Suscribete a
ABC Premium

Francisco Rivera se cansa de hermano

Ya entiende que su relación con Kiko Rivera no tiene solución. De modo que ha dado portazo, y adiós muy buenas, hermano

Francisco Rivera, durante un acto en Sevilla GTRES
Ángel Antonio Herrera

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Lunes

Francisco Rivera ya entiende que su relación con Kiko Rivera no tiene solución. De modo que ha dado portazo, y adiós muy buenas, hermano. A Francisco se le agotó la paciencia. Se comprende. Lo que pasa con Francisco Rivera es que a ... veces nos olvidamos de que es un torero. Quiero decir que Francisco está un rato en las portadas, por biografía de famoso, y otro rato en los ruedos de Paquirri, con lo que se ha jugado la vida en serio, aunque nosotros estamos por ejemplo a lo de su boda, en algún momento, o bien a otros dulces festejos, según pida el calendario. Hasta que un día, de pronto, va el tío, y casi se muere, porque el toro es un toro de verdad. Y el torero también es de verdad. Con Francisco hemos estado en el vilo de su vida en juego, muchas veces, y aún recuerdo yo una cornada casi homicida, en Zaragoza, y luego él salió a las puertas del hospital, como si viniera directamente de tutear a la muerte, en silla de ruedas, pero con la sonrisa puesta, las zapatillas de entrenar y una emoción de despeinado que se quiere ir rápido a su casa. Mientras su vida iba en una incógnita, su mujer, Lourdes Montes, le visitaba, embarazadísima de últimas horas. Enseguida, Francisco irrumpía en Sevilla, porque «nace Carmen», y cito así, porque recuerdo nítidamente la circunstancia. Como no me gusta que al torero le metan en chismes de la órbita de Pantoja, y a él tampoco, traigo aquí este recuerdo difícil, y entrañable, cuando nacía una criatura, pero nacía también el padre, que estuvo al borde de la tragedia total. En cuanto a la madre, estuvo también valiente, y muy en su sitio, porque en algún momento un susto así te lleva a pensar que la criatura Carmen podía venir de pronto huérfana de padre. Pero no. Estuvo torero Francisco pidiendo a los médicos que le dejaran irse a Sevilla, convaleciente aún, para el nacimiento de su hija, que fue un poco o un mucho su propio renacimiento, porque la vida a veces depende de un centímetro más, o menos, de un segundo milagroso o maligno, de un instante a favor, o en contra. Francisco había enfilado los últimos días de esperar a su hija Carmen, y casi lo manda al otro barrio un toro. Fue uno de los momentos cruciales, y acaso definitivos de su vida. En torno a aquellos días más difíciles de hospital, vimos a Cayetano, a Lourdes Montes, obviamente, y también a Kiko, con el que ahora prefiere la lejanía. Nada. Yo me quiero quedar, en Fran, con las faenas de casi morirse que resultan un faenón de gran vuelta al ruedo, sin vestirse de luces.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia