Los amores confesos y los tres prohibidos de Mila Ximénez

Se enamoró perdidamente de Manolo Santana cuando solo tenía dieciocho años y acababa de instalarse en una insolada Sevilla que fue testigo de noches ardientes y promesas incumplidas. Un amor pasional e irracional que le abrió las puertas del periodismo y le permitió codearse con influyentes personalidades refugiadas bajo el sol dorado marbellí. Junto a Manolo descubrió la maternidad dando a luz a su única hija, Alba, pero también sufrió desengaños y traiciones . A pesar de que en su separación, el tenista fue generoso y concedió a Mila la titularidad y posesión de varios bienes inmuebles, las diferencias entre ellos se hicieron notar hasta el fin de sus días. Nunca firmaron la paz.

Durante sus años más difíciles, sumida en una amarga espiral autodestructiva, Mila tuvo, al menos, tres amores prohibidos . Historias jamás contadas que trascurrieron en la clandestinidad y que escondían desesperación, miedo y frustración. Todas acabaron cuando la sensatez, la calma y la responsabilidad desplazaron a la depresión en una guerra demasiado cruenta.

Su gran equivocación fue querer vincularse a Emilio Rodríguez Menéndez. No fue amor, sino montaje. Trastabilló al aceptar dinero fácil a cambio de un par de flashazos en alta mar con los pechos al aire. Se besó con él, pero nunca llegaron a tener intimidad porque ambos dejaron claro que lo suyo era puro teatro. Nada que ver con ese fuego que fue su idilio con Antonio Arribas , tal vez uno de los grandes amores de su vida junto a Rafael Aguilera , muerto en 2018.

Abrazada al sentimiento de culpa, son muy pocas las ocasiones en las que Mila quiso hablar de Rodríguez Menéndez o del lanzador de cuchillos Alberto Murroni con el que vivió un fugaz roneo cuya naturaleza nunca quedó clara.

La historia que vivió al lado de Encarna Sánchez hizo correr ríos de tinta. Aunque Mila reconoció abiertamente en aquellas insolentes 'Crónicas Marcianas' de Xavier Sardà que había tenido relaciones íntimas con la locutora, no pasó mucho tiempo hasta que se desdijo. Confesó que se dejó llevar por el espectáculo para, eso sí, insistir en que nada pasó entre ellas porque no quiso.