Corría el año 1989 cuando Ángel Morales iniciaba la andadura del bar Los Chopos en la calle del mismo nombre. En poco tiempo el lugar se hacía francamente popular en el barrio, el boca-oído surtió poco a poco su efecto y se convirtió en ... uno de esos establecimientos que no necesitan ser céntricos para atraer a público de toda la ciudad. Morales procedía ya de familia de hosteleros, pues sus padres regentaban el conocido restaurante y bar Danubio de la Avenida de Cádiz. Su sencilla idea, cervezas, algunas tapas, conservas de calidad y, sobre todos sus populares molletes, se hicieron un hueco en la hostelería cordobesa y el corazón de muchos clientes. Hoy día, 32 años después, el fundador sigue en activo y ya trabaja desde hace años con la siguiente generación, sus hijos Alvaro Jesús y Miguel Ángel Morales.
Los hermanos Álvaro Jesús y Miguel Ángel Morales
Curiosamente su hijo Álvaro Jesús nos cuenta una bonita y graciosa anécdota. Durante los primeros dos miles Ángel Morales se ocupaba de Los Chopos, de otro restaurante Los Chopos que abrió en una de las callejas que dan a la calle Gondomar y también del bar Danubio. Así que como pasaba poco tiempo en casa por trabajar tanto le pidió en la carta a los Reyes Magos que cerrasen los otros negocios para pasar más rato con su padre. Los Reyes Magos hicieron su trabajo, según fuentes de toda solvencia que debemos mantener en el anonimato. Tiempo después los tres trabajan mano a mano, pero ya no en los Chopos, sino en María la Judía.
Allí empieza la segunda etapa de Los Chopos hace siete años, ya que tuvieron que abandonar la calle que les vio nacer por una cuestión de falta de renovación de un contrato de alquiler. Tras un estudio de mercado decidieron, entre varias posibilidades, trasladarse a esta otra zona de la ciudad, barrio nuevo, en crecimiento, con familias jóvenes y de nivel adquisitivo medio-alto.
Continúa la oferta que les hizo muy conocidos, los comentados molletes, buenos desayunos, las conservas selectas y anchoas que limpian a mano (primero las trajeron de Santoña, ahora de Motrico, en Guipúzcoa). También clásicos como la ensaladilla rusa, de la que hacen diez kilos al día según indica Álvaro Jesús, carrillada, rabo de toro o pulpo a la gallega. Pero ampliaron la carta en el nuevo barrio, por ejemplo con más tipos de solomillo o la sardina ahumada, también con tapas que han ido presentando a concursos, como la tosta con carne de membrillo, salmón ahumado, queso de oveja y una reducción de Pedro Ximénez.
Igualmente, y debido a su horario extendido y una clientela distinta a la de Santa Rosa, cuentan con más opciones de copeo y en los veranos 24 sabores de helado. También ofrecen tartas, sobre todo para la merienda. Recientemente empezaron además con actividades de maridaje, algo que quieren mantener.
De esta forma la saga continúa, y aunque se les siga echando de menos en su primer barrio, el buen hacer sigue no muy lejos de su lugar de nacimiento y con una buena terraza además de un gran jardín en frente, por lo que también se ha convertido en un sitio ideal para el público familiar.
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