El día que María Teresa Campos llamó gilipollas a Paolo Vasile
Mujer de fuerte carácter, no se achantaba ante nadie, protagonizó una rocambolesca fuga de Telecinco a Antena 3, para luego regresar sin el brillo que esperaba
Paolo Vasile: «Entiendo que María Teresa me llamara gilipollas, tenía razón»
Última hora sobre la muerte y funeral de María Teresa Campos
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónA los prontos de María Teresa Campos había que temerlos más que un nublado: «Podía lanzar los papeles al aire con ese carácter endemoniado que tenía», recuerda Paloma Barrientos. «Una vez me montó una buena y tiró al suelo los crisantemos de la mesa porque ... no le gustaban,» apunta Esperanza Gracia. Pero en septiembre de 2004, la comunicadora tuvo el mayor brote de su carrera en directo. Fue en el programa 'Cada día', de Antena 3, cuando se le fue calentando la boca hablando de Paolo Vasile, el consejero delegado de Mediaset, donde había sido 'la reina de las mañanas': «Cállate ya y vete a tu tierra, que aquí no te quieren (…) Esta cadena va lentamente, pero ha ganado cuatro o cinco puntos, y tú, tú has perdido seis, gilipollas.»
Ese insulto marcó un antes y un después en la relación entre ambos, aunque ahora, el italiano ha cedido como un caballero y no solo la ha perdonado sino que le da la razón: «Me llamó gilipollas en directo. Lo entiendo. Siempre pensé que desde su punto de vista tenía razón. Luego todo se calmó y ella volvió a la cadena.» Al parecer, las negociaciones se truncaron por dos razones: la primera, Vasile no quería ceder la producción al 100% a Europroducciones, la productora encargada del formato (ahora integrada en iZen) pero, sobre todo, se negó a dar las tardes de Telecinco a Terelu, por entonces presentadora de éxito en Telemadrid gracias a 'Con T de tarde'.Conviene destacar que la oferta económica de Antena 3 era un órdago: 3 millones de euros por temporada (15.000 euros por programa). Pero ella habría sacrificado el dinero por el fichaje de su hija, que era en realidad lo que esperaba de ese nuevo contrato.
-
La impresionante herencia que deja María Teresa Campos a sus hijas
Laura G. Calleja
El éxito duró poco: Ana Rosa pasó a competir con ella y 'Cada día' empeoró sus datos hasta ser cancelado. Le dieron 'Lo que InTeresa', que no interesó a nadie. Y en 2007, Vasile se frotaba las manos viendo el cadáver mediático de María Teresa desfilar por Fuencarral. Eso es lo que todos imaginábamos, mientras ella tenía otra versión: «Como en el amor, puede que quieras mucho a una persona, pero la situación desemboca en una ruptura. Te separas, sales al mercado del amor, ves lo que hay y vuelves a casarte con el mismo.» El mismo gilipollas, le faltó decir. Ella volvió, pero las cosas nunca volvieron a ser igual. Esta vez, la Campos tragó sapos para que a Carmen y Terelu no les faltara pantalla, la savia que la familia necesita para seguir viva.
A María Teresa Campos no le gustaba estar sola. Siempre andaba acompañada. De Gustavo, su chófer, que estuvo con ella incluso después de protagonizar alguna que otra polémica a costa de unas grabaciones que salieron a relucir, o de Sonsoles, su secretaria personal, su mano derecha, la mujer con quien uno debía hablar para cerrar cualquier entrevista. A su alrededor, todo un equipo de profesionales que la acompañaron durante años, de programa en programa, de cadena en cadena, más como una familia que como una redacción: desde Rafa Lorenzo, el cerebro en la sombra, a Paloma Barrientos, organizando las mesas de debate. Además, tenía su corte de colaboradores y amigos que la seguían allá donde hiciera falta, ya fuera una fiesta o un viaje: Josemi Rodríguez Sueiro, Gonzalo Presa, María Rosa, Marilí Coll, Cuca García Vinuesa (cuya relación terminó fatal cuando María Teresa le robó el novio motero)... El más rebelde, Jesús Mariñas, que a menudo iba por libre. Ella corría con todos los gastos. Era su corte.
María Teresa siempre ha ejercido de 'madre coraje' y ha tenido a sus hijas lo más cerca posible, lo más protegidas posible: Carmen en la dirección, Terelu ante las cámaras. Pero ella tenía el programa en la cabeza, controlaba el ritmo, sabía qué funcionaba y cuándo debía dejar morir una sección. Y sacó provecho del nombre de colaboradoras como Lara Dibildos o Rocío Carrasco, que lo mismo presentaban que daban titulares en la prensa del corazón, inventando una transversalidad nunca vista en el género.
Y de vuelta a su carácter: «Verla cabreada acojonaba», reconoce Raúl Prieto, director de 'Sálvame'. Y si había algo que la cabreaba especialmente era la audiencia, a la que era adicta: desayunaba con las curvas y los datos, y si no eran buenos, empezaba la jornada con el pie torcido. Era muy exigente: si las cosas no estaban como ella quería, podía tirar al suelo lo primero que tuviera a mano. Esos prontos, como los define Paolo Vasile, le duraban unos segundos: «Era impulsiva y reflexiva, pero no rencorosa.» «Y era generosa, profesional, moderna, adelantada a su tiempo. Siempre me llamó la atención su rapidez y su facilidad para comunicar de manera sencilla,» recalca Paloma Barrientos.
Tenía una debilidad: los zapatos. Con apenas metro cincuenta y cinco de estatura, a María Teresa le gustaba lucir taconazo. Y lo sufría no siempre en silencio, porque se quejaba a quien quisiera escucharla. En el coche, el camerino o el bolso tenía un par más cómodo que se ponía cuando ya habían terminado las obligaciones. En plató se cambiaba en cuanto se apagaba el piloto rojo, suspirando, consciente de que al día siguiente volvería a repetirse la tortura. Como siempre.
Amante de las rosas amarillas, sus favoritas, la Campos no creía en el horóscopo aunque tuvo a lado a Esperanza Gracia durante 25 años: «Era Géminis, aire, de humor cambiante, capaz de hacer mil cosas a la vez. Muy emotiva y muy ácida.» Esperanza no recuerda que fuera mujer supersticiosa, «no como sus hijas, que lo son, y mucho», pero sí obsesiva con algunas personas: «temía a quienes creía que podían hacerle daño y hacía todo lo posible por apartarlas de su vida.»
Sin el programa de despedida con el que soñó para poner fin a su carrera, María Teresa acabó sus días jugando a las cartas con un grupo de amistades encabezado por Maite Valdedomar, que le presentó Rosa Villacastín: «No es que fuera una gran jugadora, al contrario, pero esas tardes las pasaba entretenida, rodeada de gente, activa». Hasta que la enfermedad la fue apagando. Y en el final, como en su vida, no estuvo sola ni un momento.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete