ARTESANOS DEL MAR
Pescartes, los últimos guardianes del Cabo de Gata
Esta asociación representa a los pescadores artesanales que faenan en este Parque Natural, protegiendo sus intereses y el ecosistema donde trabajan
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEn el pueblo de Cabo de Gata los pescadores ocupaban la primera línea de playa con sus casetas y sus barcos. En 1995 se construye el paseo marítimo con la consiguiente retirada de las embarcaciones de la arena. Para ello, enviaron grúas y guardias civiles “ ... de media España” con la promesa de que trasladarían los barcos a una playa cercana del pueblo de Cabo de Gata, con instalación eléctrica para, posteriormente, adecentar la zona para los pescadores. Sin embargo, aquel proyecto no llegó a fraguarse por la Ley de Costas y estos hombres guardan, desde entonces, sus herramientas de trabajo en casetas fabricadas por ellos mismos con todo tipo de retales.
Dada esta situación, en 2004 se funda la asociación Pescartes en la que se agrupan los pescadores artesanales de la Reserva Marina de Cabo de Gata con el objetivo de establecerse como un interlocutor válido para negociar con la Administración competente las condiciones de pesca en la reserva y participar en la gestión de la misma.
Un total de 17 embarcaciones se reparten entre las costas de San José, Isleta del Moro, Aguamarga, Las Negras y Cabo de Gata, salvaguardando las artes tradicionales de pesca como el palangre, el trasmallo u otros más específicos como la jibiera. Uno de los muchos resquicios de autenticidad que mantiene esta asociación es la playa de varada de Cabo de Gata, la única de las cinco mencionadas anteriormente en la que los barcos son sacados del agua para dejarlos sobre la arena, mientras que en el resto de localizaciones fondean cerca de la costa o atracados en puertos. Comentan que una de las ventajas de poder tener sus barcos en seco es que aprovechan los días en los que no se puede salir a faenar para pintarlos o realizar arreglos en el motor.
Se trata, asimismo, de las únicas embarcaciones que tienen permiso para pescar en la reserva, aunque tienen marcados diferentes espacios donde no pueden entrar, las llamadas reservas integrales, en las que se genera naturalmente el pescado que luego se esparce libremente por el resto de las áreas.
La experiencia de estos hombres y las características poco intrusivas de sus artes de pesca han permitido que las figuras de Protección hayan constatado el estado de conservación “excepcional” de los fondos de esta reserva donde existen las cuatro variedades de fanerógamas del Mediterráneo, y donde se ha mantenido un equilibrio en el ecosistema. “Ellos dominan y cuidan como nadie esta zona, de hecho, cuando se declara Parque Natural-Reserva de la Biosfera, quien había ya trabajando aquí desde hace años eran estos pescadores”, afirma una representante de Pescartes, la bióloga Macarena García.
La propia García venía de haber trabajado en la Administración y en la industria farmacéutica, hasta que su vida dio un vuelco cuando comienza a investigar los fondos marinos del litoral de su tierra con la ayuda de estos pescadores. Con el tiempo vio que, en realidad, ellos sabían, a su manera, casi más que ella de su objeto de estudio y quedó prendada de la forma de vida de los marineros. Como anécdota, cuenta que cuando ella llegó para trabajar con ellos les hablaba de las fanerógamas, algo que no habían escuchado nunca, ya que los marineros siempre las conocían como “la basurilla en la que se cría el pescado”.
Finalmente, decidió instalarse y acompañarlos en sus labores, tomando también parte en la gestión de la asociación, aportando sus conocimientos científicos. Reconoce igualmente lo que la asociación le ha dado a ella, asegurando que nunca se ha sentido “tan feliz ni tan realizada como en la pesca”. Rememora los momentos cotidianos de faena en el barco, las comidas, las inmersiones para rescatar algo que cae por la borda, las lecciones improvisadas de mecánica y navegación, el frío, el calor, los amaneceres. “No tengo necesidad de irme de vacaciones. Tengo tantas cosas por aprender y que me emocionan…”, resume categóricamente.
En cuanto a las técnicas de pesca que emplean los miembros de la asociación en su día a día, “son muy selectivas, diseñan un arte para el lugar y la especie donde la van a pescar, es decir, si quieren coger jibia, desarrollan la jibiera, que básicamente es un trasmallo, pero diseñado para que se quede en un sitio con determinadas corrientes y profundidades. Del mismo modo, cuando saben que las jibias llevan huevos, dejan de pescarla y cambian a otra especie y otro arte. Así, gracias a su conocimiento ancestral, saben que no deben sobreexplotar ninguna especie y respetar un calendario de capturas durante todo el año”, relata la bióloga.
El hecho de que estos artesanos pesquen animales salvajes en una reserva marina, en la que no hay vertidos de contaminación directos, ni emisarios de aguas residuales, pero sí fuertes corrientes del mar de Alborán que los ejercitan y con una alimentación basada en el propio ecosistema, provoca pescados de una calidad nutricional “brutal”, un nivel de salinidad más alto que la media y con texturas más rígidas. Con estas cualidades se han capturado tradicionalmente especies autóctonas como la jibia, la chucla, el caramel, el gallopedro o el galán, al igual que crustáceos como la gamba roja. Todas ellas pueden ser degustadas en restaurantes del litoral almeriense, algunas con más renombre que otras, si bien, en general, la demanda del producto local va en aumento.
Una vez que termina la faena en el mar, se lleva el pescado a la lonja más cercana, que, en el caso de Cabo de Gata, es la de Almería. Lamentan que los gastos de desplazamiento, la cuota de mantenimiento de este ‘intermediario legalizador’, unido a que hay días en los que se capturan especies “no deseadas por el mercado”, como la lisa, la albacora, el sapo, la araña o los ‘armaos’; acaben mermando la rentabilidad de su actividad. Es por ello que reclaman un cambio en la legislación para que los mismos pescadores puedan etiquetar y comercializar el pescado desde la misma playa o desde el pueblo, siempre atendiendo a la trazabilidad del producto.
Comparando con otras técnicas del sector, Macarena García recuerda su etapa cuando trabajaba en una piscifactoría, de donde se le quedó el olor del pienso. Ahora en Pescartes ha aprendido a identificar y a valorar la calidad del pescado salvaje. Afirma que los peces necesitan espacio, aunque sean gregarios para que no chocarse tanto entre sí. “Eso les genera un estrés que es contrarrestado a través de complementos alimenticios y antibióticos para que no pierdan las escamas y no se dañen”. Asimismo, subraya la gran cantidad de recursos que consumen estas plantas, que hacen que se instalen en terceros países donde la legislación es más laxa.
Si algo tienen claro en la asociación es que la calidad de vida del
producto y del ‘productor’ deben ser prioritarios para que el consumidor pague el precio real de lo que compra. Con este fin, promueven actividades en tierra firme que se centran, a través de talleres y participando en ferias y congresos, en la divulgación de sus artes; la concienciación de un consumo sostenible, dando a conocer otras especies de igual calidad para diversificar la demanda; talleres de manipulación de pescado; y educación del paladar para saber reconocer sabores y calidades, ya que, como advierte la bióloga, “incluso se han llegado a pintar albacoras con remolacha para venderlas como atún, por lo que esperamos establecer acuerdos con restaurantes para ayudar en la formación del personal de sala, para que sepan todo lo que hay detrás de los pescados que ofrecen”.
Las organizan, mayoritariamente, enfocadas hacia la población local, tanto para consumidores como vendedores, puesto que, como sostiene Macarena, “no nos sirve de nada que formemos a personas que este verano están aquí y el año que viene se van a otro lado”.
Para concluir, García asegura que los talleres están aportando muchas satisfacciones a la asociación y esperan continuar con esta labor, que, en definitiva, es transmitir el verdadero valor del pescado, para que, “sin pescar más, los pescadores tengan más calidad de vida” y así poder garantizar un relevo generacional en esta comunidad.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete