El fotomatón
Mar Flores es una Preysler castiza y vecinal
Ha cumplido mucho el oficio de ir y venir de las portadas al amor, y al matrimonio incluso, y también al contrario, y yo veo que sólo se despeina por dentro
Madrid
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Iniciar sesiónUn día fue Mar Flores la musa principal del debate de las peluquerías, y ahora la ha fichado Sonsoles Onega, para el trajín de plató. Tiene tirón el fichaje. Se concreta así el regreso de Mar, que nunca se ha ido, en ... rigor, solo que ahora no se emplea en una portada sino en la tele, de donde voló, hace mucho. Ha llegado a este virtuosismo de birlibirloque de la propia fama después de una ardiente juventud de amores o amoríos desiguales, y hasta cuernos a la luz de una farola.
Le dio alegría a la alegría, Mar, casi antaño, ya, hasta que se casó con Javier Merino, y pasó así a una existencia casi silenciosa, al fin libre de chismes tóxicos y cháchara difamante, de esa que saca mucho porvenir del pasado.
A Mar los hombres le acabaron saliendo entre mal y muy mal, hasta que ya no. A mí últimamente me tiene en un despiste, más bien, porque no sé si va a un novio nuevo, o sale de un novio antiguo, que a veces pudiera ser el mismo novio. Mar no acabó de rematar, como sucesora de la Preysler, pero sí se aúpa como una archifamosa guadiana, y en esa administración de la fama tiene la noticia. Como sale poco, o sale lo justo, pues levanta interés de aparecida.
Yo la frecuenté cuando era ella artista de la tele, y en algún momento me regaló la primicia de que haber superado una depresión severa, con vistas a varios abismos. De manera que en la guapa de aquel momento había desgarro íntimo, pero desgarro en bruto y de grito hacia adentro, que es el que suele darse en hermosas de barrio, como ella. Salió de aquello, trepando resueltamente a la vida.
Ha cumplido mucho el oficio de ir y venir de las portadas al amor, y al matrimonio incluso, y también al contrario, y yo veo que sólo se despeina por dentro. Uno ha tenido rachas del sacerdocio de la famosa, por escrito, y luego he ido comprobando, entre la euforia y el desconcierto, que muchas de esas mujeres de cartelera existen, porque me las he cruzado en la tele, y hasta las he entrevistado y todo.
Así, Mar Flores. Es, quizá, una de las chicas más monumentales que uno ha visto y tratado, y tuvo una época de estallido de su fama, y salía joven y esbelta en las revistas, a veces sólo vestida de un pareo que era como el alma del verano reatada a la cintura. Yo veo en Mar una Preysler castiza y vecinal, digamos, y funciona siempre muy bien de , o de ella misma, porque el famoso o famosa, cuando triunfa, es un spot en sí mismo.
En la hemeroteca lejana, asoma de modelo, luego ajetreó en la tele, y después se metió un poco en el cine, que yo creo que era su última y primera vocación no secreta. De jovencísima, se adentró en pasiones de portada, que a veces aún le recuerdan, por deprimirla un poco, y hasta sacó tiempo para poner una agencia de modelos con Sofía Mazagatos, alianza profesional que yo creo que duró el cóctel de inauguración. Ha vuelto Mar. Pero no a su pesar, como otras veces, porque ahora la novedad no es el pasado sino el futuro.
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