La boda de postín de Cayetano Martínez de Irujo, el aristócrata rompecorazones

Se espera que el interfecto sea llevado al altar por su hija Amina y que entre los 300 invitados se encuentren la mayor parte de los Alba, pese a los conflictos y desavenencias protagonizadas desde la muerte de Cayetana Fitz-James Stuart en 2014 y la toma de posesión del control de la Casa del mayor de los hermanos Martínez de Irujo, Carlos. Después de la ceremonia religiosa, oficiada por Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp, cura amigo de la familia, los invitados disfrutarán del banquete nupcial (un almuerzo servido por el catering de Miguel Ángel) en la finca Las Arroyuelas, en la localidad sevillana de Carmona, propiedad de Cayetano.

Según dijo este hace poco a la revista '¡Hola!', en la finca entrena caballos, comercializa su propio aceite y está desarrollando un proyecto agropecuario de 1.500 hectáreas. «He estado varias veces en la ruina», contó. «Pero me las he ingeniado para salir adelante, aunque la estructura de gastos es muy difícil de mantener. Estoy aprendiendo a ser empresario sin dinero, como el 90 por ciento de los emprSResarios. Con dinero heredado es relativamente fácil. Lo difícil es salir adelante sin dinero y pidiéndolo a los bancos. Todo lo que hice los siete años después de morir mi madre me salió regular o mal, porque yo había sido deportista de élite y no estaba preparado».

A sus 62 años, Cayetano, IV duque de Arjona y XIV conde de Salvatierra, cuenta con un amplio historial amoroso. En su libro 'De Cayetano a Cayetana' relató lo duro que le resultó perder a su padre con solo nueve años y crecer en el Palacio de Liria junto a una madre fría y distante. A los 16 años, aquel adolescente triste y desencantado se escapaba de casa con frecuencia para verse con una señora mayor que él, esposa de un hombre que comerciaba con diamantes, a la que conoció en el Club de Campo. «Esta mujer me recogía en su coche, me daba 20.000 pesetas para que pagase yo en los estupendos restaurantes a los que acudíamos. Después, las copas en Mau Mau, que abría sus puertas a partir de medianoche. Dormíamos juntos y el lunes me llevaba al colegio. Me quedaba con el dinero sobrante. Me gustaba mucho, creo que cumplía varios papeles en mi vida: amante, amiga, madre... El idilio nos duró año y medio». Luego tuvo algunas novias de la sociedad madrileña en las que buscó cariño, apoyo y comprensión y se acercó al mundo de la juerga y las drogas (del que le salvaron «el deporte y mi fuerza de voluntad para seguir levantándome cada día»).

A principios de los noventa, volcado ya en su faceta de jinete de caballos de élite, mantuvo un idilio con la Infanta Elena, con la que coincidía en muchos concursos hípicos. En sus memorias dice que se conocieron poco antes de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 y que lo suyo apenas duró tres meses (para desconsuelo de doña Sofía, que vio en él a un buen partido para su hija). «Buscaba la normalidad, alcanzar un entorno cotidiano sin sobresaltos, como el del resto de la gente, no pertenecer a mundos exclusivos, que tanto daño me habían hecho», relató. «Necesitaba desesperadamente reafirmar mi personalidad al margen de la familia en la que había nacido. Continuar con Elena era destruir el esfuerzo titánico que mantenía para asentar mi propia identidad. Quería salir de mi palacio, no entrar en otro».

Algo más de tiempo duró su historia con Mar Flores. La modelo y actriz quiso entrar en la Casa de Alba, pero la Duquesa -al igual que media España- estaba al tanto de que la chica había sido desleal a una anterior pareja y no la podía ver ni en pintura. Cuando en octubre del 98 Eugenia Martínez de Irujo se casó con el torero Fran Rivera, Cayetano, hermano de la novia, tuvo que ponerse farruco para que su familia le permitiera ir a la boda acompañado de Mar (la Duquesa acabó consintiendo, más que nada porque el susodicho era el padrino). Pero su química con 'la flor de Usera' se fue desvaneciendo, sobre todo, a raíz de la publicación en Interviú (a principios del 99) de unas fotos en las que Mar y Lequio aparecían juntos en la habitación de un hotel. Mar ha asegurado que, debido al escándalo de esas imágenes y a la presión que soportaba, acabó ingresada en un hospital tras ingerir pastillas. Cayetano reconoce que aquel día fue a buscarla a su salida del hospital y se la llevó unas semanas a su finca para que se recuperara.

Mucho más tarde, en declaraciones publicadas por la revista 'Semana', Cayetano afirma que su relación con Mar acabó al poco de esto, «porque ella me dijo que tenía que irse a uno de sus viajes de trabajo y después descubrí por unas fotos que estaba con Javier Merino... Esa fue la verdadera causa de la ruptura». Y no parece que en la actualidad sienta ninguna simpatía por una señora de quien asegura que «fue la horma de mi zapato en el peor de los sentidos. Yo, que pensaba que todas las mujeres estaban a mi disposición, saboreé mi propia medicina: era una mujer maquiavélica y fría, de doble personalidad [...]. No tengo ningún reproche. Cuando digo que fue la horma de mi zapato, es porque me hizo lo mismo que yo había hecho antes a otras mujeres, sin querer y sin ser consciente».

Bastante mejor recuerdo guarda de Katia Cañedo, a quien considera su primer gran amor, y de Genoveva Casanova, con la que en 2001 tuvo dos hijos mellizos (Luis y Amina, que hoy día viven y trabajan en Londres) y estuvo casado de 2005 a 2007, fecha en la que decidieron tomar caminos separados. «Katia no pudo conmigo», confesó. «Estuvimos juntos cuatro años, fue en mi época más difícil, cuando yo no sabía ni quién era ni dónde estaba. Me dejó ella, no podía más [...]. Más tarde lo intentó Genoveva Casanova. La madre de mis hijos hizo un tremendo esfuerzo para que nuestra pareja, primero, y nuestro matrimonio, después, funcionaran y pudiéramos formar la ansiada familia para ambos. No pudo ser. Yo me quería y me odiaba, estar conmigo era un desbarajuste». Aunque ahora, asegura, sí es capaz de «estar con una mujer y sentirla a mi lado como compañera». De ahí que salga con Bárbara, una discreta y sociable niña bien, 33 años más joven que él, de la que admira que «saca lo mejor de mí» y «es inteligente y resolutiva».

Según algunas fuentes, Bárbara estudió Filología Francesa y Gestión de Empresas y hace unos meses dejó su trabajo como organizadora de eventos para centrarse en los preparativos del que sin duda es el bodorrio del otoño.