FOTOMATÓN
Pam, la vida después de un bañador rojo
Aún no ha comprendido que del cirujano estético puedes salir peor que entraste, pero qué le vamos a hacer
Pamela Anderson: «Mis tetas fueron las que tuvieron una carrera, yo iba en el pack»
Madrid
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Iniciar sesiónAunque cueste un poco creerlo, o quizá un mucho, Pamela Anderson se aupó de famosa yendo vestida por el mundo. Bueno, medio vestida de bañador rojo, como vigilante de la playa, en la serie del mismo nombre. Fue un trueno, que llega hasta hoy. ... El bañador ya lo llevará siempre, aunque no lo lleve. Después de aquel exitazo de tele, ya más bien remoto, la rubia se vestiría mucho de tatuajes, para salir ya sin bañador en los reportajes, y así se ha ido haciendo una carrera de chica cañón que sólo se pone un traje para ir a las fiestas de Hollywood. Y a veces ni eso.
En Las Vegas, no hace siglos, fue desnuda a darle la tarta de cumpleaños a Hugh Heftner, el capo de Playboy. Ahora, Pamela es noticia porque empuja la promoción de un libro autobiográfico, 'Love, Pamela', donde completa el retrato escalofriante de guapísima que escapó de padre abusivo, novios violentos y algunos acosos sexuales.
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De modo que la rubia de la playa aún existe. Pamela nunca se cortó, en lo atuendario, y ahora tampoco se corta en la prosa íntima. Ha recumplido ya el medio siglo, pero tiene, todavía, pinta de estríper, gasta los pechos de una pornostar, y reúne mucha hemeroteca de novios canallitas que le hacían el reportaje de la luna de miel a todo tanga. El más conocido fue Tommy Lee, y aún antes, hubo un tal Don Illic, que firmó en los ochenta el primer book de la rubia, muy nutrido de fotos de entretenimiento doméstico. Estos novios, y otros, se fueron perdiendo en los caminos de Pamela, que a veces se quitaba las penas yendo al cirujano plástico.
Aún no ha comprendido que del cirujano estético puedes salir peor que entraste, pero qué le vamos a hacer. Se ha casado cinco veces, que es lo mismo que decir que cinco veces se ha divorciado. Pamela no va teniendo mucho futuro, como consorte, aunque sí tiene mucho pasado, como Pamela propiamente dicha. Un amigo golfo, y sabio, siempre advertía que una de las virtudes mayores del matrimonio es que incluye la felicidad de poder divorciarse. Yo creo que Pamela sigue este lema, aunque no lo conozca. Se casa por el placer de divorciarse, quizá. Le han durado siempre más los bikinis que los hombres. Le acaban sentando mejor los bikinis que los hombres.
Porque el éxito mayor, e insuperable, de Pamela, a estas alturas de la liga profesional de la chavala, ha sido poner de moda el bañador rojo, como trapo lencero de exteriores, y de ahí, todo seguido, hasta ser la rubia bombón de los escaparates de la confitería de las portadas de las guapas internacionales. El bañador rojo, a ratos, se perdía en el camino, y teníamos entonces a una Pamela de corsetería escueta de toda la vida, o bien a una ultrarrubia rigurosamente desnuda que decía cosas que algunos fans igual iban ya sospechando: «Soy un auténtico animal sexual». De eso también habla en estas memorias en curso, incluyendo famosos. Le han salido muchas imitadoras, pero rubias como ella sólo hay una. Para bien. O para mal.
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