Famosos de ayer
La princesa coreana que se hizo famosa por el secuestro de su hija
La superstar del pop ópera se convirtió en victima del lujo Marbellí y en sinónimo del exceso estético menos recomendable
Miguel Bañón
Otoño de 1987, el panorama cultural de la España de la postmovida estaba sembrado con Pantoja, Dúrcal, Jurado o Perales. Nadie imaginaba que una princesa coreana (del Sur) apareciese en las vidas de los españoles con ánimo de triunfar. El camino se le tornó un ... poco complicado para una joven de baja estatura de nombre impronunciable que después de pasar por la Sorbona y casarse con un muy potentado hombre de negocios libanés de origen armenio, se convirtió en Kimera .
Con un don prodigioso desde niña para la expresividad musical a través de una particular abstracción del bel canto recaló en España para fijar su residencia en Benalmádena en una propiedad de más de 10.000 metros cuadrados después de un par de periodos vacacionales. Pero por muy cantante que fuera (cinco octavas de rango vocal no las tiene cualquiera), por muy estrella que fuera (sus vestidos, sus maquillajes, su número uno en la Sudáfrica en pleno apartheid), pocos la conocían.
Verano del 87
Por eso la salida a la primera plana de manera inesperada de un personaje de segunda fue acogido con sorpresa, sentimiento y un poco de escepticismo. Ese verano del 87 pocos podían responder a la pregunta ¿quién es Kimera? Su aterrizaje español tuvo lugar después de cierto éxito con ‘The lost opera’ (que reinventó el mundo de la música con un estilo nuevo llamado por ella misma pop ópera), enseguida comenzó a formar parte del escaparate de la Marbella estival donde las fiestas eran continuas. Y lejos de convertirse en musa -más tarde se convertiría en icono-, si que jugó a ser cómplice del derroche, lujo y exceso de una Costa del Sol de renombre internacional donde los jeques hacían su agosto y Adnan Khashoggi era el maestro de ceremonias.
La artista apareció en Marbella con los deberes hechos. Casada con un señor de muchísimo dinero gracias a negocios algo turbios (tal y como aireaba la prensa de la época sin mucho reparo) que se había enamorado de ella por su voz únic a y turbadora y que fue el artífice de sus primeras grabaciones, la pareja tuvo una hija que aunque nació en Las Vegas, se formó en colegios internacionales entre Málaga y Fuengirola desde su más tierna infancia.
Los problemas económicos de la familia llegarían más tarde, porque antes perdieron algo más importante; una hija. Un día de otoño de aquel 1987, la niña de apenas cinco años de nombre Melodie fue secuestrada por un grupo internacional de delincuentes con base en París. Permaneció cautiva durante once días, pero durante ese período la popularidad de los Nakachian subió como la espuma. Raymond y Kimera aparecían constantemente en la cadena pública -no había privadas todavía- pidiendo su inmediata liberación y proclamando su profundo amor por la niña, y todo esto en francés, lo cual le daba un toque especial. Mientras tanto la comunidad de las grandes fortunas internacionales con sede en la zona veían cómo su paraíso en todos los sentidos (también fiscal) a orillas del mediterráneo peligraba. Los secuestradores utilizaron técnicas macabras como enviar un mechón a los padres del pelo de la niña o audios desgarradores a los medios de comunicación como el famoso «Papá, si no pagas, estoy muerta».
Una gran labor policial que incluyó una intervención de los GEO fue crucial para recuperar a la pequeña de cinco años. Evitando así que la familia pagase los mil millones de pesetas que pedían, ni que Raymond se suicidase, ya que amenazó con su propia muerte en directo por televisión si no volvía abrazar a su hija.
Luz que agoniza
Y de la tragedia a la notoriedad. La familia Nakachian, a la que se suma un vástago desaparecido porque su padre le culpó siempre del secuestro de Melodie al no ocuparse de ella cuando iba al colegio ese fatídico día, se hizo popular. La madre coraje se convirtió en la cantante Kimera y embajadora de Andalucía. Sus contantes muestras de gratitud a su país y comunidad de adopción las materializó en un LP (formato estrella del momento) que tituló ‘Gracias España’. Pero fueron los problemas económicos y judiciales de su marido Raymond los que lo volvieron a colocar de nuevo en el foco mediático, años más tarde. Más de un centenar de pleitos inmobiliarios, tráficos varios, y de todo un poco, la fortuna fue desapareciendo y acabó en una cárcel marroquí, mientras que la cantante se gastaba li que quedaba de la fortuna familiar para solucionar los conflictos legales de su marido.
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