'Ni que fuéramos Shhh': los secretos detrás de las cámaras
Compartimos una tarde con el equipo del programa y descubrimos cómo se preparan, cómo improvisan y convierten cuatro horas de televisión en un show de risas y emociones. Además, destapamos la verdadera relación entre Belén Esteban y Kiko Matamoros o Lydia Lozano y Javier de Hoyos
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Lo primero que llama la atención al visitante es que no acude a un plató de televisión, está en la primera planta de un bloque de viviendas. La zona exterior se divide en dos, la redacción y el 'pisito' donde se realiza cada tarde el programa 'Ni que fuéramos Shhh', que a su vez se divide en la zona de la gran pantalla para las conexiones, el saloncito con las sillas y una cocina que se transforma en zona de guerra cuando cocinan en directo: «En este decorado no sienten que están que un programa sino en su casa. La idea es que transmitan que esto es una reunión de colegas que vienen a pasárselo bien», explica el director, David Valldeperas.
Lydia Lozano coincide con él: «Es como estar en casa con tu gente. Te levantas, vas a la nevera, te pones una copa y sigues hablando». La parte interior acoge el control, la sala de reuniones, los camerinos y baños. Es una tele de juguete y ellos vienen a jugar, pero juegan muy en serio: se dejan la piel para entretener a los espectadores. Lydia lo tiene claro: «O me entrego del todo o me quedo en mi casa. A mí me ofrecieron 'Bake Off. Famosos al horno', pero lo rechacé. Yo no puedo ir a un programa para estar todo el tiempo quejándome. Me acababan de operar de la espalda, estaba muy mal. También me han ofrecido 'MasterChef Celebrity', pero tampoco. Fui a 'Baila como puedas', me creí Jennifer López y me partí en tres. Me operaron tres veces de la espalda. Me rompí una costilla. Charly me decía 'Que no eres la Pavlova'... Pero soy así. Yo, si firmo un contrato es para darlo todo. Y eso es lo que hago cada tarde cuando vengo».
Una de las primeras en llegar es Belén Esteban y siempre cumple su rutina: «Saludo a los compañeros de la redacción, voy con Cristina, que me maquilla, y con Rubén, que me peina, repaso la escaleta en la pizarra y voy a la reunión». Hoy, el encargado de explicar los temas es Javier de Hoyos, que presenta con Belén: «Nunca imaginé que estaría sentado junto a un icono pop de la cultura española como la Esteban», reconoce: «Aprendo un montón porque se salta el guion al completo y me pone a prueba todo el tiempo». Ella, por su parte, reconoce que se divierte, aunque también tiene momentos malos: «Yo al final me meto en todos los charcos. Menos cuando me pongo a cocinar, que es lo que más hago, me lo paso muy bien. Tampoco cuando hay temas que me tocan, como lo de Anabel, que es amiga mía, o temas personales, que siempre digo que me voy a callar, pero al final salto y no debería».

La última en llegar es Lydia: «Tengo rehabilitación de espalda, de manos, así que, para no venir antes, me peino y me maquillo yo en casa. Me lavo la cabeza, me arreglo y vengo. A veces ni llego a la reunión». Tampoco pasa nada porque es un mero trámite, muchos de los temas propuestos caen y se improvisan nuevos en pleno directo, como explica Valldeperas: «Me encanta romper escaletas, son los programas más divertidos, pero una pesadilla para producción. Actúo en función de lo que me aburre o lo que me gusta. Además, la opinión de los 'quickers' en el chat puede marcar el desarrollo del programa. La sinergia con el espectador genera fidelidad y diversión, es un juego interesante».

A Marta Riesco la pillamos en maquillaje y peluquería: «Es importante sentirte con el 'glow up' porque potencia la autoestima', explica la reportera que luego se echa a las calles: «A la hora de encarar un reportaje viene bien sentirte más mona.» Además de la imagen, Marta tiene otros trucos: «Como nunca hay planes, recurro a la improvisación y a la intuición». En eso coincide con Gonzalo Vázquez, el argentino que vino con su novia para empezar una nueva vida como reportero en España: «Nuestro peor enemigo es la vergüenza. Es más importante no tener vergüenza que manejar buena información. Con información y vergüenza no vas a ninguna parte, pero con descaro y desparpajo aprovechas tu momento en la calle para traspasar la pantalla.» Al argentino le sorprende el fenómeno español de las dinastías, «un contagio de fama por ser 'hijo de' que ha creado toda una industria».
Resulta divertido ver cómo Javier de Hoyos, que hoy cambia el chip de colaborador a presentador, provoca a Lydia Lozano al decir que llora con algunos temas: «Yo, desde que escribí el libro, río más que lloro». Y luego reconoce que la colaboradora ha estado con él a las duras y a las maduras. Lydia no se corta y se lo recuerda: «Me he levantado de la cama, me he puesto colorete y he hecho programas por ti».
Que Belén tiene debilidad por Kiko Matamoros salta a la vista: «¿A que siempre me dices que tengo la mecha muy corta?» Le espeta 'la patrona' al verle llegar. «Me encanta que tengas la mecha corta. Te subes al palito como un jilguero», bromea el colaborador, que la abraza con cariño antes de reñirle: «Por respeto a tu marido deberías ser más prudente con la gente del Atleti.» Ambos se enzarzan en una discusión de fútbol que acaba con una confesión de Kiko: «El Atleti es casi mi segundo equipo. Fui socio muchos años y soy amigo de muchos jugadores». El otro Kiko no viene hoy. Belén lo agradece: «Cuando están los dos les pido que no me miren. Imposible. Son unos 'cabronazos', se portan como Zipi y Zape. Kiko la mira con una sonrisa: «Me gusta que me reprenda, forma parte del espectáculo». Se quieren y discuten como cualquier familia bien avenida. Solo que ésta familia parece que vive en la tele.
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