Marta Chávarri, la foto capitular de la democracia
Hubo un día, que fue noche, en que sobraba un fotógrafo, y faltaban unas bragas
Hallan muerta a Marta Chávarri en su domicilio de Madrid
Desvelado el posible motivo de la muerte de Marta Chávarri
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Iniciar sesiónEn la vida de Marta Chávarri hubo un día, que fue noche, en que sobraba un fotógrafo, y faltaban unas bragas. Pero así es la vida, ese ramo de azares. Estaba ella en la discoteca 'Mau Mau', en Madrid, que era la gruta de ... moda, y un flashazo directo le llegó hasta la lencería última que no llevaba. El momento insólito recaló después en 'Interviú', que publicó aquel retrato, pero en página interior, reservando una portada donde Marta Chávarri iba de maillot malva, púdica de gimnasio, dorada con ese dorado de las chicas de familia bien, más la melena de spot, con un ángel del demonio, así en general, que es el ángel que ella tenía siempre. La gran página interior era una página doble, y hubo gentíos que se cabrearon porque la grapa de la revista caía donde no debe caer nunca una grapa, cuando estamos hablando de un desnudo de ráfaga, de un desnudo imprevisto que va muy vestido, con ese exceso, entre barroco y tropical, que algunas aristócratas prefieren si salen de copas entre famosos.
Esa foto está tomada en la noche del 15 de junio de 1988, en una fiesta donde se declaraba a Lola Flores «personaje más popular del año». Sólo que el personaje del año sería enseguida Marta Chávarri, que llegó a fundar un género, sin pretenderlo: el reportaje de una sola foto. Resultó, Marta, el personaje de ese año, y de tantos otros. La foto de la chica sin las bragas de oro le dio un susto al propio fotógrafo, que estaba allí a cumplimentar el álbum de convidados, y se encontró, con el revelado mágico, que Marta Chavarri se había dejado la braga en casa. Escribió Ramón Goméz de la Serna que «la braga es una mariposa de lencería sexual que siempre va a pararse al mismo sitio».
En la foto, faltaba aquella mariposa lencera, y así tuvimos el gran cromo que es una capitular de la democracia española, cuando se anudaban y desanudaban matrimonios célebres, cuando se llevaba la gabardina de llamarse Alberto, cuando la fusión de un Banco con otro Banco igual dependía de la infidelidad, secreta o no tanto, de una mujer hermosa. Cuando estaba de moda la Marbella que no duerme, y la palabra jetset, y el golfeo de boite. Yo creo que la vida de Marta Chávarri gira sobre esa foto que ella prefirió no ver nunca, porque antes de la foto está la chica de familia de raigambre sonora, hija de diplomático, el embajador Tomás Chávarri, y bisnieta del conde de Romanones, por parte de madre, con lo que estamos ante la sobrina de Natalia Figueroa, mujer de Raphael. Y después de la foto está una mujer que se abismó en la depresión, tras un accidente que dañó su rostro pulcro de perfecciones. Marta lo tuvo todo, en un momento de frenesí biográfico, y después escogió la vida oculta, que aconsejan los sabios, no sabemos si harta, o hartísima, de la condición de chica escaparate, o arrastrada a un exilio interior porque de pronto la vida no es noble ni buena ni sagrada, según la iluminación de Lorca, que también sirve para las novias fugaces del latin lover Philippe Junot, como es el caso de Marta.
Igual que en la biografía de Marta Chávarri hay un rico y enredado árbol genealógico, que enrama en la aristocracia, hay otro árbol enredado y rico, el de sus amores, que van desde Fernando Falcó a Alberto Cortina. Fernando murió, y a Alberto se lo llevó el divorcio. A Marta, cuando lo de 'Interviú', la titularon en el extranjero «la marquesa sin bragas», y ahora veo, cuando su muerte imprevista, que por ahí la adornan de 'it-girl', que no sabemos lo que es, pero sí, al contemplar la lámina mejor de Marta, allá en los 80, o los 90, donde se concreta una mujer de atractivo o influencia, de un encanto sobredorado, con ese imán de inocencia que tienen algunas pijas escogidas, que hechizan como por descuido natural, por lánguido accidente.
Las de Instagram, hoy, quisieran mantener parentesco con Chávarri. Si se hiciera en condiciones una enciclopedia de atrevimiento de la Transición, y la Democracia, ahí debiera figurar, de gran capitular imprescindible, la foto sin braga de Marta Chávarri, porque lo que no se ve es lo que importa: la España del pelotazo, la mafia de los hombres millonarios concretando negocios, el verano de los escándalos financieros, el chantaje en los hoteles cinco estrellas y los divorcios que preparan la oportunidad de volver al error alegre de casarse. De modo que sin bragas iban muchas, y muchos, incluso, que despilfarraban en lencerías adúlteras, en yates clandestinos, en apaños de mucha billetería.
La foto de Marta eclipsa el resto de sus fotos, como le pasa a Sharon Stone, citando rápido. Marta es una Sharon Stone con orla de marquesa que no ha querido saber nada de la vida de cine, desde que fue musa pretendida y perseguida, en los finales de los ajetreados ochenta. Dicen los pocos que la frecuentaban, en los últimos años, que se dedicaba a pintar y a la maravilla de la rutina, en su casa desperezada del barrio de Salamanca. Seguro que a ella no le había demasiada gracia el recuerdo de la foto del aquel día en la discoteca Mau Mau, que era noche, en un tiempo de jarana donde Lola Flores daba un homenaje o bien se lo daban, igual que en Madrid, a las ocho de la tarde, o das una conferencia o te la dan, según la máxima maliciosa de Don Eugenio D´Ors. Pero es esencial traer aquí este recuerdo, porque entonces España, a ratos, se parecía a Marta Chávarri.
En la juerga de aquella noche con la Faraona también estaba Fernando Falcó, el marido de entonces. Y más gentes de apellido de oro y corazón contento. Nadie supo que, en algún momento, alguien hizo sin saberlo un retrato del 'más allá' de una falda de cóctel. Igual sobraba el fotógrafo, y faltaron unas bragas. Pero no. Las mariposas de lencería sexual siempre van a pararse al mismo sitio. Sólo que a veces no aparece por ningún sitio la mariposa.
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