PEQUEÑOS PASEOS CON TAPA
Bar Casa Pedro | El sabor auténtico a barrio
Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos…? ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor
Con los sones de Asterix y Obelix, nos sentamos, en esta ocasión, en un banco tradicional de hierro forjado, bajo un frondoso ensombrado de melias y moreras, en el popular jardín de la Peineta; y con la mirada orientada hacia la transitada carretera de Trassierra ... es posible hacerse una buena idea de este barrio de las Margaritas que lleva décadas en un proceso continuo de deconstrucción.
Comenzó a construirse en la segunda mitad del siglo XIX, en una zona de expansión extramuros y en parte aislada del resto de la ciudad por las vías del tren. A principios del siglo XX se incrementaron las instalaciones industriales en la zona, conocidas popularmente como “La Porcelana”, “La Fábrica de las Latas” y la fábrica de aceites y jabones “El Chimeneón” de la familia Eraso Salinas, todas cerradas en torno a los años setenta. El soterramiento de las vías del tren y la ronda norte iniciaron, a finales del siglo XX, la integración paulatina de la zona.
La parte alta del barrio desde la Glorieta de Amadora hacia abajo, donde se ubicaban “las casitas baratas”, tras el ensanche y la nueva urbanización de la carretera, se ha convertido en un barrio distinto. El núcleo más genuino, como la aldea irreductible de Asterix, gira en torno a la parte de la carretera sin ensanchar desde el recién demolido bar El Pireo hasta un último reducto que es el estanco de toda la vida, ahora decorado con alegres macetas de flores en su fachada, y que, en realidad, ya forma parte anacrónica del vial.
A pesar del caos urbanístico existente, las desiguales constructivas, las caóticas reformas que se han hecho en edificios antiguos y los desangelados solares en espera de ser engullidos por el espíritu desarrollista del vial norte, todavía el barrio sobrevive. Aún hay vida; la zona está repleta de bares y pequeños negocios de todo tipo en torno al que pululan corrillos de parroquianos comentando las incidencias del día, todos se conocen, todos se saludan. Al ser un barrio de tradición periférica siempre ha tenido ese carácter irreductible, digno y de identidad superior ante “los romanos” del resto de Córdoba, como si de unos auténticos galos se tratasen.
Y como se nos ha echado encima la hora del aperitivo: “Nunc est bibendum” (ahora hay que beber ), qué mejor que dirigirnos, sin pausa pero sin prisa, hacia Casa Pedro en la calle Escritor Torquemada, frente a la Peineta. Se trata de un bar sencillo, pero cuidado donde, además de las manitas, destaca por sus suculentos callos, sin duda uno de los mejores de la ciudad: se presentan con la entereza precisa en una salsa bien trabada, con un toque de chorizo y la justa medida de picante. Y qué mejor homenaje que acabar diciendo, como lo harían nuestros queridos héroes: por Tutatis qué ricos están estos callos.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete