Toñi Moreno: «Ahora, por mi hija, no se me ocurre embarcarme en una relación tóxica»

Lola tiene tres años y es la criatura con la que se acuesta por las noches y quien la despierta por las mañanas: «Mi hogar está donde está ella». Pronto tendrá que ponerle su propio cuarto, pero posterga la decisión. Podríamos decir que Lola es su mundo, pero Toñi lo tiene claro: «La quiero con toda mi alma, pero mi mundo es como una mesa de muchas patas. Cuantas más, mejor. Si la mesa tiene una solo y se rompe, la mesa se cae. Si tiene varias, aguanta. Yo tengo la pata de mi hija, pero están las patas de la familia, los amigos, el trabajo, los 'hobbies'».

Toñi se ha encontrado con un 'hobbie' inesperado al que ahora se entrega con pasión: «He descubierto mi amor absoluto por la cocina», Y se lo debe a 'MasterChef Celebrity': «Disfruto sin presión de todo el proceso. Voy al mercado, preparo el menú, invito a los amigos, cocino tomando algo con ellos…». Ella llegó al concurso con las recetas de su madre y su abuela: «Me di cuenta que no sabía nada. Ha sido una experiencia vital. En ese tiempo me he sentido libre, me he dedicado a mí, he cocinado, he hecho nuevos amigos, he salido con los compañeros. Ha sido como irme de campamento». Y ha conocido la felicidad: «Porque eso es lo que se siente cuando te esfuerzas y ves que lo has conseguido».

No se considera especialmente perfeccionista: «Me gustan las cosas bien hechas, pero no permito que la búsqueda de la perfección me genere frustración y me haga infeliz». Se reconoce detallista: «Me gusta regalar. Me excita tanto que no puedo mantener el secreto. Sin embargo, no estoy cómoda en el halago y cuando me regalan a mí». Es una soñadora nata: «Sueño todo el rato. Sería más interesante si contara mi vida soñando». Pero no es una mujer nerviosa: «Puedo estar en alerta, eso sí. Tengo el nervio de la pasión que pongo cuando hago las cosas o cuando me enfrento a algo nuevo, pero no vivo con nervios». Y es una mujer diurna, que se despierta a las seis de la mañana y se acuesta a las nueve: «Me voy a la cama con Lola, nos ponemos una peli y caemos enseguida. No he sido nocturna ni en la edad de salir. Mis amigas sabían que yo me iba a la francesa y las dejaba plantadas».

Cuando habla del amor, Toñi reconoce que nunca lo ha buscado: «El amor llega». No tiene prisa y sabe que conocer a alguien implica una responsabilidad: «Ahora, por mi hija, no se me ocurre embarcarme en una relación tóxica. Quiero alguien que sume». Mientras llega, se dedica a sí misma: tiene un entrenador personal y hace deporte. Tenía el propósito de operarse los pechos, pero al final se ha echado a atrás: «Soy una cagona. Me da miedo el dolor y tampoco podría, durante el posoperatorio, coger en brazos a mi hija». De todas formas, no lo descarta: «No tengo ninguna operación estética, le tengo mucho respeto, pero no estoy contenta con mi cuerpo, me pasa como a muchas mujeres. A lo mejor, en un futuro y si tengo tiempo, doy el paso y me hago un retoque».

La familia Moreno era muy humilde: «Apenas hay fotos de mi infancia porque no teníamos cámara, así que le tengo mucho cariño a este recuerdo». Ahí tenemos a la pequeña Toñi, vestida de flamenca, junto a su querida abuela Antonia: «Mi madre me mandó a Sanlúcar de Barrameda cuando iba a dar a luz a mi hermana. Mi abuela era como las de los cuentos: me cosía, me hacía de comer, me cuidaba, jugaba conmigo. Era puro amor». Toñi era una niña obediente, seria, responsable, poco traviesa.

Echa la vista atrás y siente que apenas tuvo infancia: «Se me acabó a los ocho años, cuando mi padre se quedó sin trabajo. Mi madre estaba más preocupada por poner un plato en la mesa y vestirnos que por jugar con nosotras. Y yo empecé a trabajar a los 14». Pero todo lo que no tuvo ella quiso que lo tuviera su hermana pequeña: «Siempre he querido que disfrutara como una niña». Y se emociona al ver a su madre convertida en una abuela entregada: «La pobre bastante tuvo con hacer lo que pudo en su momento, ahora puede disfrutar de su nieta y me encanta verla dar tanto amor».