Yulia Navalnaya, la única mujer capaz de plantarle cara a Putin
Ha pasado de ser la esposa de Alexéi, el activista ruso al que envenenaron, a la primera dama de la oposición. El gobierno la teme e intenta desprestigiarla públicamente mientras ella gana adeptos
Pilar Vidal
Son muchas las mujeres rusas que se vistieron de rojo hace unos días para sumarse a la fashmob en Instagram en apoyo a Yulia Navalnaya, la esposa de Alexéi Navalni, el más firme opositor del presidente ruso, Vladímir Putin. Alexéi es un activista mitad héroe, ... mitad mártir. A sus 44 años, ha sobrevivido a dos intentos de homicidio y ha sido encarcelado en más de diez ocasiones: sin ir más lejos, fue sentenciado a dos años y ocho meses de cárcel hace una semana.
El día del veredicto, Yulia vestía una blusa roja, que ahora se ha convertido en un icono de protesta. Ha sido multada con 220 euros por participar en una manifestación en Moscú pidiendo la liberación de su marido. Muchos la llaman ya «la primera dama de la oposición» y esperan que, en ausencia de su marido, tome el testigo político. Si algo ha demostrado todo este tiempo es que es una mujer fuerte: «Yo soy la esposa. Si me derrumbo, todos los demás se derrumbarán a su vez». Es la primera vez que se separan tanto tiempo. Para la memoria queda el corazón que Alexéi le dibujó a lo lejos con las manos en el juzgado para despedirse: «¡No estés triste, todo estará bien!», le gritó.
Ambos se conocieron en una playa de Turquía cuando tenían 22 años. Alexéi se convirtió en su guía de vida: «Es fuerte, decidido, sabio y decente e increíblemente valiente», expresaba la activista en Instagram. «Me casaré con un hombre valiente, que es acosado pero nunca se rinde». Yulia nació en Moscú y es hija de un científico y una empleada del Ministerio de Bienes de Consumo. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad de Economía de Plekhanov y trabajó en un banco antes de que naciera su primera hija, Daria, que ahora tiene 20 años y estudia en Estados Unidos. Luego llegó el segundo hijo, Zahar, de 13 años. Y aunque Yulia intentó trabajar en algún negocio familiar, tuvo que abandonarlo todo para dedicarse exclusivamente a su familia.
La historia moderna nos está dejando muchas mujeres activistas que se convierten en protagonistas de la causa cuando sus maridos son detenidos o silenciados. Ellas toman el testigo. A ella le ocurrió cuando su marido fue envenenado mientras regresaba a Moscú desde Siberia en verano. Yulia escribió a Putin exigiéndole que permitiera a Navalni abandonar el país porque estaba en peligro. Lo hizo sospechando que Putin estaba detrás del atentado. El presidente aceptó, y la pareja -con él en un coma inducido- voló a Berlín. «Yulia, me salvaste», le agradeció con una declaración de amor en redes.
Putin parece temer la competencia política de una mujer y ha sacado la artillería pesada: se han publicado imágenes acompañadas de bulos que aseguran que fue actriz porno. También hay ataques sexistas, acusándola de ser una esposa autoritaria. Es una campaña peligrosa que puede tener un final insospechado si Yulia juega bien sus cartas: en Rusia hay 11 millones de mujeres más que de hombres. Ellas ganan.
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