Iris Oliveros Márquez: «He visto cómo se puede morir de amor»
La hija de Concha Márquez y Ramiro Oliveros recuerda el legado que le dejaron sus padres apenas un año y medio después de quedarse huérfana
Concha Márquez Piquer, una vida marcada por la tragedia
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Iniciar sesiónEsta semana se celebró en Madrid el funeral por el alma del actor Ramiro Oliveros. Apenas un año y medio después de la muerte de su mujer Concha Márquez el intérprete nos decía adiós. Hoy es su hija Iris quien revive ... los mejores tiempos con sus padres y el enorme legado que le han dejado.
—En menos de dos años se ha quedado huérfana. Supongo no habrá sido fácil asumir las dos pérdidas tan seguidas.
—Está siendo muy duro pero confieso que me han dejado tanto cariño que me siento tranquila. Pude estar con ellos hasta el último minuto. Precisamente estos dos últimos años me tocó quedarme en Madrid y eso me ha permitido dedicar todo mi tiempo a acompañarles y gracias a eso hoy tengo una sensación de paz.
—Tengo la sensación que la muerte de su madre era algo que sabían iba a ocurrir y no les pilló de sorpresa. En los últimos años la salud de Concha Márquez no era la misma y apenas se dejaba ver fuera de su casa.
—Mi madre era como el ave Fénix, siempre resurgía. Tenía sus achaques y fueron muchas las veces que ingresaba y salía de los hospitales hasta el punto que la última vez pensé que iba a salir bien. Pero no fue así. Fue una sorpresa cuando ya no salió del hospital. Ese final le impactó mucho a mi padre y por eso nunca quería que le ingresaran. Su final fue en casa porque no había nada que hacer y quería acabar en su hogar, en su jardín, donde se fumó su último cigarro. No tenía fuerzas para coger el pitillo y yo se lo daba porque lo pedía y no nos podíamos negar.
—Para Ramiro Oliveros la vida sin Concha nunca fue igual.
—Tuvo un bajón impresionante ya que en un año y medio se consumió. He visto que se puede morir de amor. Es una verdad que he vivido en primera persona y te aseguro es muy fuerte.
—¿De qué hablaban cuando se quedó viudo?
—De mi madre. Muchísimo. Estaba todo el día viendo en bucle películas y canciones.
—¿Tiene la sensación de que no han despedido bien a sus padres?
—Creo que han faltado algunos homenajes. Mis padres forman parte de la historia de nuestro país y se han quedado en la noticia de un día.
—¿Puede que Ramiro Oliveros haya sido un gran desconocido?
-Sobre todo en los últimos años porque es verdad que los dos estaban retirados pero creo que se han olvidado pronto de ellos. Mi madre siempre decía que en este país la gente se olvida rápido.
—¿Qué no olvidará de ellos?
—La manera en cómo se querían. Su amor es un contraste con las relaciones actuales que no duran. Ellos discutían mil veces pero por encima de todo estaba su amor que era grande e incondicional. Estaban juntos en lo bueno y malo y para mi es un privilegio haberlo visto y vivido y saber que ese amor existe. Ha sido el mejor ejemplo que me han dado y que nunca olvidaré.
—Sus padres le han dejado el listón muy alto a la hora de encontrar su amor.
—Hoy no estoy enamorada pero aspiro a encontrarlo a ese nivel y más después de haberlo visto tan cerca.
—¿Cómo es su vida profesional hoy?
—Estoy retomando los negocios familiares y ver qué giros se pueden dar. La ganadería de mi abuela, la finca, otras explotaciones… Con mi hermana Conchita estamos con la idea de crear la Fundación Concha Piquer para que no caiga todo en el olvido. En Valencia está la Casa Doña Concha Piquer con las donaciones que hizo mi madre pero la Fundación es con idea de mantener vivo el recuerdo de una mujer que hoy sigue siendo actual porque fue pionera en muchos aspectos y realmente interesante. Nos estamos moviendo porque no es fácil pero tampoco imposible.
—¿Saben qué harán con todas las pertenencias que acumulan de sus padres de estos años?
—Tenemos varias ideas. Estamos en plena fase de limpieza y recopilar cantidad de cosas que creemos pueden nutrir a la Fundación porque hay de todo. Fotos, cuadros, muebles, letras, partituras, libros, premios…
—Desmontar una casa siempre remueve por dentro. ¿Qué pasará con la vivienda de Somosaguas?
—En el reparto de la herencia me he quedado con Somosaguas. Es la casa de toda mi vida y la quiero mucho y mientras no me haga falta venderla prefiero seguir aquí. Estoy haciendo algunas reformas.
—¿No han tenido problemas a la hora de repartir la herencia?
-Mi hermana y yo estamos super unidas y no ha habido ningún problema. Suele venir como mínimo un día a la semana a casa para estar juntas y me ayuda mucho a la hora de organizarme. Mamá dejó todo muy bien organizado, de manera justa y sensata y sin dar pie a ningún conflicto.
—¿Cómo le gustará que recordaran a su padre?
—Como un gran actor que siempre hizo lo que quiso y que tenía una personalidad arrolladora y un corazón que no le cabía en el pecho. Destacaría su gran sentido del humor que no perdió hasta el último día de su vida.
—¿Y a su madre?
—Mamá era estelar. Es la mujer que más he admirado. Era mágica y bondadosa, Muy inteligente e intuitiva ya que tenía un don especial para sentir las cosas. Solía decirle que era de otro mundo por todo lo que sabía. Al final estaba algo resentida porque consideraba que no se le había reconocido en su profesión por la alargada sombra de mi abuela.
—¿Lleva algún recuerdo de ellos?
—El anillo de boda de mi madre con la R grabada de mi padre. Así los llevo juntos.
—Sus padres tenían más propiedades además de la casa de Pozuelo. ¿Cómo se han repartido?
—Mi hermana se queda con el piso del paseo de la Castellana, yo la de Pozuelo y luego está la finca de Segovia donde tenemos la explotación de la ganadería, los molinos eólicos y una mina que produce balasto. La finca es para las dos.
—Aparte están las joyas de su madre y abuela.
—Todo se guarda en el banco. Son piezas para lucir en ocasiones muy especiales. Nos las hemos repartido. Pero son tan buenas que da miedo ponerlas. Una vez mi madre me dejó unos pendientes de la abuela para ir a la boda de Lolita y se me perdió uno y no veas el susto. Hasta usamos la megafonía para encontrarlo hasta que apareció.
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