hilo: ¡qué alegría!

La cocina se encuentra a la vista de los comensales ocupando todo el lateral izquierdo, está presidida por dos majestuosos hornos de leña zamoranos que tras una enorme cristalera pregonan las intenciones de esta casa. La carta se ofrece limpia, sin manchas, ni tachaduras y perfectamente legible; sin las actuales tecnologías postmodernas de códigos cifrados.

Todos los platos disponibles están preparados al horno o a la parrilla con brasas de leña . Las verduras presentan ese sabor distintivo que toman cuando son horneadas con primor. Valga como ejemplo el tumbet de berenjena y calabacín que viene ligado por una salsa de tomates asados realmente impresionante.

La calidad

Son muy correctos los corazones de alcachofas con foie. Tanto las chuletitas como la paleta de cordero o la costilla de cerdo asadas están muy sabrosas, jugosas y tiernas; y hablan, por si solas, de la calidad de esta casa. No se olvide de las mollejas que sirven crujientes por fuera y jugosas por dentro.

Para terminar una tarta de queso que sorprende por su sencillez, lo que no impide su delicioso sabor. Han de mejorar, no obstante, tiempo al tiempo, el pan y la oferta de vinos.

En definitiva, la buena cocina existe cuando las cosas, como decía el gran Curnonsky, tienen el gusto de lo que son. Así de sencillo. Y así de difícil.

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