Los deliciosos embustes de José Luis Moreno

Yo debuté en la tele sin debutar, allá en los ochenta, porque me había convocado para su plató nocturno Raffaella Carrá . Pero dos días antes del inicio de aquel programa, sufrí un percance que me retiró al hospital, durante un mes, o más. Yo a Raffaella no la conocía personalmente, pero se había convencido de que pudiera estar bien convidar al apache que yo era a una tertulia de show, que era la que ella hacía. Nunca pude asistir, por accidente, pero Raffaella estuvo de ángel guardián de mi convalecencia, a distancia, pero cerca, durante muchas semanas, llamando por teléfono, atenta como un cascabel, hasta que yo salí de aquello. Cuento esto para avalar aquí su simpatía sincera, y su actitud dispuesta, y su rubia bonhomía, que pasaba por interesarse como una hermana por un tipo al que ni conocía, como yo. Ha tenido gestos así con otras gentes. Todo lo extraordinario que de ella se viene diciendo es cierto. Luego la traté, ya al fin. Era un italiana de aquí, una discotequera sin cabecita loca. Era vitamínica, y hasta anfetamínica. Inolvidable.

Cumple medio siglo la canción ‘Wannabe’. ‘Wannabe’ es una canción que quiere parecerse a una canción, una cosa discotequera y fácil, el single más vendido del mundo, zona chicas, hasta nueva orden. Las Spice son las Spice, algo así como un muestrario de bachilleras del sexypop, como un menú de sastrería de las instagramers de los noventa. Las Spice eran cinco, incluida la señora de Beckham, pero casi parecían más, porque bailaban mucho. No se me escapa que no hablamos de un grupo para melómanos, pero si tiramos de datos resulta que ‘Wannabe’ es internacionalmente popular, yo creo, porque está fija en los karaokes, como alegrón de la fiesta, y el karaoke acaba siendo la eternidad de los del oficio de la canción. Parecían una tribu larga, las Spice, porque bailaban todo el rato, bajo el estribillo «realmente quiero zigzaguear», que no sé si es lo mejor o lo peor de la letra de tontuna de esa canción histórica, y nunca superada. El caso es que se movían mucho, en los videoclips, y también en los conciertos, con plena sintonía coreográfica, y no menos plena sintonía atuendaria, porque cada una vestía a su manera, desde los entusiasmos de tigresa de Mel B a los jirones de trapecista que usaba Geri Halliwell . ‘Wannabe’ ya es vieja canción, pero no se muere. Las Spice no eran los Beatles con tanga, obviamente, pero animaron la discoteca.

De entre toda la peripecia grave, impensable y dramática del caso José Luis Moreno , hay un aspecto de amenidad. Su biografía mechada de deliciosos embustes, como ser patinador, neurocirujano, o tenor ante la Reina Isabel II. Moreno, que no tiene un pelo de tonto, entendió pronto esa máxima eterna de supervivencia: si no haces tu propia imagen otros te la harán. Y lo cumplió, brillantemente. Hasta que llegó la Guardia Civil.

Farruquito era y es un talentazo del baile, un genio del vértigo, un tesoro del arrebato, y le viene de sangre el duende. Luego está que una noche le faltó frenada de coche, y su curriculo se cargó con un cadáver. Pagó con trena. Ahora trae a Madrid el espectáculo ‘Farruquito y amigos’, en el Teatro Real. Mientras cumplió condena, fui a ver bailar a su hermano, Farru, joven como el oro, que es otra llama morena de portento y no hay quien se lo explique. La madre de ambos se confesó alguna vez a Jesús Quintero, con pena de mujer que enviudó de hijo, mientras este cumplía cárcel. A Farruquito le cayeron tres años. A la cárcel le escoltó toda la tribu de su familia , como una sola melena paseante y hasta pensante. El caso fue también un show, y el bailaor estuvo mucho rato de animador a su pesar de las corralas de las telerrosas, que a rachas tienen un poco o un mucho de sucursal alegre, improvisada y palabrona de patio de cárcel, entre la salsa rosa y la salsa obscena.

En el Teatro Real va a reunir a los talentos de su propia familia, incluido su hijo de nueve años, y luego a los Carmona, a Pepe de Lucía , y a Antonio Canales. Es la primera vez que Farruquito sube al escenario del Teatro Real. Lo hará despeinado de instinto, como siempre, pensando versos con los tacones gitanos.