Cristina Macaya: «Los amores no me han cambiado la vida, ni me gusta estar casada»
La gran anfitriona de la ‘jet set’ mallorquina nos recibe en su finca de Establiments, escenario de fiestas legendarias
Cristina Macaya
Nadie podía imaginarse que la legendaria y viajera incansable Cristina Macaya permanecería casi dos años refugiada en su finca de Mallorca en Establiments. La pandemia y un pequeño bache de salud le han impedido hacer las maletas. Este año la carpa acristalada que mandó ... construir en uno de los jardines y con capacidad para 700 invitados tampoco será escenario de sus multitudinarias y populares fiestas, donde mezcla gente de todo tipo en la isla. Sus paredes han sido testigos de grandes relaciones y negocios pero sobre todo de diversión y buen rollo. Las restricciones mandan, así que tomamos café con ella y una de sus buenas amigas, la diseñadora Ágatha Ruiz de la Prada .
Créanme que llegar a la fortaleza de la ‘Dama del Valle’ no es fácil, una no se hace a la idea de cómo sería el tráfico al recorrer el largo camino estrecho por el que debían circular los coches con los invitados. Casi misión imposible. «Yo contrataba a una de las personas que más sabe de seguridad y él organizaba un dispositivo con walkies con el que controlaba el tráfico de la montaña (ríe)». Podría dar un máster o haber hecho un manual de la perfecta anfitriona, pero no tarda en desvelar su secreto: «A mí no me agobia reunir en unos días a tanta gente, al contrario me divierte. Tenemos vajillas, servicio de todo y hasta un piano. La orquesta venía desde París y solían llegar a las 10 de la noche y se marchaban a las 10 de la mañana». En lo que no ha delegado nunca es en la distribución de las mesas: «Coloco a todos los hombres y todas las mujeres por orden alfabético y así se cómo sentarles. Hay gente muy graciosa que me ha llegado a llamar para decirme que la pusiese lejos de su marido y a ser posible que este estuviese de espaldas» (ríe).
Elegancia y belleza
Algo más delgada que de costumbre, su elegancia y su belleza innatas siguen intactas. Lleva un vestido largo blanco con estampado verde y con un corte imperial con el que parece una mezcla entre Catherine Herbuph e Isabel La Católica . Luce un collar de un corazón tallado en piedra verde grande que le compró a una afamada artista asiática con tienda en la 5ª Avenida de Nueva York, unos zapatos de esparto ideales y un bolsito de mano rallado con sus iniciales C.M.
Su mirada penetrante cautiva y su conversación instruye. Macaya lo mismo acude a una fiesta con Valentino en Gstaad que colabora activamente en el funcionamiento de Proyecto Hombre en Mallorca. Una de sus grandes obras. «A mí no me gusta lo de recoger limosna. Yo tengo que ayudar trabajando en el proyecto. Tenemos un edificio de 10.000 metros cuadrados. Atendemos a mucha gente. Lo más difícil de dejar es la adicción al alcohol y ahora hemos tenido que traer especialistas para curar la adicción a los móviles y los videojuegos», explica. Hace años ocupó la presidencia de Cruz Roja en España. A ella hay que agradecerle la creación del famoso sorteo del Oro. «Me di cuenta que con 800 centros, más de una veintena de hospitales, aquello no se podía sostener. Así que inventé lo del oro porque me daba mucho dinero. Era 1980 y el ministro de Economía, Leal Maldonado no quería autorizarlo. Así que me busqué la vida y le pedí a mi amigo Carlos Bustelo , entonces ministro de Industria que me firmase un papel sin importancia que me corría prisa. Luego le llamé para darle las gracias y decirle la putada que le había hecho al firmar aquella orden».
Cariño de políticos
Doña Sofía saludando a Cristina Macaya, en presencia de los Reyes Felipe y Letizia, en el palacio de La Almudaina
Macaya practica lo de que más vale pedir perdón que permiso. Lo mismo hizo con su finca de Mallorca hace 40 años cuando la compró. «Por la mañana firmé las escrituras y por la tarde ya estaba organizando la reconstrucción de los techos porque si no hubiese tardado dos años en comenzar las obras», confiesa. Se lleva bien con todos los políticos, sean del partido que sea y siempre ha tenido el apoyo y el cariño de todos. El secreto «no me meto en nada». Se sorprende cuando le pregunto si se había molestado porque dijesen que se había marchado a Abu Dabi con su amigo Don Juan Carlos . Pone cara de sorpresa «¿Han dicho eso?, no me he enterado porque no leo los periódicos, antes lo hacía pero algunos te ponían de mal humor. Pero no me molesta porque como no lo he leído. De todas formas enfadarme es un regalo que no hago», aclara. «A Juan Carlos lo conozco desde pequeña y no me importa que digan que me he ido con él. Lo que están haciendo es masacrar a una persona que dio apertura a España. Esa rubia a la que no conozco (se refiere a Corinna Larsen ), le ha hecho mucho daño. Pero España sería cateta si Juan Carlos no hubiese hecho muchas cosas, creéme».
Está muy orgullosa de su familia, tiene cuatro hijos ( Sandra, Cristina, Javier y María ) fruto de su matrimonio con el empresario Javier Macaya y 18 nietos. Todos afincados en Estados Unidos, esta semana Javier, el economista, que estuvo casado con una Cisneros (adinerada familia venezolana) y que ahora ha fijado su residencia en el barrio londinense de Chelsea, está de paso por la isla. Con las restricciones de la pandemia llevaban un año sin verse. Cristina prefería escucharles al teléfono que verles por videoconferencia porque sufre menos.
Marrakech y Gstaad
Echa de menos viajar y poder ir a su casa de Marrakech o al cine en Gstaad con su perrito chow chow que desgraciadamente murió. «La dueña del cine nos invitaba a los dos. Y él se sentaba en la sala rodeado de espectadores y le encantaba, no ladraba ni nada», recuerda con nostalgia.
El 17 de febrero de 2020 también tuvo que despedirse de Plácido Arango , el empresario mexicano, fundador del Grupo Vips y gran mecenas del arte, falleció a los 88 años. A él estuvo unida sentimentalmente durante 17 años. ¿Fue el gran amor de su vida? «Yo solo estuve casada una vez. Plácido y yo nos llevábamos muy bien, sabíamos darnos nuestro espacio. Los amores no tienen que ver con mi vida, a mí no me cambian ni me gusta estar casada».
Si de algo puede presumir Cristina es de tener muchos y buenos amigos. Hace unos días estuvo en la finca S’Estaca en Valldemossa almorzando con Michael Douglas . Otro enamorado de la isla. «Nos queremos mucho, él ha vivido algunas temporadas aquí. Catherine es estupenda y tienen dos hijos maravillosos». Y es que en la finca de Cristina de más de 50 hectáreas y 15 habitaciones se han refugiado desde los Clinton a los Kent . Dicen que llegas pero nunca sabes cuándo te vas. No es de extrañar, aquello es un remanso de paz, frente a las montañas hoy custodiadas por cabras autóctonas y búhos «esto parece un zoólogico», dice sonriendo. Le hace feliz hacer gamberradas, así que habrá que ir preparándose para cuando decida volver a ser la anfitriona de la isla.