La agridulce historia de La Oreja de Van Gogh: broncas en ensayos, éxito, ruptura y una reunión incompleta

Repasamos la trayectoria de la banda donostiarra, marcada por la relación entre Amaia Montero y el guitarrista fundador, Pablo Benegas

El mediático regreso de La Oreja de Van Gogh, el meme pop del año

La Oreja de Van Gogh, en los buenos tiempos abc

La creación de La Oreja de Van Gogh, la banda española de pop que más ríos de tinta ha hecho derramar en este siglo, se produjo en un contexto mucho más duro de lo que sus melosas canciones dejan intuir. Su principal impulsor, Pablo ... Benegas, es hijo del histórico dirigente socialista Txiki Benegas y lidió con el hostil entorno del activismo independentista vasco en plena adolescencia, un momento vital crucial que siempre marca quién y qué se puede llegar a ser.

En 1995, Pablo se juntó con compañeros de la facultad de Derecho de San Sebastián y otros estudiantes universitarios para organizar diferentes actos de protesta contra ETA, y poco después fundar la plataforma Basta Ya. Ahí ya estaban Álvaro Fuentes, Xabi San Martín y Haritz Garde, los futuros baterista, teclista y bajista de La Oreja.

En esa misma época Pablo empezaba a dar sus primeros guitarrazos en el garaje de unos amigos con los que versionaba temas de U2, y poco después, con Álvaro Fuentes ya en la formación, trasladaron sus ensayos a un espacio municipal con locales para jóvenes. Debutaron sin tener nombre, una noche en una fiesta en la villa de un amigo en el monte Igueldo, en la que también tocó Xabi San Martín con un conjunto de folk llamado Los Descendientes del Toro.

Al poco tiempo, otra banda local llamada Oh Glaucón, a la que admiraban profundamente, les invitó a compartir local de ensayo. Entonces Xabi se unió al grupo, de modo que el siguiente paso era dar con alguien que aporrease los tambores. El destino quiso que Oh Glaucón tuviese en ese momento a dos bateristas, así que uno de ellos, Haritz Garde, se marchó con Benegas y compañía. Ya sólo les faltaba un cantante.

Después de tocar en un bar presentados como Los Sin Nombre, ya con un primer «hit entre amigos» titulado 'Tu Vieja', probaron con un cantante llamado Aitor con el que se rebautizaron Sui Generis, por poco tiempo ya que enseguida descubrieron que el nombre ya estaba cogido por la banda del rockero argentino Charly García.

Aquel primer vocalista no duró mucho, y tras intentar dar con un sustituto infructuosamente poniendo anuncios en la prensa, se produjo el encuentro que marcaría esta historia. Benegas acudió a una cena con unas amigas, y allí estaba Amaia, una chica vergonzosa que no quiso enseñarles lo bien que cantaba cuando las chicas se lo pidieron. Después de mucho insistir, se arrancó con el 'Nothing compares 2 U' que enamoró al guitarrista.

Al terminar la cena charlaron, se intercambiaron teléfonos y quedaron en contactar. Unos días más tarde, Pablo llamó al teléfono fijo de la casa de Amaia, pero su madre le dijo que había salido. Lo intentó dos veces más hasta que lo consiguió. Y no fue hasta más tarde que se enteró de que Amaia sí estaba en casa cuando llamó, y que le había hecho gestos a su madre para que dijera que no estaba. «Si no llego a insistir, esta historia sería otra», relata el guitarrista en su libro 'Memoria'.

Pero les faltaba otra cosa más: el nombre. Una noche se sentaron en un bar y decidieron que no saldrían de allí hasta tenerlo. Después de muchas horas, y ya no sabían si porque les gustó o porque estaban demasiado cansados para seguir debatiendo, se quedaron con La Oreja de Van Gogh.

Debutaron el 18 de julio de 1996 en el bar El Moro, que se llenó dejando a mucha gente fuera. Ya corría el rumor de que había una nueva banda interesante en la ciudad, y había que tomárselo en serio. Grabaron una maqueta que presentaron a un concurso de los 40 Principales, y al no salir ganadores, Amaia se presentó con Xabi ante el director de la emisora para pedirle explicaciones. Todo un carácter.

La impuntualidad de Amaia, foco de discusiones

Y entonces empezaron los problemas en los ensayos. «Amaia se subió en el coche de la impuntualidad con Álvaro, Xabi y Luis (un segundo guitarrista, que duró solo un año), y además se puso al volante», critica Benegas en su libro, donde desliza cierto resquemor al ironizar con que la cantante «desarrolló una mágica regularidad en sus impuntualidades. Había excusas tan increíbles que ahora lamento no haberlas anotado también, porque algunas merecían pasar a la posteridad (...) Se convirtió en un foco magnífico de broncas que afectaban a los ensayos». Uy, uy, uy.

«Pronto fuimos conscientes de que por encima de los nombres propios estaba La Oreja de Van Gogh», escribe Benegas. «El narcisismo o la vanidad, en dosis grandes y a medio plazo, son incompatibles con el bien común (...) No hay nada mejor para educar el ego que estar obligado a confrontarlo con otros en pro de un equilibrio colectivo. Nos dimos cuenta pronto de que éramos mucho más fuertes juntos que por separado».

El gran salto fue ganar el Concurso Pop-Rock Ciudad de San Sebastián. Sony se fijó en ellos, los fichó, y empezaron a grabar su primer disco en el estudio que Nacho Cano tenía en su casa. Pero el productor del álbum, Alejo Stivel, vio que no tenían nivel así que 'Dile al Sol' sólo lo grabó Amaia. El resto lo hicieron músicos de sesión, y aquello debió suponer el primer gran cisma emocional entre la cantante y el grupo.

Pero vendieron un millón de copias, y con el segundo, 'El viaje de Copperpot', dos y medio. Así que su vida cambió por completo y el lado oscuro de la fama irrumpió en sus vidas, ya que tuvieron que enfrentarse al bulo (uno de los primeros que se difundió por internet) de que eran proetarras y a las críticas musicales encarnizadas que decían que eran muy blanditos.

En cualquier se convirtieron en el grupo español con más discos vendidos en el siglo XXI. Y a pesar de eso, Amaia quiso más. O algo diferente. Cuando anunció su marcha en 2007, con cuatro discos a sus espaldas, sus compañeros y los fans quedaron devastados.

Amaia tuvo sus éxitos en solitario, pero seguramente menos de los que esperaba, terminó publicando solo cuatro discos en diecisiete años y, emocionalmente, cayó en la espiral que todos conocemos. Por su parte, Xabi, Haritz, Álvaro y Pablo lograron recomponerse fichando a Leire Martínez, y durante un tiempo no les fue nada mal. Pero el despido fulminante de Leire desató la ira de los fans que habían hecho el esfuerzo de seguirles a pesar del cambio de cantante. Muchos de ellos creen firmemente que ni Amaia ni ellos hicieron las cosas bien, y son conscientes de que si ahora se han reunido, es por dinero.

La espantada de Pablo Benegas a última hora con explicaciones no muy convincentes ha sido la gran traca final de un culebrón que, probablemente, todavía tenga más capítulos lacrimógenos que ofrecer a la audiencia. Mientras tanto, todos los fans, desde los que los han perdonado hasta los que siguen echando pestes en las redes por sus estrategias comerciales, harán cola virtual religiosamente para comprar entrada y no perderse la gira más mediática, polémica y agridulce de la historia del pop español reciente.

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