«Encarna Sánchez quiso ver a Isabel Pantoja antes de fallecer, pero no tuvo oportunidad. Murió con mucha pena por eso»
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Álex Ander
Siempre se ha dicho que Encarna Sánchez desarrolló un carácter difícil, y no es mentira. Pero tampoco lo es que había motivos para ello. Con solo cuatro años, la estrella de la COPE perdió a su padre, un humilde carabinero republicano fusilado en 1939. ... Luego pasó una larga temporada en un orfanato donde sufrió malos tratos y abusos. Aunque ella nunca se resignó a quedar atrapada en la pobreza y a los 15 años, gracias a la mediación de un pretendiente que trabajaba en Radio Almería, comenzó a sustituir a una locutora de la emisora que estaba indispuesta. Más tarde, hambrienta de triunfo, se marchó con su madre a la capital española, donde enseguida entró a trabajar en Radio España de Madrid.
Algunos de los biógrafos de Encarna recuerdan que se erigió en precursora de la radio nocturna con CS y buen viaje, un programa de servicio público que conquistó a taxistas, serenos, porteros, camioneros y transportistas. En el 70 fue inesperadamente despedida de su trabajo y la esposa del dictador Franco, Carmen Polo, la invitó a marcharse del país alegando que alguien la acusaba de haber robado parte de la recaudación de un evento benéfico que ambas habían organizado. A raíz de esto comenzó un periplo de siete años por lugares de América como México, donde hizo teatro y presentó un programa para Televisa, o Los Ángeles, ciudad en la que se casó con un promotor inmobiliario mexicano, por tema de papeles según los indicios.
En 1977 regresó a España, donde aterrizó con una mano delante y otra detrás, pero también con amplio bagaje profesional y las mismas ganas de triunfar de antaño. Al año siguiente se colocó en Radio Miramar de Barcelona con Encarna de noche, un programa nocturno de servicio social que funcionó a las mil maravillas. Fue entonces cuando forjó su amistad con Pedro Pérez, desde entonces su productor, y con Nuria Abad, una catalana de veinte años —y no diecisiete, como muchos han repetido— a la que dio trabajo y cobijo. En verano de 1983 se trasladó con su espacio a COPE Madrid y al poco la cadena le ofreció Directamente Encarna, el espacio vespertino con el que se convirtió en la locutora más escuchada. Aunque su enorme éxito despertó ciertas envidias, de la misma forma que su estilo agresivo y su poder de influencia sobre los oyentes generaron antipatías.
Gracias a su sueldo, y sobre todo a las comisiones por publicidad, Encarna amasó un importante patrimonio que incluía varias casas y una millonaria cuenta en el extranjero. Isabel Pantoja debía estar al tanto de su posición privilegiada. Ambas estrecharon lazos a finales de 1990, a raíz de una entrevista que Encarna hizo a la cantante en su efímero programa de televisión Y ahora, Encarna. Fue la locutora quien la animó a comprarse una casa en La Moraleja. Cabe señalar que, tras su irrupción, Encarna invitó a Nuria a marcharse de su casa, se supone que a instancias de Isabel, aunque nunca cortó la relación con ella ni la dejó desatendida.
Los fotógrafos solían hacer guardia en la puerta de su chalet, tanto en La Moraleja como en Marbella, en busca de una foto que permitiera probar lo que entonces se comentaba: que entre Encarna e Isabel existía algo más que una amistad. Esto amargaba a la locutora, que era muy celosa de su vida privada y llegó a pedir amparo al entonces alcalde de Marbella, Jesús Gil, al que dio una sección en su programa. Él ordenó al jefe de la policía local que mandara una patrulla de vigilancia a la casa marbellí de Encarna, quien además vivía atormentada por el hecho de sentir atracción por personas del mismo sexo.
Cuando en 1991 el dúo Martes y Trece convirtió un simulacro de vacaciones de Isabel y ella en Palma de Mallorca en el hilo conductor de su especial de fin de año, la comunicadora hizo todo lo posible para intentar frenar su emisión. No pudo conseguirlo y, desde ese momento, declaró la guerra total a Millán Salcedo y Josema Yuste, a quienes llegó a responsabilizar del cáncer de pulmón que le fue diagnosticado no mucho después de llevarse aquel disgusto.
Isabel fue la gran obsesión de Encarna, que para controlar sus pasos colocó a una productora de su programa de radio, María Navarro, como su representante y mano derecha. El periodista Juan Luis Galiacho, coautor del libro 'Encarna: En carne viva', comenta que la almeriense mandó construir una nueva mansión en Marbella en la que pensaba disfrutar de su compañía y hasta le estuvo pagando «un sueldo fijo para que estuviera contenta y feliz. El pago se realizaba bajo el epígrafe 'colaboración publicitaria' para su célebre programa de radio».
Pero aquella amistad se rompió en 1995, entre otras cosas, porque Isabel se cansó de aguantar el carácter posesivo y los arrebatos de Encarna, a quien el cáncer le agrió el carácter. Por otro lado, la tonadillera se había hecho íntima de María del Monte, lo que sentó fatal a la locutora. Es más, casi le da algo en verano de 1995, tras ver publicadas en la portada de una revista unas fotos donde las susodichas aparecían disfrutando juntas de una jornada playera. Desde ese momento, Encarna se hartó de repetir a sus allegados que se sentía utilizada por Isabel, a quien tanto había ayudado a pagar deudas y consolidar su carrera.
A principios del 96, a Encarna le comunican que su cáncer es incurable. Al poco quedó prácticamente postrada en cama y, sobre todo, a merced de quienes desde ese instante estuvieron a su lado: Pedro Pérez, Nuria Abad, su amiga Josefina Calle y su empleada doméstica Inmaculada Liriano. Según Pedro, su jefa tuvo libertad para decidir quién la visitaba en casa. Sin embargo, Liriano sostiene que los demás se encargaron de filtrar visitas y llamadas hasta el último momento: «Isabel Pantoja llamó a la casa varias veces para preguntar cómo se encontraba Encarna, pero Josefina nunca quiso pasarle el teléfono a la señora. No sé si actuaba así por iniciativa propia o porque seguía órdenes de los 'portavoces'. Encarna quiso ver a Isabel antes de fallecer, pero no tuvo oportunidad. Murió con mucha pena por eso, echándola de menos».
Tras su muerte en el mes de abril, Gerardo Cordero y Pedro Bonilla, gestores de Encarna, descubrieron que existía un testamento que databa de 1970. Y es que, antes de huir a América testó a favor de su madre todo cuanto poseía entonces —es decir, un piso en la colonia madrileña de Mirasierra—. Este documento incluía una cláusula que nombraba sustituta vulgar a Pilar Cebrián, una actriz murciana con la que entonces mantenía una relación especial. Fuentes bien informadas aseguran que Encarna se negó de forma intencionada a hacer un nuevo testamento tras caer gravemente enferma.
Asesorada por los gestores de la almeriense, Cebrián llegó a presentar una denuncia alegando que alguien había sustraído gran parte de los objetos de valor de la casa de La Moraleja y sacado dinero de las dos cajas fuertes. Entonces hubo un cruce de acusaciones que nunca quedó del todo claro. Hay quien sostiene que fueron algunos de los fieles cancerberos de Encarna quienes metieron la mano donde no debían y se repartieron el botín. Otros creen que Cordero y Bonilla se compincharon con su heredera para decir que en las cajas fuertes no había un puto duro, porque de esta forma tampoco había nada que declarar al fisco. Sea como fuere, la denuncia de la murciana fue archivada por el Juzgado de Alcobendas tras unas semanas de pesquisas. Por lo que sea, los labios de casi todos ellos han permanecido sellados desde entonces.
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