Iñaki Urdangarin, un particular divorciado con compromiso

Maria Sharapova fue la lolita del tenis, la modelo con raqueta, y se retiró campeona, hace dos años. Ahora anuncia el embarazo de su primer bebé. Aún es la jefa de las chicas que han aupado el tenis con glamur. Si acude a alguna fiesta, oficial o no, es como si llegara el gran fichaje pendiente de un ‘spot’ de perfume o de biquinis.

Se confirma que Iñaki Urdangarin ha rematado el papeleo de divorcio de la Infanta Cristina. Más prisa se han dado que Doña Elena y Jaime de Marichalar. A Iñaki ya le hemos visto con su nuevo amor, Ainhoa Armentia, muy prósperos de la mano. Hasta rodó por ahí un reportaje de Ainhoa, en biquini, bajo la primicia de que ese momento de asueto lo pasó «sin Urdangarin», con lo que ya es novedad que, de pronto, no vayan juntos a la playa, porque va asumido que juntos están. Al fin, la vida de Urdangarin ya empieza a ser mejor vida, porque hasta hace poco el único sobresalto de su vida consistía en resolver si cambiaba o no cambiaba el modelo de bicicleta. Al lograr la semilibertad, pilló una vida de rutina, donde su horario se repartía entre el trabajo nuevo, el cuidado a su madre, la natación de mantenimiento y la bicicleta de transporte, esa misma que dudaba si cambiar o no cambiar, según el día. Anda moviendo azares, según dicen, para engancharse en un futuro a oficios del balonmano, que es lo que fue lo suyo, antes de que la Justicia lo pillara en lo que quizá también era lo suyo. Ya ha ingresado Urdangarin en una nueva vida, lo que permite intuir que es también un hombre nuevo, en pugna aún con el pasado crudo y en cercanía a los preceptos de la religión, que le han resultado un auxilio, o un consuelo, en las horas peores, según sugirió su propia madre, Claire Liebaert . Vienen nuevas temporadas. Ya es un particular. Divorciado y con compromiso.

Iker Casillas ha publicitado una foto trabajando con mancuernas, más el torso entero a la vista de la afición. El mejor pie de foto lo ha dado Feliciano López : «Me preocupas».

Corinna está ahí, como una amenaza del pasado, o como una novedad de lo mismo. Corinna está sin estar, a veces, y es un tostón. Corinna es una extranjera que no deja España. Lo que uno ve en todo este jaleo de Corinna es que no sabemos seguro cómo llamarla. O bien Corinna a secas, o bien la princesa Corinna, o Corinna zu Sayn-Wittgenstein, que suena a dorada aristocracia. Esto de llamarla de un modo, o de otro, tiene que ver con el mayor o menor aprecio o reverencia que se le tenga a esta divorciada que se adorna de rubia y alemana. Quiero decir que Corinna tiene varios nombres, lo que quizá también quiere decir que hay varias Corinnas en la misma: la asesora estratégica, la socorrista de Urdangarin, la amiga ingrata del Rey, la aristócrata de mucha joyería, en fin. A Corinna la vamos conociendo un poco, aunque en rigor es un enigma. Pero un enigma que estaba en la polémica cacería de Botsuana. No se comprende mucho que una mujer que pretende no lograr celebridad se conceda de pronto una semana de guateque de portadas, como ella hizo, y aquí ya nos entra de nuevo el dilema de los nombres. Porque a lo mejor una Corinna no quiere popularidad y otra Corinna, que es la misma, pero a la mañana siguiente, va y da una entrevista, o dos, o tres, para dejar las cosas claras, aunque, la verdad, ha dejado las cosas menos caras cada vez que habla. Hasta Soraya Sáenz de Santamaría tuvo que terciar, avalando que el Estado no encargó negocios a Corinna. Eso de tener varios nombres es lo que los cronistas urgentes definen como «una personalidad poliédrica». O sea, una mujer de muchas faenas, que quizá diría un taxista. Varias mujeres en la misma mujer de fina lámina. A ver cuál nos toca en el próximo capítulo.