Ada Colau es digna de estudio

En la soledad del banco y muy abrigada, sin el apoyo del ministro Bolaños, que es como el perejil de todas las salsas, con cara de aburrimiento por lo que le estaba tocando vivir. «Nadie pensó que esto podía ocurrir», fue su gran frase para terminar responsabilizándose de lo ocurrido. Las horquillas de penas, las culpables. Claro que hay quien piensa que la reforma de la ley pueda ser otra chapuza. Llop sospecha que le queda poco en su puesto. En cambio Irene Montero sabe que permanecerá. Al menos hasta que Pablo Iglesias lo decida.

Zelenski visita las capitales más importantes de Europa, pero en Madrid, ni se le esperaba. Lo que hubiera dado el señor del Falcon por hacerse una foto con el presidente ucraniano. Ahí en Moncloa no han estado muy rápidos o a lo peor es que el envío de seis Leopard, reparados, no son considerados gran cosa. También es posible que este gobierno, tan raro y tan débil, tiene y debe quedar bien con Putin…

Lo de Ada Colau, personaje raro, raro, es digno de estudio. Rompió, ella solita y en su nombre propio, relaciones con Israel. Resulta incluso una broma...¿será que persigue el voto de los magrebíes que viven en Barcelona?.

Confieso que el asunto Vargas Llosa y Preysler me tiene fascinado. Isabel Preysler ha fulminado a esta familia. El Nobel ha decidido que no va a hablar, viendo el ridículo que sigue protagonizando su familia. Ante la publicación de su carta, Patricia Llosa ha perdido los papeles a las puertas de la casa familiar de los Vargas Llosa en Madrid y haciéndole un homenaje a Margarita Seisdedos, que en Gloria esté, se permitió amenazar a la prensa blandiendo un bolso, como hacía la difunta, con cara de pocos amigos, oliéndole mal el labio superior y con incipiente ataque de ira. Anda revuelta la señora Llosa, incluso en un restaurante italiano, al que acudió con su marido, o ex, que tampoco me importa, su hija, que no precisamente parece la alegría de la huerta y una nieta, a la que dio un ejemplo horrible apoyando el antebrazo y el codo sobre la mesa, en una postura excesivamente reprobable y vulgar.

¿Por qué me fijaré yo en esas cosas, que las veo siempre, unas veces al natural y otras en las fotos de la prensa? Pero una mujer que consiente que, durante su matrimonio, le ponga los cuernos su marido y lo admita, no deja de ser algo digno de estudio. En el mundo en el que vivimos no es comprensible. Ninguna mujer que se precie toleraría, a día de hoy, una cosa semejante. Zsa Zsa Gabor, Liz Taylor o Barbara Hutton no lo consintieron por dignidad y les dieron pasaporte a los que les provocaron infidelidades y consiguieron pingües beneficios, porque los engaños sufridos siempre tuvieron un coste.

Y lo mejor es que una señora, en semejante situación, hoy día volvería a «ponerse en el mercado» y seguramente repetiría, pero no con el mismo. Eso solo lo hizo Liz con Richard Burton, pero con La Peregrina como compensación. Tonterías, las justas.