Fotomatón
Borja Thyssen y Blanca Cuesta, entre Hacienda y ARCO
Son dos famosos tirando a ociosos que primero formaron una familia de tatuajes y luego una familia propiamente dicha
La felicidad de Borja Thyssen y Blanca Cuesta a pesar de enfrentarse a tres años de prisión
Borja Thyssen y Blanca Cuesta, consiguen retrasar el juicio presentando un nuevo informe
Madrid
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Iniciar sesiónBorja Thyssen y Blanca Cuesta igual asoman en Arco, por coleccionistas contentos, que recalan en los juzgados, por declarantes en una causa de presunto fraude fiscal. Si yo no recuerdo mal, Hacienda pidió que tributaran en España, y él alegó que tiene residencia ... en Andorra. Yo no sé si Hacienda tiene razón, pero en estos asuntos siempre se acaba pagando. Y ya veremos luego.
Yo creo que Borja es un chico que ha vivido fundamentalmente en los kioskos, zona revistas del corazón. O sea, que tiene un domicilio insólito. El, Blanca Cuesta, y los retoños correspondientes. Borja y Blanca son dos famosos tirando a ociosos que primero formaron una familia de tatuajes y luego una familia propiamente dicha. Después está que coleccionan obras de arte, y Blanca hasta las pinta, aunque en Arco se presenta ella misma, y no su obra.
En la foto de boda de Carmen Cervera y Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza ya iba incluido Borja, porque el barón le reconoció como hijo, con los apellidos correspondientes de linaje. Hablamos del 16 de agosto del 85. El barón es el barón, tiene sesenta y tres años, y la cara de archirrico al óleo. Carmen tiene treinta y ocho años, y es una alegre de primaveral belleza, un poco a lo Carmen Sevilla. Y Borja es casi como ayer mismo, sólo que sin barba, y más rubio.
Con su hijo, ya de bigardo, las cosas le funcionaron a Carmen como le funcionaron. O sea, mal, o regular, pero ahora bien. Carmen iba prefiriendo para su hijo una vida de negocios y artistas, y no una vida de retratados del colorín, que van y vienen a Ibiza, porque algo hay que hacer. Hasta que le hizo caso Borja a la madre, y ya era hora, porque Carmen sabe, y mola. Tienen todos al fin una concordia, pero una concordia con yate, que ya es mérito, porque un yate suele acabar complicando bastante las concordias.
Cuando Borja y Blanca se casaron, la baronesa se puso de cabreo, y hasta cundió la incertidumbre de si iba o no iba a la ceremonia. Pero la boda al fin se celebró, sin ausencias, y también con tensiones. Se reunieron los tatuajes, y las suegras, y no hubo sangre, y sí brindis. Aquella fue de todos modos una boda de conflicto, digamos, una boda que fue celebrándose durante semanas, a todo trueno, porque Blanca no acababa de embelesar a la baronesa y, a resultas, casi se divorció de su hijo Borja. Casi tuvimos boda con divorcio previo de mamá y retoño. Pero hubo boda, y hubo Tita, no sé si por este orden. Borja tuvo una boda que resultó más bien bodón, por el escándalo familiar que se trajeron, y por el ajuar de exclusivas que incluyó aquel trajín.
A Borja, en fin, se le ha visto más cátedra en el gimnasio que en la biblioteca, aunque en las épocas últimas va y viene de anticuarios, o de exposiciones. Hace dos ratos, estaba en Arco. Hace cuatro, en el Juzgado. En un tiempo, Borja y Blanca eran una pareja que vivía el verano a cualquier hora. Entonces, se veía difícil la armonía familiar. Pero al fin son unas gentes que preparan algún domingo la paella del encuentro y veranean en Ibiza tan contentos de compartir el aftersún, los paparazzis y el yate. Luego, a repartirse entre papeleos del fisco caníbal y óleos de artista moderno.
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