La advertencia de Rocío Carrasco a Raquel Mosquera sobre los trofeos de su padre

La amenaza tiene una explicación: Sandra Barneda recordó que Raquel ha insinuado en otro programa de televisión que tiene previsto dárselo todo a los nietos de Pedro Carrasco, es decir, los hijos de Rocío Carrasco. Sería una manera de provocar un nuevo capítulo en este culebrón familiar.

«Si de algo me arrepiento es de haberle dado el disgusto de irme a Barcelona. Le hizo mucho daño. Mi padre estuvo sin hablarme un tiempo, ni siquiera me llamaba cuando venía por trabajo. Del año en que yo estuve sin hablarle no me arrepiento. Quitado eso, mi relación con mi padre era maravillosa», recalca Rocío. No pasa lo mismo con su viuda: «Raquel me odia por celos y porque sabe que le sale rentable odiarme. Esa rentabilidad se ha materializado en contratos, colaboraciones en televisión, portadas de revistas…», explica Rocío, que de nuevo acusa a Antonio David Flores de manejar los hilos en la sombra.

Aunque la presentadora ha insistido en que contaban con un teléfono de aludidos, al final nadie ha hecho gratis lo que seguramente veremos en otro plató de la misma cadena.

La segunda entrega de la noche arranca con uno de los momentos más duros en la vida de Rocío Carrasco, con la noticia de la muerte de su padre y los polémicos enfrentamientos que se produjeron en su funeral, con un grupo de personas abucheándola: «Fue dantesco, vergonzoso. Estaban ahí porque alguien se encargó de poner alborotadores para reaccionar de esa manera». Rocío llegó destrozada, con el sentimiento de no haber podido despedirse de su padre: «Pedí que no se lo llevaran, pero cuando llegué ya no estaba». Rocío no llamó a Raquel, ni en ese momento ni posteriormente. Y menos, para preguntarle por el piso del Paseo de La Habana.

La viuda publicó un comunicado en el que explicaba las horas previas a la muerte de Pedro: «De nuevo», explica Rocío, «se apropia de cosas que no le pertenecen, porque hace referencia a un fandanguillo que, en realidad, era mi madre quien se lo cantaba». Luego llegó la polémica de la lápida, que Raquel mandó hacer sin consultarlo con ella: «No tuvo el mínimo respeto por quienes están en esa tumba, porque no solo está mi padre, también están mis abuelos (…) Me duele tanto que voy a cambiarla con el consentimiento de su familia. Ese panteón (que Rocío reconoce no ha vuelto a visitar nunca) es mío». Y, de nuevo, remata con una acusación: «No sé si cuida la tumba, lo que sé es que no le cuidó a él. Lo machacó». Sobre este tema, ya en plató, Rocío habla de que no pidió una autopsia: «Yo quería dejar las cosas como estaban y no podía hacer frente a todo. Hoy la habría pedido. No lo hice por miedo, consideré que no debía hacerlo». Rocío abre con esta insinuación un nuevo frente y una nueva sospecha sobre la que no hay prueba alguna.

Entre otras cosas, Rocío niega el legado de dos millones de euros que, según Amador, recibió en la herencia, o que le pidiera el famoso Rolex de oro a Raquel, de quien llega a recordar que, en la reunión para llegar a un acuerdo para el cuaderno particional, le pidió que le jurase que quiso a su padre: «¿Pero quién se cree ella que es para pedirme algo así?» La letanía de bienes, dinero, seguros y acciones de la herencia es expuesta al detalle. Pero el conflicto familiar, como bien saben todos los que han pasado por ese trance, no quedó resuelto: «Yo lo que he hecho es portarme demasiado bien con ella». Si Pedro hubiera testado, tal vez todo habría sido diferente: «Pero mi padre no testó porque él quería que todo fuera para mí. Mi padre no testó a conciencia».

«Tengo la sensación de que soy gilipollas», llega a exclamar Rocío al explicar todo el proceso por el que llegó a premiarla por dejar el usufructo temporal de su vivienda. «Raquel es mala, pero no tonta. Es lista, pero no inteligente. Tiene la picardía de la maldad».