Cayetana Guillén Cuervo: «Nada me seduce más que la inteligencia y el buen humor»
La actriz recuerda a su padre y nos habla de su infancia, de sus pasiones y de cómo se enfrenta a su hiperactividad
Cayetana Guillén Cuervo habla del estado de salud de Amaia Montero
Cayetana Guillén Cuervo en el 'photocall' de la 26 edición del Festival de Málaga de Cine
Tiene una agenda digna de una ministra, pero un resfriado ha dejado a Cayetana Guillén Cuervo en cama: «Uno pensaría, qué bien, puedo descansar, pero no, porque al final todo se me va acumulando». Está feliz con premio del Festival de Ibiza, Ibicine, 'por ... su aportación al cine' porque «es el reconocimiento a la labor de prescriptores que hemos durante muchos años en 'Versión Española' y que nos ha permitido educar al espectador». Como presidenta de la Academia de las Artes Escénicas, se siente especialmente orgullosa de los premios Talía, que se conceden este año por primera vez: «Era mi reto. Quería lograr visibilidad, reconocer la excelencia de quienes se dedican a esta maravillosa profesión».
No es de extrañar que Cayetana se defina como mujer transmedia, polivalente y estresada viva: «Soy hiperactiva, sí, pero también rigurosa, disciplinada y autoexigente. Saco tiempo para todo y para todos». Porque si hay algo que le gusta es salir de fiesta, estar con los amigos, a los que mima con esmero y dedicación, incluso es capaz de hacer nuevas amistades: «Me encanta echarme a la calle y disfrutar de mi gente. Y los amigos que llegan a partir de los 40 son muy guays porque tú ya tienes muchas herramientas para saber a quién quieres tener a tu lado. Al final son personas que tienen mucho que ver contigo, por eso se produce la conexión».
Como toda mujer de su tiempo, hace terapia: «Es esencial para ahondar en las carencias y necesidades que uno pueda tener, pero también para entender a los demás. Debería ser una asignatura en el colegio. También es verdad que a mí el mundo intelectual me interesa mucho. Nada me seduce más que la inteligencia y el buen humor. La bonhomía también. Me gusta la buena gente. No me interesa nada, nada, la gente capaz de herir. Tampoco la que se pasa el día enjuiciando, porque yo he aprendido a ponerme en la piel del otro. La responsabilidad afectiva es muy importante en la vida».
Cayetana se define como una 'activista cultural' porque siente un reverencial «respeto por la palabra, el hecho artístico, el compromiso». Lo ha mamado en casa desde niña. También nos pide que evitemos, como siempre hacemos, poner su edad al presentarla: «Hay algo de edadismo en esa costumbre. Es un dato innecesario, como la raza o el estatus social, que solo sirve para que me juzguen y se lea la entrevista desde un prisma marcado».
Su hijo, Leo, se acerca a la mayoría de edad: «Hace nada era un crío y ahí está ahora, cachas, preparándose para estudiar ingeniería. Mi hijo mola. Es increíble cómo pasa el tiempo». Ya está hecho casi un hombre, lo peor ha pasado ya: «No te creas, que hay cosas de la adolescencia que son complicadas». Para criarle en este loco mundo sin conciliación posible, la ayuda de su marido, el fotógrafo Omar Ayyashi, al que tantas palabras de amor le dedica en sus redes sociales, ha sido clave: «Formamos muy bien equipo los dos, hemos sabido repartirnos las tareas».
Para desconectar, nada como el yoga y la meditación para pensar lo correcto, decir lo correcto y sentir lo correcto. Claro que uno se pregunta qué es lo correcto: «Lo que yo sume al mundo, ser consciente de que tengo una responsabilidad con los demás. No podemos creernos o sentirnos por encima de nadie». Todo ello la ayuda a encontrar la paz: «Y la paz me ayuda a dormir bien, porque me cuesta. También me da paz prepararme mis cosas, estar con mi madre, quedarme en casa sin nada que hacer». Por el contrario, a Cayetana le altera «la gente tóxica, tengo un radar para detectarlos a distancia. No puedo con los que manipulan, los que mienten en el trato afectivo, con la palabra, uf, salgo huyendo de esa gente».
Un padre que dejó huella
La foto se tomó un lunes a la salida del colegio. Cayetana lo recuerda perfectamente: «Yo era muy pequeña pero son recuerdos imborrables. Los lunes no había teatro, los lunes podía tener a mi padre un poco para mí». Su padre, el mítico actor Fernando Guillén, está muy presente en su vida a pesar de haber fallecido hace ya diez años: «Su ausencia es una presencia muy fuerte. Mi relación con él era muy especial. De él aprendí a no juzgar a los demás. Yo quería que se sintiera orgulloso de mí, estar a la altura de sus expectativas y leía cosas que no me correspondían por edad pero que me daban otra visión del mundo. Esas lecturas me hicieron madurar deprisa, tanto que me hicieron mayor de edad a los 16. Ante notario. De pronto era totalmente libre. Mi padre me decía que ya era independiente, que debía hacerme responsable de mis cosas. Fue muy duro, pero me hizo más fuerte. Son muchos momentos los que le hubiera gustado compartir con él».
Pero hay algo en especial que le duele: «Me hubiera gustado que hubiera visto crecer a Leo, que hubiera estado más tiempo con mi hijo ejerciendo de abuelo porque su influencia se habría dejado notar». Cayetana, que creció entre cajas, en camerinos y rodeada de artistas que le hicieron que todo el mundo se dedicaba a esta profesión, se recuerda un poco traviesa, incluso gamberra, aunque alegre y muy activa. No es que fuera la líder del grupo, pero sí era una chica con carisma. Su punto débil era la vulnerabilidad, su inseguridad frente a la opinión de los demás: «Es algo que, en mi profesión, me ha acompañado toda la vida, porque los actores necesitamos la aprobación constante de los otros». Con los años, el caparazón se ha endurecido lo suficiente para contener el daño.
Ver comentarios