La trágica vida de Jada Pinkett: criada entre drogas, notorias ausencias y depresión
La actriz ha desvelado en 'Worthy, el amor que siempre merecí', su libro autobiográfico, algunos capítulos desconocidos de su infancia
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Jada Pinkett
Tras un tiempo alejada del foco mediático, el nombre de Jada Pinkett volvió a copar titulares en todo el mundo por la reciente publicación de 'Worthy, el amor que siempre merecí'. Este libro, supone una misiva en la que recalca el amor a ... una misma, a los allegados y, en definitiva, a la vida. Lejos de esconder sus capítulos más amargos, da un paso al frente y los narra a lo largo de sus 300 páginas. Ahora, después trascender que lleva siete años separada de Will Smith, han salido a la luz cómo vivió su infancia rodeada de drogas y notorias ausencias.
La actriz llegó a mundo fruto de un 'affaire' adolescente que terminó con una unión matrimonial. No obstante la relación de sus progenitores, Rob y Adrienne, dinamitó tras enterarse de que estaban esperando una hija. Así mismo, Jada Pinkett narra en su libro los malos tratos que su madre sufrió por parte de su entonces marido: «En su temprana, pero creciente adicción al alcohol y a las drogas, podía llegar a un nivel de violencia que resultaba aterrador y confuso. Los malos tratos continuaron durante toda la relación, incluso cuando estaba embarazada y, aunque intentó evitar sus arrebatos, pronto le resultó imposible».
Finalmente, sus padres optaron por romper su noviazgo y su padre que su progenitor se centró, según la propia actriz, más en las drogas y el alcohol que en ella. Algo que también ocurrió, en cierta forma, con su madre: «Aunque sus adicciones se presentasen de forma muy diferente, resulta interesante que ninguno de mis dos padres estuviese totalmente disponibles. Cuando voy en busca de los orígenes de mi corazón roto, es esta sensación, la de no ser una prioridad para las dos personas que me dieron la vida, la que crea una fractura en mis sentimientos».
Pasado como camello
Todo esto terminó con Rob abandonando su hija: «Soy un drogadicto y un delincuente, así que no puedo ser tu padre». La delicada situación que estaba viviendo por la ausencia de sus padres hizo que creciera con sus abuelos maternos. No obstante, poco después murió su abuela: «Se vio sumida en un dolor profundo que la empujó a una adicción a la heroína en toda regla. No tenía a nadie a quien rendir cuentas». Y al llegar su etapa de adolescente, Pinkett comenzó a vender droga y, de este modo, a ganar dinero: «Recuerdo vagamente cómo empecé a venderla, en la pista de patinaje comencé a establecer contactos con los tipos de nivel inferior».
En todos esos años, Jada Pinkett encontró uno de sus mayores apoyos en Tupac, que fue asesinado en 1996, y quien vivió, también, cómo algunos de sus familiares perdieron la vida a causa por la drogadicción: «Éramos huérfanos de alguna manera». Todo lo vivido derivó en una depresión que logro superar, como ella misma cuenta, en la ayahuasca. También explica que llegó a pensar en el suicidio, aunque, finalmente, buscó otra vía para salir del problema que tenía.
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