Los veranos distantes de la familia Jurado, cada uno por su lado
No comparten destino, ya no tienen nada en común más que el recuerdo
Quién es quién en la familia Jurado
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Iniciar sesiónCuando Rocío Jurado, «la más grande», reinaba en Chipiona, volvía a su tierra cada verano como quien vuelve a su templo. En ese tiempo ya lejano las vacaciones olían a sal, a copla y a familia. Las imágenes de aquellos veraneos siguen vivas ... en la memoria popular: paseos al atardecer con su hija Rocío Carrasco por la arena dorada, risas entre palmeras, comidas familiares en el jardín de La Moraleja, tardes de piscina y sombra donde el sol y la voz inconfundible de la matriarca parecían marcar el ritmo de los días. Más adelante, con la llegada de Gloria Camila y José Fernando, los veranos ganaron nuevas voces, más infantiles, más bulliciosas. Aquel hogar de canciones inolvidables y abrazos se llenó de juegos, de baños interminables y de una rutina doméstica que nadie sospechaba podría acabar tan mal. Incluso cuando la enfermedad se asomaba silenciosa, Rocío sostenía aquel oasis estival con una energía que parecía inagotable.
Pero con su muerte, todo se vino abajo, y los veranos dejaron de ser punto de encuentro para convertirse en un mosaico de escapadas en solitario, de postales rotas y geografías sentimentales distintas. Rocío Carrasco, durante su matrimonio con Antonio David Flores, vivió algunos veranos marcados por la supuesta normalidad familiar. El tiempo nos haría ver la realidad de aquellos años. Tras la separación, su figura se volvió más silenciosa. Con Fidel Albiac a su lado, encontró una nueva manera de entender el descanso: sin niños, sin ruido, sin portadas. La pareja vivía ajena a las realidades de quienes ya no estaban en su vida. En julio de 2021, mientras Olga Moreno ganaba 'Supervivientes' y su historia familiar acaparaba horas de televisión, Rocío y Fidel tomaron rumbo a la Costa Brava. Se instalaron en Sant Feliu de Guíxols, navegaron en yate, visitaron calas discretas y asistieron al Festival de Cap Roig, donde disfrutaron de conciertos de Raphael y Pablo López. Era una huida hacia el norte mientras el sur ardía. Desde entonces, sus veranos han mantenido ese perfil bajo, discreto, casi secreto.
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Este año, sin embargo, Rocío Carrasco ha dado un giro inesperado: ha dejado a Fidel en casa para embarcarse en una aventura televisiva. Ha sido fichada por TVE como concursante de un nuevo 'reality', 'Hasta el fin del mundo', una especie de 'Pekín Express' en versión pública, en el que recorrerá América Latina junto a su amiga Anabel Dueñas. Es la primera vez en más de veinte años que Rocío y Fidel pasan el verano separados el uno del otro. Ella misma lo reconocía días antes de partir: «A Fidel le va a costar más que a mí, aunque lo lleva pichí-pichá». La imagen de esa nueva Rocío cruzando el aeropuerto rumbo a Costa Rica, mochila al hombro, es casi un símbolo del momento que atraviesa: decidida, independiente, sin mirar atrás.
Mientras tanto, su hija Rocío Flores ha optado por un verano más privado, aunque no por ello menos cómodo. Ha alquilado junto a su pareja, Manuel Bedmar, la lujosa 'Villa Andrea', en Sancti Petri, Cádiz. Se trata de una casa de dos plantas, con suite, piscina, zona 'chill out', sala fitness y un jardín perfecto para su perrita Roma. El alquiler ronda los 280 euros por noche, y aunque Rocío ha compartido algunas imágenes en redes, ha optado por un perfil más bajo que en años anteriores. En contraste con la exposición de su madre, decidida a dar una imagen lo más alejada posible de la que dio en 'Decir la verdad para seguir viva', el 'docureality' en el que exorcizó todos sus fantasmas, ella ha preferido la calma controlada del lujo discreto. Lejos de platós y titulares, parece haberse refugiado en la intimidad de un verano que solo comparte con los suyos.
Gloria Camila, por su parte, ha tenido un verano mucho más emocional. La inesperada muerte de Michu, madre de su sobrina Rocío y expareja de su hermano José Fernando, ha sacudido al clan. Michu falleció a los 33 años en Sanlúcar de Barrameda debido a una afección cardíaca. La pérdida fue inesperada y dolorosa. Gloria pidió respeto y silencio para su familia en un momento tan delicado. Desde entonces, su verano ha girado en torno a su sobrina y su hermano. En uno de los momentos más entrañables del verano, los tres —Gloria, José Fernando y la pequeña Rocío— pasaron un día en un parque acuático, riendo, lanzándose por toboganes y tratando de regalarle a la niña un recuerdo feliz en mitad del duelo. Las imágenes, difundidas en redes y revistas, mostraban a Gloria haciendo de tía, de hermana y de madre improvisada. José Fernando, por su parte, ha decidido pasar el verano cerca de su hija, centrado en ella y apoyado en su padre, José Ortega Cano. Los tres han sido vistos paseando por Costa Ballena, en bicicleta y con gestos de cariño. Ortega Cano, que en los últimos tiempos ha estado más alejado de los focos, parece haber recuperado su papel de abuelo y de apoyo emocional en este momento complicado.
Gloria, entre tanto, ha intentado también mantener algún respiro junto a su novio Álvaro García. Aunque su foco principal ha sido su sobrina, también ha viajado brevemente al Algarve portugués, donde descansó en una villa con jardín y decoración minimalista, y compartió alguna imagen en redes. El contraste entre su necesidad de cuidar y sus pequeños momentos de evasión ha marcado su verano: un equilibrio difícil, pero genuino. En años anteriores, sus escapadas han incluido China, Ámsterdam, Marbella, Chipiona y la isla de Ons, donde compartió días con Rocío Flores. Este año, se despide de la temporada marchando a una nueva aventura en 'Supervivientes All Stars'.
Así, los veranos del clan Jurado ya no tienen aroma a azahar ni a comidas largas con sobremesa en familia. Son veranos fragmentados, individuales, cargados de mensajes. Rocío Carrasco, en busca de aventura. Rocío Flores, en una burbuja de lujo. Gloria Camila, entre la pena y el cuidado. José Fernando, centrado en su hija y tratando de reconstruir el vínculo familiar. José Ortega Cano, luchando por recuperar un puesto honorífico como patriarca de lo que queda en pie del clan. Ya no hay veranos compartidos ni posados familiares. El apellido sigue presente, más como una sombra que como símbolo de una unión. Cada uno ha desplegado su toalla en una playa diferente, literal y emocionalmente. Bajo el mismo sol, los Jurado ya no se miran, más que una familia conforman un grupo de extraños que una vez, hace mil años, tuvieron algo en común: el amor de 'la más grande'.
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