FOTOMATÓN

Madonna, de Marilyn del pop a friki de Grammy

Me parece a mí que se le va un poco la pinza. De manera que me gustaba mucho más cuando era la rubia planetaria del gran cabaret del sexypop, allá en los principios de los años noventa

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Madonna en la celebración de los Grammy GTRES

Ha salido Madonna en los Grammys, y hemos creido que es Madonna porque no nos quedaba otra. Quiero decir que lleva ya Madonna encima un muestrario largo de operaciones estéticas, atuendos luctuosos, y trenzas de rastafari que quiere además peinarse. Vengo a decir ... que Madonna es un ejemplo de los alegres desquiciamientos de la cirugía plástica, y es también una señora excéntrica que se parece a todas las operadas de su edad. Pero a todas. Y Madonna también ha logrado parecerse un poco a Madonna, con el tiempo, y el empujón de los cirujanos.

Acabamos de verlo en el show de los Grammys. En las redes ha cundido tanto cachondeito que ella ha replicado enseguida que sobra gente en el mundo que discrimina por la edad. Pero resulta que la cirugía estética es un photoshop, y a nada que te descuidas, o sea, si reincides, tienes que actualizar la foto del deneí. Madonna está cumpliendo muy bien como la friki internacional en esa órbita. Fue estrella enmedio de la nada del confinamiento, porque se hacía fotos en el baño, porque cantaba en el baño, porque casi no salía del baño, y desde ahí visitaba el mundo. Y además cantaba. Y ahí pasa casi lo mismo que pasa con la cirugía estética: que Madonna logra parecerse a Madonna.

Vengo a decir que a veces canta como una aficionada que imitara a Madonna. Ahora hay gira en el horizonte, pero ya veremos. Madonna, en los ochenta, y todavía a principios de los noventa, era una garantía de provocación, e incluso de escándalo, pero luego ha resultado que el escándalo no existe. O sí. Porque se graba unos vídeos donde parece una pariente remota de Carmen de Mairena. Cuando en el mundo el protagonista masivo, y único, era el coronavirus, los famosos tuvieron que trabajar a fondo para ganarse un instante de público. Y, claro, pasaba lo que pasaba. Que se hace el ridículo en alta definición.

Así, Madonna, que en medio del infierno general en que vivimos, llegó a subir a Instagram un foto de desnudo, en la bañera, abrigada sólo de pétalos. Era un selfie de cuerpo entero, digamos, que se acompañaba de la siguiente frase: «Todos somos iguales». En fin. A Madonna me parece a mí que se le va un poco la pinza, no sé si por la edad, o por el divismo, o por las dos cosas juntas. De manera que me gustaba mucho más cuando era la rubia planetaria del gran cabaret del sexypop, allá en los principios de los años noventa.

Lo digo de otra manera: molaba cuando Madonna era Madonna. Fue una obstinada en dar el último susto, siempre con un corpiño que se desabrocha, con una musa a la que besa en el escenario, con un mulato de tanga, a la izquierda de la artista, según miras en el escenario o en una foto. Ella siempre jugó al escándalo de escaparate, y decía en las entrevistas que era un peligro para mujeres y para hombres. Ha sido la Marilyn del pop, pero intuyo que va envejeciendo mal, o sea, que se cree que no envejece. Añoraremos aún más aquellos tiempos en que era el demonio con corsé, la rubia de la lencería de gobernanta.

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