FOTOMATÓN
El padre desmesurado de Manuel Díaz
Entrenaba en los campos, bajo la luna, ante cualquier toro de abordaje urgente, y con los oficios duros de albañil iba reuniendo un alivio a la orfandad, entre cuatro hermanos
La complicada relación entre Manuel Benítez 'El Cordobés' y su hijo, Manuel Díaz: enfrentamientos, el ADN en una servilleta y un acercamiento final
Manuel Díaz 'El Cordobés' se pronuncia sobre la herencia de su padre: «Nunca se me ocurriría llevarme un duro de ese hombre»
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Iniciar sesiónManuel Díaz trae, al fin, de la mano, al propio padre, después de cincuenta años de hijo que no cesa. Acaban de darse un abrazo de reencuentro que lleva décadas de retraso. No será porque Manuel Díaz no ha insistido, demanda de paternidad ... incluida. El padre se llama Manuel Benítez, 'El Cordobés', un tipo duro y a lo suyo, que ha resultado un pirómano de cualquier plan, y un trapecista del toro, y de los toros biográficos que vengan.
Fueron los sesenta los años de 'El Cordobés', aquí y también fuera de aquí, y a un momento estuvo de hacer una película con los Beatles, pero no cuajó a última hora el proyecto, porque Manuel pretendió una cuota de sueldos para repartir, entre su cuadrilla. Y los Beatles por ahí no pasaban. Viene de la escuela del hambre, con una madre jornalera, que se murió de anemia, y un padre camarero que dio el suspiro último en las cárceles franquistas. Le aplicaron, algún día, aquella ley infame de «vagos y maleantes», según acredita la leyenda no disparatada.
Entrenaba en los campos, bajo la luna, ante cualquier toro de abordaje urgente, y con los oficios duros de albañil iba reuniendo un alivio a la orfandad, entre cuatro hermanos. Se hizo archifamoso, ya de novillero, y sus hazañas las aupaba 'El Pipo', apodo de su apoderado, un genio de las picarescas que decoraba la Gran Vía con fotos de Manuel, o bien lo sacaba a hombros aunque la faena esa tarde no hubiera sido excelsa, precisamente.
Se vino un día a conquistar Madrid, saltó de espontáneo a Las Ventas, y casi lo mata el toro. La confirmación de su alternativa fue en 1964, y resultó la primera corrida que dio en directo Televisión Española. También ese día le cogió el toro. Todos sus alardes eran un colapso insólito, en la afición, y ante las televisiones de los escaparates hacia la multitud una cola bullente, para verle hacer el salto de la rana. A veces, hasta se vendía el sitio preferente, guardado durante varias horas previas, como en los conciertos.
Hizo tres portadas de la revista 'Life', como un Jagger de lo suyo, como un quinto Beatle del estoque. Se casó, en 1975, con María Martina Fraysse Urruty, nueve años más joven que él, y tuvo cinco hijos, María Isabel, Manuel María, Rafael, Martina y Julio. De ella se separó, hace unos años, en coincidencia azarosa con la demanda de paternidad del hijo torero. Tenía una avioneta con la que a veces iba a torear, de piloto él mismo.
Ahora se reconoce padre al fin de Manuel, después de una vida, y así estamos ante la nueva e inesperada época última, o penúltima, de un tipo literario, salvaje y desmesurado, Manuel Benítez, siempre bajo aquel lema de Picasso: «Nací joven para toda la vida». Administra un patrimonio millonario, pero ante todo ha sido «rico de aventura», siguiendo el verso de un poeta que no ha leído. Tiene la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, concedida en 2014. A su hermana mayor le dijo, cuando se decidió torero: «O te compro una casa, o te visto de luto». Y le compró la casa.
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