Paulina Rubio, la chica inflamable

Ante Sonsoles Onega asomó con gafas de sol, y así se hizo la entrevista. Ante Eva Soriano, soltó bobadas de mucho desmadre. En el escenario no sé yo si le va bien o no, pero el show Paulina lo monta ahí donde va. Afina mucho en desconciertos. Recuerdo que en medio de la nada del confinamiento, Paulina Rubio salió a hacer un conciertito por pantalla, desde su retiro. Y parece que iba muy animada de Solán de Cabras. En las redes hubo mucho asombro, porque Paulina pronunciaba mal, y tarde, y decía «causa», en vez de «casa», por ejemplo. De manera que ella asomó a hacer su show, y el show subió a internet, y por ahí sigue funcionando. Hasta ella llegó a contestar aquel escenón, muy animada de sí misma, como siempre, pero un poco más.

En las redes la criticaron mucho, pero yo casi prefiero a esta Paulina, recontenta, que a la Paulina profesional del cabreo, o la antipatía. Porque se diría que, en general, Paulina practica el cabreo como entretenimiento, y que lleva el arrebato como otras derrochan en bisuterías. A veces Paulina Rubio se pasa mucho de rubia. Otra faceta de Paulina es el jaleo con Nicolás Vallejo Nájera, que fue su marido, y ahí sigue el hombre, de «ex» resignado, para toda la vida. Celebraron un juicio, en Miami, para dirimir el divorcio, pero no adelantaban nada, y el acuerdo tardó siglos. Resultó la cosa un juicio por capítulos, en plan reality, pero sin cámaras.

En un capítulo anterior, Pau y Nicolás se hablaban enviando a sus respectivos abogados al trote, por los pasillos. Acababan más distanciados que al principio, si es que fuera posible mayor distancia. Que me parece que no. En aquel último capítulo, el juez llegó a preguntarle a Nicolás si se llamaba «Colate» o «Colato», y enseguida Paulina pillaba la palabra, sin pedirla, para pegarse un pregón de reproches contra su «ex» marido. Me consta que Nicolás llevó todo aquel purgatorio entre «el desconcierto y el cabreo», según el día. Se sintió «desgraciado».

Ahora le han preguntado por Paulina, tras sus exóticas entrevistas, y ha preferido no decir nada, que es un modo de decirlo todo. En eso ya lleva entrenamiento, y veteranía. Cuando Nicolás se casó con Paulina, una de sus «ex» novias, madrileña y televisiva, me dio el pronóstico en una cena: «Tiene marido para rato». Quería decir lo que luego vimos: va sobrado Nicolás de paciencia, y hasta le llevaba a Pau el perrito caniche por los aeropuertos. La paciencia ahí sigue, y el perrito no sé yo dónde andará. Nicolás ha padecido lo que ya sospechaba: la consorte caduca, pero la «ex» no. Como que cada vez que Pau viene y da una entrevista, le toca a él el disgusto de decir que mejor no dice nada. Entretanto, Paulina a lo suyo, de chica inflamable y superventas de sí misma.