Reacciones a las memorias (y desmemorias) de Mar Flores
A raíz de publicar su libro 'Mar en calma', los fantasmas del pasado han vuelto a la vida de la modelo
La vida personal de Mar Flores: abuela a los 56 años, la relación con su hijo Carlo Constanzia y la ruptura con su novio
Mar Flores: «El día de mañana voy a necesitar una pareja para sentirme realizada del todo»
Álex Ánder
En los años noventa, Mar Flores acaparó tropecientas portadas de revistas, noticias de periódicos y horas de tertulias de radio y televisión. Casi siempre por temas ajenos a su trayectoria profesional, que dicho sea de paso tampoco es apasionante. Y estos días vuelve a ser ... noticia por la publicación de sus memorias, Mar en calma, en cuyo prólogo se apunta que «a la sombra del escándalo, fue vapuleada, ofendida y acosada por todo un país que aún vivía bajo códigos machistas muy enraizados». Algo de eso hubo, sí.
Pero parece exagerado venderla como un icono de empoderamiento femenino. Y viendo lo que cuenta (y lo que omite) en su libro, tampoco es que estemos ante la sinceridad personificada. Natural del barrio obrero de Usera (Madrid), Mar es la pequeña de cinco hermanos criados por un hombre severo pero cariñoso y una madre regañona y preocupada constantemente por el qué dirán. «Mis abuelos paternos tenían dinero, fincas, pisos. Podían presumir de tener una buena posición. Pero la familia de mi madre no tanto», comenta en el libro, donde añade que su abuela materna se enfadó con su madre porque consideraba que esta no debía casarse con alguien «que estaba en un nivel económicamente superior al suyo y pertenecía a otro mundo».
Mar cuenta que en 1989 un señor le ofreció presentarse a las pruebas para un concurso organizado por la revista Elle bajo el nombre 'el rostro de los noventa', cuyo premio consistía en un viaje a París. Las superó, consiguió quedar finalista y sus padres acudieron a verla desfilar y aplaudieron como nunca cuando anunciaron que Mar era la ganadora. «Uno de aquellos días me llevaron a visitar una de las mejores agencias de modelos del momento, donde me hicieron otro book de fotos», relata en el libro. «Me entrevistaron y, al final, me ofrecieron un contrato para alargar mi estancia y quedarme unos meses más». Durante los siguientes meses tuvo ocasión de protagonizar una campaña de publicidad para la marca Canon y la llamaron para hacer de doble de Cindy Crawford, con la que más tarde participaría en algún desfile. Tres años después de su aventura francesa decidió regresar a Madrid, donde hizo algunas pruebas para la tele y enseguida la llamaron del programa de Telecinco VIP noche, en el que empezó como azafata y pronto pasó a copresentadora, junto a Emilio Aragón.
Ella cuenta que un día, mientras estaba trabajando en la tele, llegaron los italianos de la cadena a Madrid para alguna reunión de trabajo, «y allí, casi por sorpresa», conoció al aristócrata Carlo Constanzia di Costigliole, con el que una amiga le organizó una cita a ciegas. Luego tuvieron varias más y se acabaron enamorando. «La primera vez que me casé busqué independizarme, salir de mi casa, huir de un ambiente que no me hacía bien». Con aquel atractivo italiano, mayor que ella, cumplió su deseo de «ser madre joven» al traer al mundo en otoño de 1992 a Carlo, el primero de sus cinco retoños. Según explica, su matrimonio duró poco porque se casó jovencísima («y, sin saberlo, con un completo desconocido», un tipo celoso y que le daba mala vida), y su divorcio fue bastante tormentoso. Constanzia ha evitado ahondar en estos asuntos, pero es cierto que no puede ni ver a su ex y que, cuando Carlo estaba a punto de tener un bebé con Alejandra Rubio, soltó en un programa televisivo que espera «que sea mejor abuela que madre».
Los noventa fueron años en los que Mar no paró de trabajar. En el 96 la cogieron para sustituir a Lia Chapman en la serie de Antena 3 Canguros, y al año siguiente apareció como protagonista en un filme, dirigido por el mismísimo Juan Antonio Bardem, que recibió todo tipo de críticas y burlas. Más tarde haría otras dos películas que sirvieron para confirmar que Dios no la llamó por el camino de la interpretación. Con sus primeros ahorros se compró un piso en la zona norte de Madrid. Allí vivió con su hijo Carlo, a quien dice que perdió durante mucho tiempo «porque tenía que trabajar, mis padres no podían mantenernos. He estado ausente en montones de fechas importantes para él como funciones del cole, fiestas, tardes de Reyes, planes familiares con los abuelos…». Entonces ya era objeto de la persecución de los paparazzi y se la relacionaba con millonetis como Fernando Fernández Tapias, uno de los empresarios más importantes de nuestro país, con el que mantuvo un breve idilio que al principio negaba.
Según cuenta ahora en su libro, el naviero gallego le ofreció un sólido soporte emocional cuando en 1995 su ex buscó a Carlo en la guardería a la que acudía y se lo llevó un tiempo a Italia. «Fernando me ayudó con abogados, tanto españoles como italianos, buscó unos detectives para poder encontrar al niño siguiendo una pista que llegó de una manera impensable y enseguida tuvimos localizado a mi pequeño Carlo. Incluso sabíamos la guardería a la que iba. ¿Pero qué fue lo que realmente nos puso sobre la pista? ¿Quién me dio ese hilo del que tirar? Pues ni más ni menos que Alessandro Lequio». Una vez en Italia, Mar hizo los trámites necesarios y pudo demostrar a las autoridades que era una buena madre y que podía cuidar a su hijo. «La parte contraria alegó que trabajaba en la tele, que llevaba mala vida y que no era capaz de cuidar de mí misma, y mucho menos de un niño», recuerda ahora. Para ese momento, Lequio había caído rendido ante los encantos de Mar, que también se encaprichó de él desde que le conoció a través de Sofía Mazagatos.
@el_hormiguero “Hay dos hombres en mi vida a los que les doy las gracias por haberme ayudado a recuperar a Carlo” @marflores_mar reconoce públicamente el apoyo de Alessandro Lequio y Fernando Fernández Tapia #MarFloresEH ♬ sonido original - El Hormiguero
Sobre Fernández Tapias explica que pasaron «una etapa estupenda, muy estable», pero que la relación «se acabó diluyendo», entre otras cosas «por la gran diferencia de edad que existía entre Fernando y yo (casi treinta años), por la distancia y el castigo que me daban a mí (no a él, que era el poderoso) por destacar en una España casposa y antigua, tan de apariencias, tan falsa y pacata que era capaz de destruir cualquier cosa por pura envidia». Aunque el verdadero detonante de la ruptura fue la publicación en una revista del corazón de unas fotos en las que Mar se encontraba en Roma y se besaba con Lequio. Los cronistas de la época pusieron como un trapo a la interfecta, acusada de engañar al empresario y arrimarse a él con el objetivo de medrar económica y socialmente. Mar dice que nunca estuvo con Fernández Tapias por interés, ni tampoco le puso los cuernos. Pero varias fuentes consultadas sostienen que sí que solapó relaciones, aunque seguramente nunca lo llegará a reconocer porque hacerlo la dejaría en mal lugar.
«Tuvimos una amistad de por vida. Él y yo, yo y él. Con Nuria [González], su esposa, ex amiga mía a la que yo le presenté a Fernando, la amistad fue imposible porque evidenciaba su inseguridad ante nuestra conexión«, escribe Mar. Para suerte de ella, el fallecido empresario era un hombre muy celoso de su vida privada y tampoco se espera que abra la boca su discreta viuda. Quien sí ha decidido hablar es Lequio, que opina que »Mar Flores no miente; reinventa. Lo suyo no es memoria, es creatividad sin frenos». Para empezar él afirma ser la persona detrás de aquella foto en Roma, sacada desde el edificio en que en ese momento vivía su madre. «La hace Miguel Temprano y yo quería hacer esto porque quería que ella rompiese con Fernando Fernández Tapias«. A esto añade que le dio a la modelo el dinero que le pagaron por venderla a la revista y que «su empeño en decir que fueron relaciones sucesivas y no relaciones concurrentes es absurdo porque el escándalo estuvo precisamente ahí».
Ahora bien, aquel jaleo fue un juego de niños comparado con el que se armó a comienzos del 99, mientras salía con Cayetano Martínez de Irujo, hijo de la duquesa de Alba. Fue en febrero de ese año cuando Interviú publicaba en portada unas imágenes en las que Mar y Lequio aparecían juntos en la habitación de un hotel. En su autobiografía dice que las fotos las hizo el ex de Ana Obregón con una cámara que tenía, y que ella le pidió que las revelara en Italia por un tema de discreción. «Cuando tiempo después rompimos, algo que yo intenté alargar para acabar de la manera más civilizada posible, se las pedí [...]. Y, efectivamente, me las dio..., no sin antes haber hecho varios juegos de copias». Por razones que nunca quedaron del todo claras, las fotos pasaron por varias manos, entre otras, las de Kiko Matamoros, entonces ex cuñado y representante (ella señala en el libro que para entonces ya no llevaba sus temas, pero la hemeroteca demuestra que en esto, como en tantas otras cosas, miente).
«Para mí Mar fue como una hermana pequeña o una hija casi, no por la edad, pero podría haberlo sido. Me he sentido siempre mal pagado en ese sentido porque ha dejado sobre mí siempre la sombra de la duda«, contaba el otro día Kiko, quien dice igualmente que ayudó a Mar a restaurar su imagen y recuperar esas fotos. Según los indicios, fue su hermano Coto Matamoros quien se las apañó para quitárselas y las vendió a Interviú con el fin de sacar unos millones. Aquella sucia historia destrozó anímicamente a una Mar que está convencida de que su objetivo era «dinamitar y acabar mi relación con Cayetano». Al hilo de esto, Lequio explicó que alguien del entorno de la modelo, pensando que también él había hecho negocio con esas fotos, le quiso joder la vida metiendo droga en su maleta. Él denunció los hechos, que llegaron a investigarse, pero «eran personas tan poderosas» que la causa fue sobreseída.
Lo que también es verdad es que aquella portada de Interviú afectó a la relación que Mar mantenía con el aristócrata, cuya madre se oponía frontalmente a que una mujer con la reputación de la joven entrara en la Casa de Alba, y contribuyó a que rompieran. Cayetano no guarda buen recuerdo de Mar, a la que ha tachado de «mujer maquiavélica y fría, de doble personalidad», y ella explica que «nunca he medido ni calculado los riesgos que implicaban mis decisiones, siempre he procedido creyendo que el amor podía con todo». Después de aquel episodio, la madrileña se casó con el empresario de hostelería Javier Merino, quien en sus palabras la «arropó» y la «instó a pedir ayuda profesional, a retirarme de aquel mundo tóxico que me utilizaba como un muñeco al que se le pueden dar golpes».
Merino, padre de sus cuatro hijos menores, era entonces dueño del famoso bar de copas Fortuny, así que Mar pudo dedicarse a ejercer de ama de casa feliz. Aunque en un momento dado, posiblemente por aburrimiento, montó una marca de bolsos que no fue tan rentable como ella esperaba. En 2016 se separó de su marido, «por un simple desgaste», pero en su libro habla de él con afecto y apunta que conservan «una relación fluida por nuestros hijos», cuya custodia compartieron. A continuación mantuvo una relación larga e intermitente con el multimillonario mexicano Elías Sacal. A sus 56 años, está soltera, gana dinero haciendo publicidad en redes sociales y colaborando en programas de televisión, y está convencida de que todas esas vivencias negativas la convirtieron en la persona resolutiva, resiliente y conciliadora que es hoy.
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