Cristina Lasvignes: «Alucino al ver que se puede ser concursante profesional de 'reality'»
La periodista, presentadora de '¡Vaya fama! junto a Fran Ramírez, nos habla de los nuevos famosos y nos descubre su lado más personal
El zasca de Cristina Lasvignes a un invitado 'tóxico': «¡No le digas a ninguna chica a quién tiene que seguir o no en redes!»
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Iniciar sesiónLos fines de semana, Cristina Lasvignes se divierte en Telecinco repasando la actualidad de la crónica social en '¡Vaya fama!', en el que las 'celebrities' patrias se ven convertidas en 'famosetes' (figuras de resina con las que se juega) y desfilan en 'El ... escaparate de la fama', eso sí, siempre según lo que pida el público: «Es un espacio muy democrático e interactivo que necesita de un tiempo para ir ganando la complicidad de los protagonistas. Poco a poco vamos consiguiendo que los famosos nos sigan el juego, al fin y al cabo nuestra intención es abordar los temas con humor, reírnos de todo con todos, que no reírnos de todos».
Para la presentadora, esta nueva etapa tiene algo de reto: «No soy una experta en el género, así que me voy poniendo al día, sobre todo en lo que yo llamo 'el universo Mediaset', que son los concursantes de 'realities'. Alucino al ver que se puede ser concursante profesional, tener un currículo basado en la participación en varias ediciones y en distintos países. Para ellos es una auténtica vocación. Además, desde que dejé la televisión hasta mi vuelta, se han incorporado las nuevas generaciones, los hijos de famosos que yo conocía de esa época».
De sus colaboradores reconoce el valor de Montoya: «Ha sabido aparcarse un tiempo cuando todo le superaba. Pasó de la nada a la fama en tiempo récord, pero ahora se lo curra con sus reportajes. Es un 'showman'».
Cristina duda a la hora de elegir una de sus virtudes, pero al final se decanta por «el sentido del humor, el sarcasmo. Pero no hiriente, sino en tono de broma. También me gusta en los demás, sobre todo si tienen humor negro. Es algo que heredé de mi padre, al que siempre le decía que aclarase que hablaba bromeando, porque la gente se lo tomaba en serio. Con la edad sigo sus pasos, yo tampoco lo explico y si alguien no lo pilla, ya lo pillará». Por el contrario, reconoce sus debilidades: «Soy algo insegura, vergonzosa, me afecta demasiado la opinión de los demás. Por eso me sorprende ver cómo la gente se desnuda emocionalmente en las redes sociales y cuentan los detalles más íntimos. Yo no puedo. Además, hay una agresividad tremenda. Yo ni siquiera me atrevo a dar mi opinión por lo que puedan decir, que a veces son auténticas barbaridades».
Cristina no se reconoce como «una romántica, para nada, me da pudor», y describe su matrimonio como «un equipo que se apoya mutuamente. Hay complicidad, hay comprensión. Mi marido me entiende y me conoce mejor que nadie». Y ha vivido su maternidad como «una experiencia que puso mi vida del revés». Ahora, con cierta distancia, reconoce que se habría enfrentado de otra manera: «La primera vez casi di a luz en directo, en la radio. Fue un parto de urgencia, de ahí a la UCI. Pero me incorporé enseguida al trabajo, todavía mi mente no había hecho el 'click' de ser madre. Y llegó ese día. Con el segundo entendí que debía bajar el ritmo, que debía dedicarme a ellos y me arrepentí de lo que había hecho antes».
La sombra de la culpa aparece en el recuerdo: «No sé si es algo hormonal, cultural, como sea, pero hay un vínculo muy fuerte del que no puedes escapar. Aunque, al final, te sientes culpable hagas lo que hagas; culpable de cortarte las alas profesionalmente si decides quedarte en casa a cuidarlos o culpable de abandonarlos si continúas con tu vida laboral. Para las mujeres, la conciliación es una quimera».
Durante unos años, viviendo esa maternidad lejos de los platós de televisión, Cristina apostó por nuevas proyectos: fundó una productora para hacer documentales, entró a colaborar con la Fundación CRIS contra el cáncer y participó en la creación de una empresa hostelera que se ha convertido en una de las mejores gestoras de las azoteas de Madrid, desde El Círculo de Bellas Artes a Picalagartos: «Ha sido un éxito inesperado, porque inicialmente buscamos una actividad complementaria a nuestras profesiones. Pero funcionó, fue creciendo y todo vino rodado».
Pero Cristina no parece una mujer que se deje impresionar fácilmente, transmite la serenidad de quien mantiene los pies en la tierra, de quien se percibe a sí misma como es, sin la distorsión de innecesarios postureos. Por eso, cuando habla sobre la felicidad, tiene claro dónde encontrarla: «En ese pantano al que voy desde que era pequeña, pasando el día, preparando el aperitivo con mis amigos, mi familia, riendo y hablando de nuestras cosas». Las cosas más sencillas son las más valiosas.
Diario Personal
El 'emoji' que más usa: «Soy muy analógica, pero en los chats soy de poner el de la cara con el besito».
Se haría un 'selfie' con: «Con Benicio del Toro, sin duda».
Un sacrificio por la fama: «Tampoco es que haya tenido siete coches detrás de mí, nunca he tenido esa fama… Tal vez, en los momentos en que salgo más por la tele, intento cuidarme para no desmelenarme mucho».
Un momento 'tierra, trágame': «Cuando era becaria en la radio, al coger las hojas del fax, me equivoqué y me llevé las que no eran del guion. Me di cuenta en directo. Al acabar, casi llorando, pedí disculpas por hacerlo tan mal… Lo pasé fatal».
Algo que no puede faltar en su día a día: «La música».
Un propósito que nunca cumple: «Irme a la cama pronto. Siempre encuentro una excusa, que si una película, una serie, un libro, una búsqueda en internet. Al final, me duermo tardísimo».
Un lugar para perderse: «En el pantano de San Juan, en Madrid».
Su primer beso: «Es un recuerdo muy bonito, aunque yo era muy pequeña y el beso fue más bien un roce de labios. Nervios, torpeza, felicidad y ganas de huir, todo a la vez».
Tiene miedo a: «A cualquier enfermedad que puedan sufrir mis hijos».
Dentro de 10 años se ve: «Ya miedo el tiempo con los años de mis hijos, para entonces serán veinteañeros, así que me veo preocupada por sus trabajos o por la universidad. Como madre, todo son preocupaciones. Por lo demás, espero pasar más tiempo en el pantano con la gente que quiero».
La pequeña Cristina: «Era bastante responsable y buena. El travieso era mi hermano, que se llevaba todas las broncas porque se las merecía. Entonces nos llevábamos fatal, porque no éramos cómplices de nada, al contrario, pero ahora nos adoramos. Era una niña sociable, pero no era de las de tener un grupo de amigas, yo era más de pandilla de pueblo, mixta… De hecho, me llevaba mejor con los chicos. Si pudiera viajar en el tiempo y dar un consejo a mi yo de pequeña, le diría: Nada es tan importante, todo pasa».
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